Para la mayoría de nosotros, levantarse a la mañana y posar nuestros pies en un piso de material, de madera, de baldosa, es algo habitual. Ir al baño dentro de nuestra casa, ducharnos con agua caliente, tener acceso a saneamiento o electricidad, sin el peligro de una instalación precaria, también es algo común. Sin embargo, para decenas de miles de uruguayos esta no es la realidad diaria. Sus casas no son de un material resistente, sus pisos son de tierra, lo más parecido a un baño está fuera… ni pensar en agua corriente, saneamiento o una instalación eléctrica segura. Pero el tema del déficit habitacional tiene varias aristas.
Uno de los primeros problemas es la falta de datos específicos. Según el último Censo Nacional, existe un déficit cualitativo de setenta mil viviendas en nuestro país. Se entiende este déficit cualitativo como hogares con hacinamiento, falta de servicios básicos o falta de vivienda propiamente dicha.
A su vez, existe una aparente paradoja en los números presentados en el mismo Censo: hay casi un 20% de viviendas desocupadas en todo el territorio nacional. Claro que en este número se cuenta las viviendas de uso estacional, es decir, que se usan para vacaciones o alquileres temporales. Maldonado y Rocha destacan como los departamentos con mayor porcentaje de viviendas desocupadas, con un 45,2% y un 42,1% respectivamente. Por tanto, no todas las casas desocupadas, están verdaderamente desocupadas.
Por otro lado, Montevideo, tiene el mayor porcentaje de viviendas ocupadas (90,4%) y presenta el menor porcentaje de desocupación con apenas el 9,6%.
Tampoco se sabe la situación real de estas viviendas; en qué estado se encuentran, si cuentan con servicios básicos… En fin, faltan más datos específicos, de allí que se haga aún más difícil solucionar la situación.
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En este contexto, también existen algunos números sobre asentamientos irregulares. Algunos de ellos provienen de la actualización cartográfica nacional que publicó en febrero pasado por el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (MVOT) y cuenta con datos diciembre a 2024. Según este relevamiento existen seiscientos sesenta y siete asentamientos irregulares en Uruguay. Si bien hubo una caída de veinticuatro asentamientos con respecto a 2020, fecha del reporte anterior, un dato muy preocupante es que solo un departamento no cuenta con asentamientos: Flores.
Entre Montevideo y Canelones se encuentran casi el 71% de los asentamientos (trescientos cuarenta y cinco en la capital, y ciento veintiocho en el departamento canario). Artigas, Paysandú y Salto también tienen un importante número de viviendas irregulares.
En Montevideo, específicamente, los asentamientos se encuentran en la zona norte y noroeste del departamento, donde hay más déficit de servicios básicos y que, además, se encuentran más alejados de la zona céntrica, lo que implica muchas veces gastos para quien se quiera trasladar allí.
Otro punto es que la inseguridad habitacional acarrea perjuicios en otros ámbitos de la vida: familiar, educativo, laboral. Una vivienda digna hace al bienestar de la persona. Es por esto que varias organizaciones de la sociedad civil y de la Iglesia trabajan para que muchas personas puedan acceder a estas viviendas. En este informe presentamos dos ejemplos: Cireneos o Piso Digno.
Tras los pasos de Simón de Cirene

“BARRIO SANTA EUGENIA. Nos mueve el SUEÑO de una VIDA DIGNA para todos”. El enorme cartel verde destaca con facilidad. El mensaje, en tono blanco, es absolutamente claro. Un hogar para cada familia.
“Tengo mi casa gracias a Cireneos, y lo bueno es que tengo la oportunidad de ayudar a otros vecinos a participar en esta misma iniciativa” explica Daniel Martínez, beneficiario que ahora es parte de su equipo de trabajo. Daniel y su familia estaban instalados en un terreno que era privado, y las gestiones de desalojos los dejarían sin su hogar. Pero Cireneos les permitió acceder a una nueva casa:
“Trabajo en la construcción, y ahí comencé a edificar. Todo lo que hacía sabía que en cualquier momento se podía ir, porque el lugar nunca iba a ser nuestro. Era una amargura constante, porque no tenés a dónde ir y tu lugar en realidad no es tuyo. Cireneos nos presentó un proyecto muy lindo, y que involucraba nuestro trabajo, no es que nos fueran a regalar las casas (…) La tranquilidad de saber que podés invertir en ella, que es tuya, te invita a progresar. Tu mente trabaja de otra manera, ahora te enfocás en salir adelante, en crecer”.
“Esto me mueve ayudar a otras familias a que logren lo tengo ahora, que es la casa. A Dios lo encuentro cuando ayudo o cuando me ayudan, cuando es de corazón. Son cosas chicas, pequeñas, pero que nos permiten descubrir su amor. Eso te llena el alma, y cuando uno tiene el alma llena, siente felicidad”, resume Daniel.
Precisamente, la fe es el espíritu de todo el proyecto. Simón de Cirene fue un hombre que, según se cuenta en los evangelios sinópticos, regresaba del campo cuando los soldados romanos lo obligaron a cargar la cruz de Jesús. El Hijo de Dios se dirigía hacia el Gólgota, donde posteriormente fue crucificado. Ahí se origina la identidad de la Asociación Civil Cireneos, una organización sin fines de lucro cuyo objetivo es posibilitar una vida digna.
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“Cireneos trabaja con voluntarios misioneros, los cuales se ven identificados en el personaje bíblico de Simón de Cirene, un hombre que es obligado a cargar con la cruz de Jesús. Simón se encuentra en esa situación, no era necesariamente cercano ni un seguidor suyo, pero de igual manera se hizo cargo de esa situación. En esta imagen nos basamos, para ayudar a los más necesitados a cargar con sus cruces”, explica ‘Jimmy’ Mc Cubbin, laico que dirige a la organización.
¿Cómo se trabaja esta situación de servicio y misión? “Cireneos brinda un apoyo integral a familias que viven en máxima precariedad. Nosotros nos enfocamos en tres pilares: la vivienda, la educación y la fe. Se busca un abordaje amplio, porque no trabajamos sobre la vivienda sin contemplar la educación, o sobre la educación sin considerar la fe”, desarrolla Mc Cubbin, para posteriormente mencionar algunas áreas concretas de servicio: “¿Cómo ayudamos al más necesitado a cargar con su cruz? Llevando propuestas de educación, buscando generar una salida laboral y realizando talleres, clases de cocina, herrería o sanitaria, acompañando a los niños durante su período escolar, o proponiendo actividades deportivas para buscar un desarrollo más completo. Desde lo lúdico podemos enseñar valores, la importancia del compromiso, el trabajo en equipo y otras cosas que el deporte nos permite. Con respecto a la vivienda digna, creemos que es un pilar fundamental para que cualquier persona se pueda desarrollar correctamente. Una de nuestras propuestas es un hogar transitorio, que consiste en un container, y luego se trabaja sobre una vivienda definitiva”.
Cireneos comienza bajo esa misma base, y ya lleva ocho años. Su primer lugar de servicio fue en el barrio Santa Eugenia —por aquel entonces, un asentamiento—, pero en la actualidad se trabaja de manera simultánea en otras cuatro zonas: Costanera (en Canelones), Humberto Pica (en Melo), y Viejo Berrán y Roberto Mariano (en San José).
“La realidad del proyecto Colmena, en Santa Eugenia, comenzó con una asamblea de más de ciento cincuenta vecinos para acordar las implicaciones, los compromisos y las dinámicas de convivencia barrial. No lo impusimos nosotros, desde Cireneos, sino que fue un consenso entre todos ellos. Y con el aporte de todos, cada familia colaboró con veinte horas semanales de trabajo por seis meses, para ayudar con las obras del barrio”, complementa McCubbin.
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El primer obstáculo al que se enfrentan es encontrar terrenos aptos para la construcción de las viviendas. “Los proyectos de relocalización son complejos, y disponer de zonas que sean urbanas o urbanizables, con todo lo que eso conlleva, es la primera barrera que hay que superar (…) Cualquier tipo de inversión es muy costosa, el metro cuadrado de construcción no baja de los mil dólares, y se requieren grandes equipos de trabajo”.
Para ocuparse de este pilar, es que se generó Rancho Cero, una iniciativa que se ocupa específicamente de generar soluciones habitacionales: “Desde que se repartía torta de jamón y queso y chocolatada por Santa Eugenia, sabíamos que había que hacer algo más. Primero buscamos mejorar sus construcciones y después aparecieron los contenedores. Solo en Colmena hay tres hectáreas y cuarenta viviendas más. A raíz de eso buscamos llegar a otros lugares”, indica Ignacio ‘Nacho’ Pérez, su coordinador.
Rancho Cero entregó diez viviendas más: dos en Paysandú, una en Tacuarembó, una en Salto, una en Rivera, dos en Maldonado y tres en Canelones. “No tenemos la capacidad de recursos para identificar a las familias necesitadas, así que nos contactamos con distintas organizaciones sociales que sí cuentan con los equipos técnicos necesarios. Nuestro espíritu es lograr la solución habitacional en el mismo lugar en el que se encuentran. Luego de aprobar la solicitud y de realizar la evaluación logística, es que buscamos el financiamiento. Cada hogar demanda un costo de quince mil dólares y es solventado con donaciones. También contamos con muchos voluntarios y con cuadrillas que visitan los lugares, aspecto fundamental en todo este proceso”, detalla Pérez.
Que ningún niño nazca en el barro

Piso Digno surgió el 31 de agosto de 2021 por iniciativa de Pablo Bartol y Santiago Caramés. Poco después de terminar sus funciones como ministro de Desarrollo Social, en mayo de 2021, Bartol fue a descansar a Paysandú, pero terminó recorriendo el asentamiento Antena 35.
Piso Digno era, hasta ese momento, una idea que había anotado en su celular, en 2016, pero al ver a una mujer embarazada de siete meses sintió que el proyecto debía dar a luz cuanto antes. Por eso el lema del proyecto es: “Que ningún niño o niña nazca en un piso de tierra”.
Pensó, en un principio, colocar hormigón, pero al evaluar que el tiempo de fraguado era prolongado, pasó al piso de madera, que reduce la humedad en el ambiente. Los pisos que construyen son elevados de madera, tienen tablas de pino, nylon 100 micrones, tirantes de eucaliptus grandis y estacas de eucaliptus colorado.
“Lo que hay que destacar es que se trata de un piso elevado que separa la vivienda del barro. En los días de lluvia, la gente ya no pisa más barro”, dice Matías Acosta, coordinador general de Piso Digno. “Muchas veces, después de terminado el piso, te dicen: ‘No sabés cómo duermo ahora, porque tengo la cama derechita’ o ‘Ya que me hiciste un escalón, voy a poner una pared con los recortes que sobraron y voy a separar el cuarto’. Ellos mismos se van dando idea de cómo acomodar la casa”.
En Piso Digno se busca que las familias sean protagonistas de la transformación de sus casas. “Es un trabajo que lo hacemos en conjunto. No es que nosotros les construimos el piso. No, nosotros los ayudamos a hacer el piso. La idea es involucrarlos y que tengan un sentido de pertenencia por lo que hacen. Mañana lo van a terminar valorando mucho más a ese trabajo”, reflexiona Acosta. Eso exige una capacitación a una población que vive hacinada en un espacio de veintitrés metros cuadrados, y son unas seis u ocho personas por familia. Otras son madres solteras con cuatro o cinco hijos. Para llegar a ellos los referentes barriales son claves, ya que son quienes presentan los casos.
Además de Paysandú, el proyecto está presente en Montevideo, Canelones, San José y Salto. En cuatro años se llegaron a construir más de mil pisos en ciento diez asentamientos.
Hasta mediados de octubre de 2025, Piso Digno lleva veinticuatro mil metros cuadrados construidos y cerca de cuatro mil personas beneficiadas, de las cuales la mitad son niños.
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Piso Digno se sostiene a través de donaciones de privados y aportes de empresas, a través de la ley de donaciones especiales. Por otra parte, los aserradores grandes son quienes donan la madera: las tablas y los tirantes. Las estacas, los clavos y la pintura corren por cuenta de la fundación.
Los pisos son construidos por tres personas contratadas: dos en Montevideo y una en Salto, dado que están en los dos departamentos de manera simultánea.
“Son auxiliares, que cuando entran a la fundación tienen muchas ganas de colaborar pero no saben cómo hacer un piso”, explica Acosta.
Pero muchos de ellos tienen alguna idea de cómo es el trabajo debido a que fueron beneficiarios.
“Imaginate el cambio de la gente: de tener piso de tierra, a pasar a tener un piso elevado de madera, a conseguir un trabajo formal —porque por lo general la gente que vive en asentamientos no está acostumbrada a tenerlo—, capacitarla durante un año, un año y medio, dos años, y que empiece a trabajar en una empresa constructora. Este es el proceso que buscamos en Piso Digno”, señala Acosta.
En los últimos meses, la fundación está incorporando la rama de voluntariado con algunas jornadas.
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Las embarazadas son una población que Piso Digno tiene como prioridad. Por eso, trabaja en conjunto con Uruguay Crece Contigo (UCC), un programa del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), que ofrece apoyo y prestaciones a mujeres embarazadas y familias con niños de hasta cuatro años, especial aquellas que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Además, tiene un convenio con el hospital Pereira Rossell. “Donde nace un niño, va la asistente social, le hace la entrevista a los padres y si detecta que vive en piso de tierra, inmediatamente se contacta con nosotros y ahí vamos a hacerle el piso. La idea es tratar de hacer el piso cuanto antes, para prevenir enfermedades pulmonares”, dice Acosta.
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Piso Digno tiene como objetivo a corto plazo expandir su idea y llevarla a Argentina. Su idea es empezar en Concordia, en la provincia de Entre Ríos. Desde la organización confirmaron que mantuvieron una reunión con el intendente de la ciudad y su equipo para presentarle su propuesta de solución de emergencia.
La otra meta, en Uruguay, es llegar a los departamentos de Rivera y Artigas para que ningún niño o niña nazca en un piso de tierra.
Cifras
667
Son los asentamientos en Uruguay según un relevamiento del MVOT.
114
Familias están viviendo en un nuevo hogar a través de Cireneos.
24.000
Metros cuadrados lleva Piso Digno desde su fundación.
4.000
Uruguayos beneficiados gracias a la obra de Piso Digno; la mitad son niños.
Redacción: Fabián Caffa, Camilo Genta y Leandro Lia.

