Desde el 16 de junio de 1974, día de su ordenación presbiteral, el P. Bonavía pasó por distintas comunidades. Estudió teología en Roma, estuvo como formador en el Seminario, fue docente cuarenta años de la materia Teología Fundamental y pasó por las parroquias de Possolo, La Fundación, La Anunciación, la Cruz de Carrasco y actualmente San Antonino.
Cada comunidad, con sus propias particularidades, le fue ayudando a descubrir cómo ser mejor servidor según el espíritu de Jesús. De todas estas experiencias pastorales, siente que ha aprendido que su ministerio sólo puede tener sentido junto a los laicos y vecinos de la comunidad.
La sabiduría del vivir
“Cuando me preguntan, no tengo dudas. La vida comunitaria es todo para mí. Sin ella me sentiría perdido como cura. En este sentido, me marcó especialmente la parroquia de Possolo. Para mí hay un antes y un después de compartir con esa comunidad. Ahí descubrí que, en situaciones de gran pobreza como la que vive mucha gente, podemos encontrar una riqueza, una hondura y una manera de leer y de vivir el Evangelio, que no se encuentra en otros lugares”, explica el P. Bonavía, para luego complementar: “La sabiduría que genera la lucha cotidiana por sobrevivir es muy reveladora y cuestionadora de nuestros modelos de cristianismo. Por eso me considero un discípulo, un mal discípulo en realidad, de la comunidad de Possolo.”
“Cuando me preguntan, no tengo dudas. La vida comunitaria es todo para mí”
Pbro. Pablo Bonavía
También fue profesor de teología —más concretamente, de Teología Fundamental—, asignatura a la que le guarda un especial cariño: Di esa materia durante cuarenta años en la Facultad. La teología me parece muy relevante, sobre todo cuando es estudiada y reformulada desde la perspectiva de quienes han sido más castigados por la vida y la sociedad. Por eso me siento muy identificado con la teología latinoamericana de la liberación, que hoy no tiene buena prensa pero que para mí es un insustituible aporte del Espíritu Santo desde los crucificados de América Latina para el mundo entero».
Una vocación impensada
“Mi vocación se fue gestando poco a poco, fue un proceso. A mi familia la tomó por sorpresa, pero luego vieron que era lo que me hacía feliz y lo que me completaba. Lo que atrajo mi atención especialmente en mi camino vocacional —y por eso digo que mi llamado es fruto de una manera de vivir la Iglesia— es que encontré espacios comunitarios donde se vivía intensamente la cercanía y el apoyo de unos para con otros y todo ello desde una profunda relación con el Dios testimoniado por Jesús. Me sentí llamado a promover esa manera de relacionarnos dentro de los distintos espacios cristianos”, afirma el P. Bonavía, antes de repasar las distintas experiencias que vivió en sus primeros años como diácono y sacerdote.
Para el párroco de San Antonino, la coyuntura social en la que desarrolló su vocación también marcó su presbiterado: “Entré al Seminario a los veinte años, luego de haber cursado en la Facultad de Derecho. En ese momento, la Iglesia de Montevideo vivía probablemente la mayor movilización comunitaria que haya tenido. Tengo entendido que en 1968, año de mi ingreso al Seminario, había doscientos grupos de diferentes parroquias y movimientos trabajando intensamente para analizar lo que ocurría en nuestro país. Luego vinieron los tiempos de la dictadura, muy complicados, dolorosos e injustos. Pero, incluso en esos momentos tan difíciles, fue importante tener la mirada puesta no sólo en la interna de la comunidad cristiana sino en descubrir en medio de los procesos sociales e históricos compartidos con todos, ese Reino de Dios del cual hablaba Jesús y que la Iglesia está llamada a anunciar y apoyar”.
Su recuerdo cambia cuando menciona sus meses previos a su ordenación sacerdotal. En enero de 1974 Pablo, por entonces diácono, fue llevado preso por unos días junto con su párroco, el P. Ismael Ribas y su compañero de ordenación Jorge Faget. “Fue una época cruel, pero tuvimos la gracia de contar con la presencia de Mons. Carlos Parteli al frente de la Arquidiócesis de Montevideo. Fue un hombre tremendamente cercano e impresionantemente lúcido, tanto en lo teológico como en lo pastoral. Lo que el papa habla ahora de sinodalidad, ya era una perspectiva que implementaba Parteli en aquellos tiempos”.
La riqueza del encuentro
“Hoy estoy muy contento en San Antonino. Es una comunidad muy acogedora en todos sus espacios y actividades. En esta tarde, por ejemplo, estamos compartiendo con vecinas y vecinos una olla popular para gente en situación de pobreza extrema. Acá hay laicas y laicos que se sienten comprometidos y tienen un rol muy importante apoyados de cerca por nuestro diácono permanente Miguel.”, reflexiona el P. Bonavía.
De acuerdo con el párroco, en su tarea día a día ve los frutos de del trabajo solidario: “Con este servicio se valora, cada vez más, la idea de vecindad como algo en lo cual la propia comunidad cristiana encuentra el paso de Dios a través de la sencillez, la solidaridad, la alegría y el apoyo mutuo. El espacio comunitario es el milagro, hecho posible por Jesús y su Evangelio, de hacer aflorar en cada uno lo mejor que tiene, para ponerlo al servicio de los demás”.
Acompañando a P Pablo Bonavía en la celebración de sus 50 años de sacerdote. pic.twitter.com/VAS8NyobcI
— Daniel Sturla (@DanielSturla) June 16, 2024
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos
2 Comments
Necesitamos más Curas como él.Las nuevasgeneraciones que desde mi Parroquia veo pasar parecen muy distintas….Felicidades en estos 50 años de «entrega»
Una vida dedicada a crear comunidades., en las parroquias donde estuvo. Felicitaciones por toda su labor y experiencia y su vida!! Gracias a él por toda sus enseñanzas