Una fiesta de la familia salesiana
El jueves 26, en la Catedral de Montevideo, se celebró una Misa en el marco de los 140 años de la llegada de las Hijas de María Auxiliadora a nuestro país. La Eucaristía estuvo presidida por el Cardenal Daniel Sturla y concelebrada por Monseñor Nicolás Cotugno, Arzobispo emérito de Montevideo, Monseñor Alberto Sanguinetti, Obispo de Canelones y Monseñor Heriberto Bodeant, Obispo de Melo.
También estaban presentes muchos sacerdotes salesianos, entre ellos el Padre Inspector, P. Néstor Castell y el Inspector electo, P. Alfonso Bauer, así como sacerdotes del clero. Además las hermanas estuvieron acompañadas por integrantes de las presencias salesianas de todos el país, así como por alumnos, exalumnos y familias vinculadas a todas las obras que tienen a su cargo las Hijas de María Auxiliadora en Uruguay. Un grupo de niños, alumnos de diferentes instituciones educativas a cargo de las hermanas, precedieron la entrada de los obispos y sacerdotes.
Un recorrido guiado por la fe
En la homilía el Cardenal Daniel Sturla reflexionó: “Hace 140 años, cuando las hermanas llegaron al Uruguay, el Instituto tenía 5 años de fundado. Fueron fundadas el 5 de agosto de 1872, y ya en 1877 Don Bosco las envía a fundar aquí, en Montevideo, la primera casa de América en Villa Colón”.
Remarcando las palabras del Evangelio preguntó: “¿Y eran unas grandes señoras, doctoras…?”. “No. Eran unas hermanas muy jóvenes, muy sencillas, hijas de familias campesinas de Mornés, que habían comenzado una experiencia de vida consagrada para ayudar a las chicas de ese pequeño pueblo. Y allí, desde la sencillez, habían descubierto la alegría de servir a los demás”, puntualizó.
El Arzobispo de Montevideo remarcó que Madre María Dominga Mazzarello y sus hijas se destacaron por una fe ardiente. “Esta es la experiencia que tenían estas chicas que vinieron con su hábito religioso y que al llegar a Montevideo fueron recibidas por Monseñor Jaciento Vera… una fe ardorosa, que no se dejaba arredrar, que no se dejaba debilitar por la dificultad”, añadió.
El Cardenal Daniel Sturla dijo que a pesar de los defectos, “tanto los salesianos de Don Bosco en Valdocco como las salesianas de Madre Mazzarello en Morsé, creían. Creían con una fe ardiente, con una fe que se notaba”. “Era gente que encendía”, enfatizó. Y siguió: “Ustedes piensen que llegaron en 1877 y poco después se van dando, desde Villa Colón, una serie de fundaciones en Las Piedras, en Paysandú, en Canelones. Y después van de misioneras. Entonces el carisma se expande, y en algunos lugares del país fueron casi la única presencia de la Iglesia”.
La fraternidad como eje
Más adelante, el Arzobispo ahondó en el tema de la fe “que hizo que se suscitaran vocaciones”. Y destacó una particularidad: cuando llegaron las hermanas ya el P. Lasagna las esperaba con la primera vocación uruguaya; Laura Rodríguez, hermana de dos futuros sacerdotes salesianos. Da inicio así «a la vida de las salesianas en América, pero además a una característica que ha sido, y también gracias a Dios sigue siendo, una realidad entre nosotros: la fraternidad entre salesianos y salesianas”, mencionó.
Luego las palabras del Cardenal se tornaron más personales. Confió que vivió esta experiencia «como uno de los grandes regalos» de su vocación salesiana, pues se siente hermano de sus hermanas. “En nuestra historia muchas veces se dio por una realidad de sangre, muchos salesianos tenían hermanas de sangre que a su vez eran salesianas. Y ocurrió que en algunos casos eran varios los hermanos. Esos lazos de familia contribuyeron a la fraternidad. De las experiencias más bonitas de mi vida salesiana es el trabajo en conjunto”, agregó.
Continuando su homilía, el Arzobispo argumentó que el ardor de la fe de estas personas “hizo que surgieran muchas vocaciones… y esto es una característica muy de los salesianos”. Puso en contraste que “aceptar a las uruguayas y los uruguayos, no decir ‘estos no sirven’ o ‘estos no tienen perseverancia’” diferencia a este Instituto de otros. Fue claro al mencionar que “los salesianos tienen en sus bases aceptar, porque inculturaron el carisma que se hizo uruguayo rápidamente. Y hubo inspectorías, noviciados y casas de formación acá”.
El Cardenal Daniel Sturla sostuvo que las Hijas de María Auxiliadora traían la confianza que da la fe. Aseguró que Don Bosco les decía: “confíen en Jesús Sacramentado y en María Auxiliadora, verán lo que son los milagros”, y “los vieron en esa realidad que se multiplicaba”. Además recordó que “la Madre Mazzarello aprendió a escribir, porque solamente sabía leer, para poder escribir a las hermanas que se iban lejos” y personalizaba cada carta.
“Nos encontraremos en el Corazón de Jesús”
Para el Arzobispo de Montevideo, “la vocación religiosa y sacerdotal son un don de Dios, un regalo de Dios”. Se preguntó “¿cuál era el lugar de encuentro de la Madre Mazzarello y sus hijas, permanentemente repetido?” “Nos encontraremos en el Corazón de Jesús”, era la respuesta de la fundadora. Enfatizó el Arzobispo que “esa es la fe ardiente, no era una frase piadosa para quedar bien”. “Ellas creían que se encontraban en el Corazón de Jesús, por eso suscitaron vocaciones, por eso renovaron la fe en su país con un impulso apostólico impresionante” resaltó.
Para el final, el Cardenal Daniel Sturla mencionó que esa Misa era una acción de gracias mutua. «Al venir a la Catedral de Montevideo, Hijas de María Auxiliadora, están diciendo ‘gracias’ a este Iglesia que las recibió de brazos abiertos y a la que han servido a lo largo de 140 años, y esperemos que por muchos más. Pero también nosotros les damos las gracias por todo el bien que hacen”. Y concluyó, “que en el Corazón de Jesús nos podamos encontrar cada día”.