Uruguaya y católica, Luz del Alba es la soprano de trayectoria mundial que interpretó el Himno en el cambio de mando presidencial de marzo. Sus primeros cantos, de adolescente, fueron en la iglesia en Maldonado
Publicado en Entre Todos N° 473
Luz del Alba Rubio es una soprano uruguaya que nació en Maldonado y desde los 20 años ha tenido la oportunidad de viajar por el mundo gracias al canto. Ha cantado en basílicas en Roma, en Compostela, en iglesias como la Macarena, en catedrales como las de México DF y Puebla o San Patricio en Nueva York, en Ginebra, París, en monasterios en España, Francia y el Tíbet, entre otros lugares. El 1° de marzo de 2020 fue quien interpretó el himno nacional uruguayo en la ceremonia del cambio de mando presidencial en el Palacio Legislativo. “Fue una alegría haber podido ser la primera mujer que cantase el himno nacional en el Palacio Legislativo y en la versión original, tal cual el compositor Francisco José Debali la compuso”, aseguró.
En la siguiente entrevista, la cantante uruguaya cuenta cómo ha transitado su carrera internacional, habla de su testimonio como católica, de cómo la fe la guió y ayudó a sobrepasar momentos difíciles de su carrera en relación al tema de público conocimiento con el cantante Plácido Domingo; y de cómo fue cantar en la ceremonia del cambio de mando presidencial en su país de origen.
¿Desde cuándo está viviendo y trabajando como cantante en el exterior?
En 1992 viajé a Europa representando al Uruguay en la Exposición de Sevilla, España, en la conmemoración de los 500 años del descubrimiento de América. Junto al coro que integraba, De Profundis, realizamos una bellísima gira alrededor de varios países europeos cantando en maravillosos lugares llenos de historia y arte.
El primer lugar donde canté en Europa, el nuevo mundo que estaba conquistando, fue en la Iglesia de la Macarena en Sevilla. Nada podía ir mal si comenzaba en ese lugar tan especial. Sabía que no regresaría al Uruguay con todos mis compañeros luego de terminada la gira. Realicé una audición en el conservatorio de Ginebra en Suiza y fui aceptada para cursar el perfeccionamiento de canto. Allí, continué los estudios que había comenzado en la Escuela de Música y la Escuela de Ópera en Montevideo.
Siempre supe que cantar era mi camino, me hacía feliz y me sentía completa. Europa podía ofrecerme los estudios y las oportunidades para convertirme en la cantante de ópera que soñaba ser. Luego de culminar dos años de estudios en Ginebra fui a Perugia, Italia, donde vivía la maestra de canto que fue mi mentora y guía por varios años, Carmen Gonzales. Transitar por la región de Umbria o Asis, capital espiritual en el mundo, me permitió conocer de primera mano la vida de San Francisco entre las calles y campos que él mismo pisó, cantar en iglesias antiguas y llenas de energía… realmente me ayudaron a construir sabiduría llena de momentos mágicos y conocimientos.
¿Cuándo llegó a los Estados Unidos? ¿Cómo vivió esos años?
En 1998 comencé a ganar concursos internacionales y en 1999 empecé a cantar muchísimo en teatros de ópera y en festivales alrededor de Italia y Alemania. Tuve la oportunidad de hacerme escuchar por Plácido Domingo y me invitó a participar en producciones de opera en Washington y Los Ángeles.
Fueron años intensos, que se vivían muy rápidos, pero siempre la misma intención: ser feliz cantando, ayudar a mi mamá que estaba en Uruguay y aprender, siempre. La verdad es que sufrí enormes desilusiones de esta gente que admiraba y había sido referente en mi carrera, pero reafirmé mis valores morales que jamás me permitieron alejarme de los conceptos esenciales de mujer de conducta recta. Logré vencer tentaciones de ofrecimientos de grandes posiciones y riquezas, lo que me permitió no perder mi integridad como mujer y mejor persona.

El canto del himno en el Legislativo fue para la soprano un honor y una responsabilidad. PRESIDENCIA
¿Cómo la fe y sus valores guiaron su accionar y le permitieron seguir adelante con su carrera en esos momentos de desilusión que comentaba y que son de público conocimiento?
Una carrera en cualquier campo laboral se construye sobre formación, trabajo, oportunidades. Se estudian determinados años, se obtiene el diploma, se comienza a trabajar, se llega a los años de retirarse y generalmente se escucha decir: ahora me ocuparé de lo que me gusta hacer. Una carrera vocacional y artística está basada en las emociones, en la necesidad de expresar el propio ser a través de esa cualidad o talento. Un artista nace y muere con su “carrera” para poder llegar a vivir de ello, además de cumplir los requisitos de tener preparación académica, se necesita pasión y amor por lo que se hace. Además de ello, cuando se es creyente, se vive en continuo agradecimiento de poder manifestar tus sentimientos y amor a través de tu don y poder vivir de ello.
En una carrera artística son esenciales los modelos de otras figuras exitosas que influyen y dan esperanza a tu camino personal y construcción de esa carrera que te acompañará el resto de tus días y, además, influirá en tantas otras personas. Tiene la facultad de tocar miles de vidas, de ayudar a sobrellevar momentos difíciles. No es por nada que, desde el comienzo de nuestra historia, quien usaba la voz humana, el primer instrumento musical, en cantos de sanación, conmemoración, tristezas, era quien desempeñaba las artes de guía en sus comunidades.
Plácido Domingo fue quien puso nombre a mi vocación. A los 14 años fui al cine Concorde, cerca de mi casa. Vi la película Otello. Era la ópera de Giuseppe Verdi realizada en cine. Era la primera vez que veía ópera. Siempre supe que tenía una voz especial para cantar, que me hacía feliz, y estaba buscando dónde desarrollar ese talento. Ya había cantado en casamientos en la iglesia, y siempre cantaba en casa y para mis amigos. Canciones populares, folklóricas. No sabía de la existencia de la ópera. Cuando vi esa película supe que querría dedicarme a eso y, sobre todo, que yo podía hacerlo. Tenía fe.
Plácido Domingo fue el héroe que comencé a escuchar y abrió un mundo nuevo y maravilloso a través de sus discos. Ya sabía dónde tenía que focalizar mi trabajo. Se entiende entonces, que cuando en 1999, estando bajo el mismo techo en la ópera de Roma, yo sabía que debía conocerlo y escuchar sus consejos. Fue algo vital para mi vida y carrera. Con sus breves consejos y habiéndome contratado para cantar junto a él en Estados Unidos, mi actividad se amplió. Ya estaba cantando en Italia, Alemania y Francia.
Entiendo muy bien que fui naif y creí aquello que estaba dentro de mi mente sin “ver” el lado oscuro de una realidad que me golpeó muy fuerte. Había forjado mi personalidad sobre libros del Don Quijote; el espíritu de aventura y templanza de guerrero de otros tiempos es lo que me identificaba. La Biblia y haber tenido acceso a sus lecturas, construyeron mis principios que me acompañan siempre. Cada uno de los diez mandamientos son la guía que siempre me ha ayudado a superar momentos difíciles.
Cuando el héroe de tu vida muestra una cara oscura, horrorosa, e intenta que tú cambies tu modo de ser y actuar, cuando te muestra las bellezas que podrías conquistar si accedes a sus deseos llenos de lujuria, cuando ves que esto lo ha hecho con muchas artistas más antes que tú, y también al mismo tiempo, tienes la elección de acceder a esos momentos que te ofrece y obtener como recompensa una carrera aún más importante y económicamente más abundante; o decir que no, porque sigues tus principios y valores que los ves fundamentales para luego no llevar una vida de arrepentimientos.
Es cierto que muchas veces pensé y me cuestioné si había hecho lo correcto, habiendo visto desvanecer los trabajos prometidos y no ser jamás invitada a cantar en sus teatros, sobre todo viendo a mi lado mujeres que sí accedieron a las lujurias del maestro Domingo y sus carreras artísticas crecieron y hoy día las reconocen como grandes divas mundiales.
Pero, sé que hice lo correcto, lo justo, lo que mi fe y mi corazón me dictaron. Vivo en paz conmigo misma y mi canto todavía está fuerte y puro, pues viene directamente desde mi alma.
A su vez, trabajó en la Arquidiócesis de Nueva York en Estados Unidos, ¿qué actividades desempeñó allí?
La Arquidiócesis de Nueva York llegó a mi vida hace muy poco. En 2017 mi hijo comenzó su escuela en el colegio Sagrado Corazón. Luego la directora me ofreció ser la profesora de música y acepté con mucho placer; allí pude enseñar a niños de entre 3 y 13 años músicas típicas nuestras, de Uruguay, y del resto de América Latina, por ejemplo. La música siempre fue un gran puente para unir las culturas de los países que me recibieron con los brazos abiertos.
En 2019 conocí al P. Lorenzo Ato y junto a él pude trabajar en el Ministerio Hispano de la Arquidiócesis de Nueva York, creando eventos musicales en la Parroquia St. Ecumenico en Bajo Manhattan y en la grandiosa Catedral de San Patricio para países latinoamericanos.
¿Alguna vez tuvo la oportunidad de cantar en el Vaticano?
Sí, en el Jubileo del año 2000, en Roma, tuve el regalo de cantar el Ave María y demás cantos en el templo más antiguo del mundo dedicado a la Santísima Virgen: la Basílica de Santa María de Los Ángeles y Los Mártires. Allí se ofició la concelebración eucarística presidida por el obispo de Florida, monseñor Scarrone, para todos los obispos uruguayos que estaban presentes.
¿Cómo ha sido su vida en relación con la fe católica?
Cuando nací, mi papá tenía 66 años. Era escritor, periodista. Él me enseñó a leer; y mis primeros libros fueron El Tesoro de la Juventud, El Quijote y la Biblia. Era un hombre de fe, pero no acudía a la iglesia. Con mi madre, que estaba en su búsqueda espiritual, recuerdo mis primeros años de vida sentada en el “salón del reino”, de los testigos de Jehová. A los 9 años pude elegir por mí misma y decidí tomar la comunión.
Las primeras veces que canté fueron en el ámbito de la iglesia en Maldonado, en casamientos y conciertos; fue el lugar natural donde fui recibida junto a mi don. Por la libertad que tuve en elegir de profesar una religión, de viajar, de escuchar tanta gente de diferentes culturas, es que pude ver diferencias mínimas…. siempre el denominador común fue la fe.
La misma fe que me llevó a alejarme por 28 años de mi lugar de nacimiento, pues sabía que era lo correcto, la misma fe que me guió en decisiones críticas en determinados momentos de mi vida; la misma fe que me acompañó, que me ayudó a entender que tenía un manto protector, pero a la vez me permitía ver lo justo, la bondad, y también los peligros. Un manto protector que en numerosas oportunidades me salvó de peligros en Alemania, Rusia, China, Mongolia y Estados Unidos.
¿Cuál es la relación que encuentra entre cantar y la fe?
La confianza depositada en Dios me guía. Él fue quién depositó en mí una voz que es para compartir, para confortar a tanta gente, para alegrar a tantos otros….
Siempre digo que cada vez que abro mi boca para cantar, bendiciones vienen en mi camino; y que cantar es mi forma de orar. Es lo más sublime que puedo ofrecer a los demás y es testimonio que un Dios bondadoso, protector y lleno de alegría existe siempre, si estamos dispuestos a recibirlo.
Tuve la oportunidad de cantar en enormes basílicas en Roma, en Compostela, en iglesias como la Macarena, en catedrales como las de México y de Puebla o San Patricio en Nueva York, o en Ginebra, París y en monasterios en España, Francia y Tíbet… en todos estos lugares de fe recargué mi convicción de estar en el camino correcto, y agradecí inmensamente poseer este regalo, canté en forma de oración, desde mi alma, alabando a la vida y a Dios.
El pasado 1° de marzo del 2020 usted cantó el Himno nacional de Uruguay en el cambio de mando presidencial, en el Palacio Legislativo. ¿Qué significó este momento para su carrera artística?
Haber sido invitada para cantar en la ceremonia de juramento de nuestro presidente Luis Lacalle Pou y la vicepresidente Beatriz Argimón, significó para mí un gran honor como uruguaya y una gran responsabilidad como artista.
Fue una alegría haber podido ser la primera mujer que cantase el Himno nacional en el Palacio Legislativo y en la versión original, tal cual el compositor Francisco José Debali la compuso. Volver al origen de una ejecución cuando es justo y está bien hecho, es la mejor recompensa al artista comprometido a transmitir la belleza de una creación. Soy simplemente eso: una servidora fiel de Dios, a quien le dio la posibilidad de testimoniar con su voz la grandeza de la creación.