Mons. Tróccoli y Mons. González presidieron la fiesta del santo fundador del Opus Dei
Mons. Milton Tróccoli y Mons. Luis Eduardo González presidieron la celebración de la fiesta de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. La Misa fue en la Catedral de Montevideo y tuvo la particularidad de ser la primera -y tal vez la única- ocasión en la que estuvieron los dos obispos auxiliares de Montevideo. Muchas personas, especialmente familias, acompañaron en esta fiesta del “santo de lo ordinario”, como lo llamó el Papa San Juan Pablo II.
Varios fueron los que siguieron la Misa de pie en los costados del templo, pues los bancos no alcanzaron para albergarlos a todos. Ya desde antes del comienzo la Catedral se había llenado y en las naves laterales había varias filas de personas que querían confesarse. En ese momento ya ensayaba el coro, integrado principalmente por alumnas del Colegio Los Pilares, que ha confiado la dirección espiritual al Opus Dei, una institución de la Iglesia que promueve la llamada a la santidad para todas las personas, lo que se concreta en la lucha por hacer muy bien el propio trabajo. Sus miembros procuran tener una vida de piedad activa y compartir con otros este llamado universal a la santidad a través de las cosas cotidianas. De aquí que el público presente fuera muy variado: padres y madres de familia, trabajadores de los más diversos rubros, abuelos, estudiantes, niños.
Los obispos auxiliares no estuvieron solos en el presbiterio, ni mucho menos. También estaba Mons. Rodrigo Bilbao (secretario del Nuncio Apostólico), Mons. Carlos González (vicario del Opus Dei en Uruguay) y otros sacerdotes de la Prelatura y del clero de Montevideo. Cerca del altar había un cuadro de San Josemaría de grandes proporciones, visible desde todo el templo y decorado con flores.
Las lecturas fueron hechas por jóvenes que participan de las actividades de formación de la Obra, y el diácono Sebastián Alcorta fue quien proclamó el Evangelio. La homilía estuvo a cargo de Mons. Luis Eduardo González, consagrado Obispo el pasado 17 de junio. Recordó la idea central del mensaje que Dios le transmitió a San Josemaría: que la santiad es para todos.
«Una gracia para todos»
Esto se concreta en el trabajo “sobre todo, cuando ahí no salen las cosas como uno espera. Por eso el Evangelio nos invita a volver a empezar cada día”, indicó, en referencia a la lectura de la pesca milagrosa que se había escuchado minutos antes.
El trabajo no es solamente el ámbito propio para conseguir el sustento para la familia, recordó Mons. González, sino que también es un lugar propicio para anunciar a Dios. Y “cuántas personas pueden animarse a vivir la santidad si nosotros vamos a nuestro trabajo con la certeza que nos dio San Josemaría”, invitó. “¡Qué lindo ejemplo para todos nosotros! ¡Qué ánimo nos da no mirar las dificultades del mundo sino escuchar al Señor que puede cambiar la realidad!”
Hacia el final de su intervención, el Obispo reclacó que “la santidad de San Josemaría es una gracia para todos”: “Le vamos a pedir que nos siga animando para que cada día, sin perder la confianza del Señor, vayamos al trabajo (…) y seamos coherentes con la obra que hace Dios con nosotros, que es custodiar la obra de Dios”, finalizó.
La Misa prosiguió como de costumbre, destacándose el silencio orante en algunos momentos. Al final, Mons. Tróccoli quiso pronunciar unas palabras y agradeció a Dios la ocasión de haber presidido la celebración. Comentó que estaba previsto que fuera el Card. Daniel Sturla quien estuviera ese lugar, pero ante su viaje al Vaticano para participar en una reunión de cardenales, le había pedido este servicio. Dijo, asimismo, que esa era su última Misa en la Catedral y agradeció despedirse de esta manera. La asamblea respondió con un aplauso espontáneo lleno de afecto.
También Mons. Carlos González quiso hablar antes del final. Agradeció a los celebrantes y les auguró muchos frutos en sus nuevos encargos apostólicos, pues Mons. Luis Eduardo comienza su ministerio en Montevideo y Mons. Milton asumirá el 8 de julio como obispo de Maldonado.
La Misa concluyó con un canto a la Virgen María y después todos pudieron venerar las reliquias del santo. Afuera, ya en el atrio, se sucedieron los saludos y reencuentros.