“La muerte ha sido vencida, la victoria es de la vida, es de Cristo resucitado”, dijo el arzobispo de Montevideo en su homilía.
Es una tradición que se repite cada año. En la misa del Domingo de Pascua de Resurrección, el cardenal Daniel Sturla siempre comienza su homilía con un chiste. Esta vez no fue uno, fueron dos. “Pero tiene que haber un pacto: que ustedes se rían, obviamente”, dijo con una mirada cómplice en la mañana del 20 de abril en la Catedral Metropolitana de Montevideo. Sobre el final de la prédica, confesará: “Preparar el chiste me cuesta, no crean que me sale fácil”.
El primero tenía como protagonistas a una pareja de novios. Él le dice a ella: “Che, mañana te paso a buscar, a las diez te toco bocina”. Ella, intrigada, pregunta: “¿Ah, sí? ¿Te compraste un auto?”. Y él remata: “No, me compré una bocina”.
La risa fue general.
El segundo era de un paciente que va al médico para bajar de peso. El médico recomienda: “Cuatro o cinco manzanas por día”. El paciente pregunta: “¿Verdes o rojas?”. Y el médico: “¡No! Corriendo”.
De nuevo, risas.
“¡Felices Pascuas!”, cerró Sturla.
Primero un par de aplausos tímidos. Después, el aplauso se extendió por el templo.
La costumbre tiene nombre: se llama risa pascual —risus paschalis, en latín—. Es un gesto con historia. “No podemos decirnos ‘Felices Pascuas’ con cara triste —dijo Sturla—, porque la Pascua es una expresión de gozo, de alegría, que es la que hoy vive toda la Iglesia. Experimentamos un gozo y una alegría que va más allá de las situaciones duras y difíciles que podemos estar viviendo”.
El arzobispo de Montevideo se refirió a la situación actual del papa Francisco, que esta mañana reapareció en el Vaticano en medio de su recuperación. Lo hizo desde el balcón de la basílica de San Pedro, en su silla de ruedas, para la tradicional bendición Urbi et Orbi, a la ciudad y al mundo.
Además, Sturla destacó el mensaje pascual del pontífice, que fue leído por monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias. “Hacía referencia a una cantidad de situaciones problemáticas, dolorosas”, dijo. Entre ellas, las guerras en Medio Oriente, Gaza, Ucrania, Myanmar —en Asia—, y también en África, sobre todo en Sudán del Norte y del Sur.
La fuerza de Cristo resucitado
En la homilía, Sturla relató que antes de presidir la misa en la Catedral, pasó por un sanatorio a visitar a un amigo que lleva un tiempo en una situación delicada. “Él me transmitió una fuerza, unas ganas de vivir, un deseo de pelear hasta el final”, dijo a los presentes. Tras la visita, la esposa del paciente le mandó un mensaje: “Gracias, Daniel, qué bien que nos hizo tu visita”. Sturla respondió: “Qué bien que me hizo a mí ir”.
En referencia a este hecho, compartió una reflexión sobre la importancia de la actitud frente a las dificultades: “Cuando uno ve que la manera con la que se enfrentan los dolores es tan importante, y si esta actitud está empapada de fe, vaya si la esperanza que tenemos no defrauda, y eso es la Pascua: es victoria, es triunfo sobre el mal, sobre el pecado, sobre la muerte, sobre todas las expresiones del mal, y también sobre la muerte, y por eso nosotros exultamos de gozo con la Iglesia”.
En su prédica, el arzobispo de Montevideo también narró otro hecho personal: ayer recibió un mensaje que le recordó que hace treinta años, dos días después de la Pascua, el 19 de abril de 1995, había fallecido en un accidente una joven que asistía a la capilla San Gerardo, ubicada en Melilla, y a la que él conocía de cuando era salesiano.
“Ella era catequista, y dos días antes del Domingo de Pascua había preparado para toda la comunidad unas postales que tenían esta frase: ‘Que sea tuya la fuerza de Cristo resucitado’”, recordó. Luego, mirando a la asamblea, agregó: “Eso es lo que yo les anhelo a ustedes”.
Acto seguido, invitó a los fieles a mirar a Jesús: “Él cargó sobre sí los pecados del mundo”. Luego, señaló que cada vez que en la misa se dice: “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo”, se hace referencia a que Él es el cordero sin mancha.
“Jesús no se entregó no porque nosotros fuéramos unos chicos ‘buenos’ y ‘macanudos’, se entregó por nosotros porque necesitábamos de la salvación, porque éramos y porque somos pecadores. Es tan grande el amor de Dios, que entregó a su hijo para salvarnos”, agregó.
Hasta Dios
Es cierto que cada persona puede enfrentar momentos difíciles y complejos en algún punto de su vida, pero también puede vivir épocas de bienestar. Sin embargo, en algún momento, aunque no se pueda evitar, el dolor inevitablemente se hace presente.
Para Sturla, todas estas situaciones “quedan iluminadas por la luz del Cirio Pascual”, incluso la muerte, que, según él, “es la derrota que golpea más fuerte” a una persona. “Cuando muere un ser querido, sentimos que estamos derrotados. Sin embargo, en la fe sabemos que no es un ‘adiós’ definitivo, sino un ‘hasta luego’, o más precisamente, un ‘hasta Dios’: un hasta encontrarnos con Él”.

“La muerte ha sido vencida, la victoria es de la vida, es de Cristo resucitado. El sepulcro vacío de Cristo en la mañana de la pascua marca que todas nuestras tumbas son transitorias y que pasando el umbral de la muerte nos encontramos con un Padre que nos ama y perdona. Capaz nos tirará de las orejas. Capaz nos dirá: ‘Purificate’, un tiempo antes de pasar por el cielo”, agregó.
Eso no significa que un cristiano no pueda disfrutar de los pequeños placeres de la vida. “Una vez escuché a alguien decir que los chocolates más ricos, la mejor cerveza y el mejor whisky los hacían los monjes en la Edad Media, en los monasterios”, contó Sturla. “Ser cristiano no nos quita el gozo de tantas cosas hermosas que tiene la vida”, añadió.
Para concluir su homilía, señaló que “la fuerza de Cristo resucitado” es para “todas las circunstancias de la vida”, desde lo más sencillo hasta las situaciones más profundas y difíciles. Y, citando la frase que había escrito la joven catequista de la capilla de Melilla, concluyó ante la asamblea: “Que sea tuya la fuerza de Cristo resucitado”.
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