Durante el mes vocacional queríamos tener el testimonio de una familia, de un hombre y una mujer que con esfuerzo, amor, muchas lágrimas, pero sin dudas muchas más alegrías, encarnaron eso que el Magisterio llama iglesia doméstica
La familia que formaron Beatriz Jourdan y Ernesto Pérez —junto con Dios como ellos remarcan justamente— tiene ocho hijos: Luciana de 25 años, Agustina de 24, Florencia de 22, Ignacio de 19, Nicolás de 16, Martina de 14, Valeria de 11 y Camila de 8.
Ernesto trabaja con sistemas informáticos para diferentes clientes e instituciones. Beatriz es docente de educación inicial y estudió profesorado de educación física, pero no terminó. De hecho trabajó hasta que nació su tercera hija y en ese momento, de común acuerdo con Ernesto, llegaron a la conclusión que se encargara de llevar adelante el hogar.
Un regalo de Dios
Pero esta historia que va camino a los 30 años, es la unión de dos historias. Por un lado la de Ernesto que creció en un hogar sin ninguna formación religiosa; pero que cuando conoció a quien sería su esposa conoció también un camino hacia la fe, hacia el encuentro con Dios. De más está decir que esta buena noticia le hizo ver la vida con ojos nuevos.
Igualmente Beatriz matiza: “cuando conocí a Ernesto tenía los valores universales bien plantados, tenía más vida espiritual que gente que se decía creyente; eso siempre me impactó”. No siempre partimos de cero y es bueno que la persona que te acompaña en el camino lo pueda percibir.
El caso de Beatriz es diferente: “mi familia siempre le dio mucha importancia a la fe y al sentido de la existencia. Siempre estuve abierta a la voluntad de Dios”.
Pero algo que sorprende de su testimonio es que “desde chica le pedía con mucha fuerza a Dios que el día que me enamorara, me diera la persona que Él quisiera para mí”. Beatriz tenía clara su vocación y más claro aún que Dios llevaría la historia a buen término.
Hay que tener la convicción de que Dios renueva las cosas. Nos seguimos maravillando hasta el día
de hoy.
Tiempo de discernimiento
Se conocieron en un club, al que ambos concurrían, y sin saber que vivían a dos cuadras de distancia. “En esas charlas de vuelta del club nos empezamos a conocer” dice Beatriz. “Cuando nos conocimos íbamos al club dos veces por semana, después empezamos a ir cinco”, comenta entre risas Ernesto.
La etapa del noviazgo, para los esposo cristianos, es una etapa de discernimiento. y así lo vivió la pareja. “Cuando él me habló, comenta Beatriz, le dije que todavía no quería ennoviarme por un montón de temas. Fue una etapa muy linda desde ese momento, nos permitió dar un paso más. Quería que nos conociéramos y habláramos de un montón de cosas antes de dar ese paso”.
“Fue una etapa pre noviazgo. Comenzamos a hablar de temas que no lo hacíamos como amigos”, añade Ernesto. De esa etapa ambos guardan un recuerdo entrañable, y sobre todo muy rico en crecimiento en la fe, la paciencia y el amor. Fue una etapa clave para encarar el don que dios tenía preparado para ellos: el matrimonio.
Cuidar el día a día
Se comprometieron cuando llevaban un año y medio de novios, y se casaron un año y medio después. “Cuando nos comprometimos ninguno de los dos trabajaba, solo estudiábamos. Casi le da un infarto a la familia de Ernesto porque es hijo único. Fue una bomba. Pero ahí estuvo la Providencia, todas las piezas se fueron ordenando y las familias nos apoyaron mucho”.
Para ellos no era el simple hecho de casarse, sino que sentían muy fuerte la necesidad de recibir el sacramento. Esa alianza entre ellos y Dios; que los sostiene hasta el día de hoy, en las buenas y en las no tan buenas. La comunidad de fe, los amigos y sobre una fuerte interioridad son factores claves en un matrimonio.
“Hay que tener la convicción de que Dios renueva las cosas. Nos seguimos maravillando hasta el día de hoy. En un matrimonio hay que saberse acompañar, nos consideramos realmente amigos. Hay que saber con quién hablar, cada pareja es un mundo”, afirma Beatriz.
Y Ernesto deja unas palabras para aquellos jóvenes que sienten que su llamado es al matrimonio, a formar una familia, “conversen mucho antes del noviazgo, es fundamental». “La comunicación permanente no puede perderse. El cariño y el cuidado por el otro nunca tiene que perderse de vista. Es muy frágil, es muy delicado”, concluye.
3 Comments
Felicitamos a esta familia cuya historia edifica y fortalece !!! Gracias a Dios
Es tan cierto como respirar, que en un matrimonio, en que ambos cuentan con el apoyo de Dios, todo se puede. Hay que tener fe, confianza mutua y lo demás, si conversaste como deseabas encarar tu vida y fuiste honesto en el noviazgo, todo lo podrán, es sumamente importante el compartir todo, desde lo espiritual hasta lo cotidiano.-
muy lindo ejemplo de vida,donde existe el amor verdadero.