Cada semana, el movimiento, con sede en el Prado, Carrasco y Pocitos, sale al encuentro de más de doscientas personas en situación de calle para compartir lo cotidiano con Jesús.
La recorrida comenzará a las 20:15, pero Raúl, Sergio, Grisel, Teresa, Esther y Elena, ya están en la parroquia Virgen del Carmen y Santa Teresita desde las seis de la tarde. De ellos depende la preparación de las cinco ollas que los voluntarios repartirán en los cinco recorridos que tienen programados para el día, como ya es habitual en cada salida. “Somos siempre más o menos los mismos, aunque hoy nos falta un par”, explica Esther.
Es lunes 19 de agosto, y el frío se hace sentir en la calle. Los relojes marcan las siete y veinte de la tarde, y el grupo de jóvenes de Luceros está afuera, rezando el rosario. “Con este tiempo, es cuando más nos precisan”, comenta Raúl, quien detalla cómo durante la semana se organizan y coordinan para saber qué alimentos preparar.
“Por lo general, hacemos arroz o fideos, que es lo que recibimos de las donaciones, y si no llegamos a tener se junta en los días previos. Generalmente tratamos de que sean, por ejemplo, dos lunes de guiso de arroz y uno de guiso de fideos, pero depende de lo que haya. El pan lo dona la panadería Torre Eiffel, de acá cerca, y además algo dulce o bizcochos, para complementar”, repasa.
Todo el diálogo ocurre prácticamente de espaldas. El murmullo, las indicaciones y el ruido de la cocina se hace cada vez más presente, mientras un intenso aroma a comida de olla inunda la habitación y combate el frío. Dentro del aparente caos, en realidad todo tiene su orden natural. Primero comienzan por la carne. Luego es el turno de los vegetales para preparar el tuco —cebolla, morrón y zanahoria—, y por último se incorporan las papas, los boniatos y los zapallos. La carne es cortada detenidamente y en trozos visiblemente pequeños, para que todos la puedan comer.

Antes de comenzar la recorrida, el equipo de Luceros en el Prado se encomienda a Jesús y a la Virgen. El mismo mecanismo se implementa en sus sedes de Carrasco y Pocitos. Fuente: R. Fernández
“Lo que se agradece es el acompañamiento, no la comida. Todos en Luceros sabemos que el objetivo es el encuentro, no ser una olla o un comedor, sino ir a buscarlos y compartir con un plato caliente de por medio. Los voluntarios los conocen e incluso recuerdan sus nombres, sus cumpleaños, les llevan una torta. Se genera un vínculo precioso, es un movimiento espectacular”. Esta vez, quien habla es Sergio.
—¿Cómo llegaste a Luceros?
—Porque así lo quiso Dios… Una vez, uno de mis hijos me llamó llorando y me dice que se moría, que le habían diagnosticado cáncer con metástasis. ¿Te imaginás recibir una llamada así de tu hijo? Sentís que todo se te viene abajo. Fuimos con su madre a la Gruta y al mes le dijeron los médicos que no tenía nada, que era un error y que solo le encontraron un quiste congénito en el hígado. Yo entendí que estábamos en deuda con la Virgen. Un día pasé de casualidad por acá y hablé con un señor que barría la vereda. Él me habló del Movimiento Luceros, y ahí decidí sumarme.
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Aunque suene a cliché, en Luceros el plato de comida es una excusa para conversar con los más necesitados. De hecho, no se definen como una olla solidaria ni como un servicio de asistencia, sino como un grupo de oración.
“Salimos en la búsqueda de todos aquellos que se sienten solos, que no tienen familia o que duermen en la calle”, comenta Santiago, uno de sus jóvenes voluntarios, con una imagen de la Virgen de Salta en sus manos.
“Los recorridos son fijos, y se arman de manera de mezclar voluntarios con experiencia con aquellos más nuevos. Intentamos mantener los mismos grupos y que cada equipo tenga su propio responsable, para coordinar mejor el trabajo y que ellos pueden conocer a las personas que visitan”
Santiago Silva
Precisamente, el Movimiento Luceros apareció en 2008, luego de que un grupo de jóvenes fuese a Salta, Argentina, y regresara con la idea de empezar una obra para entregar un mensaje de fe. Movilizados por esa experiencia, comenzaron a reunirse en la casa de uno de sus integrantes y, poco a poco, salir a visitar a personas en situación de calle. Les entregaban algo para comer, un poco de abrigo y conversaban acerca de la Palabra de Dios.
—¿Qué fue lo que más les impactó en estos años de servicio?
—Lo que más me mueve el piso es ver la generosidad en aquellos que tienen menos —responde Lucía, adelantándose al resto de sus compañeros—. Nos pasó hace unas semanas que una persona con muchas necesidades nos regaló un paquete de fideos, porque también quería colaborar con el guiso. Es un gesto que se valora mucho y que va más allá de lo material. Ellos te esperan cada lunes y te comparten un poco de su vida”.

Durante el recorrido, sus integrantes también salen al encuentro de personas necesitadas, aunque originalmente no formen parte del recorrido inicial. Fuente: R. Fernández
“Es muy complicado sacar a las personas de la situación de calle, por lo que hay que saber manejar la frustración. En estos años, habré visto salir a dos o tres personas de la calle, y habremos visitado unas trescientas personas. La mayoría se acostumbra a ese estilo de vida y no lo abandona. Igualmente, lo que queremos transmitir es la oración, el encuentro con Dios”, enfatiza Pedro, quien coordina todo el trabajo en la sede del movimiento en el Prado, instantes antes de comenzar un último rezo y de que los cinco grupos se adentren en sus recorridos.
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Son puntualmente las ocho y media de la tarde, y el equipo ‘Plena’ es el último en abandonar el lugar. Su primera parada es una visita a Nicolás, pero al llegar no lo encuentran.
“Nicolás, ¿estás? ¡Somos nosotros!”, grita Pedro, asomándose dentro de una especie de carpa improvisada entre dos casas, pero sin éxito.
Sobre la vereda, un tanque con algunos trozos de madera —todavía chisporroteando— señalan que, hasta no hace mucho, Nicolás seguramente estaba allí.
“A veces pasan estas cosas. Consultamos con algún vecino, pero no saben, así que continuamos el recorrido y luego volvemos a pasar”, explica. Más tarde, esa misma noche, volverían a buscarlo, pero seguiría sin aparecer.
“En las tres sedes de Luceros trabajamos de manera coordinada, y siempre con el foco puesto en la oración”
Pedro Labat
La siguiente parada del equipo es con Roberto y ‘Coco’, dos cuidacoches que no están en situación de calle. Ellos trabajan en las inmediaciones del club Urunday y tienen sus familias, sus casas, sus cosas. Son parte de otra realidad.
—¿Cómo andás, Roberto?
—¡Qué alegría verte! Hacía semanas que no te veía —le responde a Pedro.
Las risas de Roberto rápidamente se empiezan a contagiar. La alegría ya se apodera de todo el grupo.
“Hoy iba a…”. La frase queda inconclusa. Roberto corre para asistir a un vehículo que está por salir de su lugar de estacionamiento. El mismo escenario se repite incontables veces, pero él va y viene con una sonrisa en su rostro.
—¿Hace cuánto que estás acá?
Roberto no llega a responder, lo llaman y se vuelve a ir. Vuelve con una sonrisa de oreja a oreja.
—Disculpame, pero acá la empresa es seria —dice antes de volver a soltar una carcajada— Estoy a cinco manos, pero tomamos el trabajo con mucha responsabilidad.
Roberto está en la esquina de Cuaró y Sitio Grande desde 2001, y recuerda con alegría cuando comenzó a recibir a Luceros: “Fue muy bueno ver a los chicos e irnos conociendo mejor. Para nosotros es un divertimento semanal, pero además vienen con la Palabra de Dios, y la fe es lo que nos permite tener esperanza y confiar en que sigue habiendo gente buena en el mundo”.
—Roberto nunca nos pide comida. Le ofrecemos, pero en realidad él viene porque quiere hablar con nosotros y rezar —aporta Pedro.
—Es que prefiero que se la den a alguien más necesitado. Yo consigo llenarme la pancita día a día, pero otros esperan a la noche y no tienen nada —responde Roberto, esta vez con un rostro mucho más serio.
‘Coco’ pide no hablar. Está visiblemente triste porque le vaciaron prácticamente toda la casa. “Lo material va y viene”, se limita a comentar. Los vecinos lo conocen muy bien, e incluso algunos cuentan que le dejan hasta las llaves del auto.
‘Coco’ sigue su camino, no sin antes despedirse del grupo con una de sus típicas frases reflexivas: “No te vas cuando te mueres, te vas cuando te olvidan”.
Una luz en la noche
En el Movimiento Luceros los equipos de Prado, Carrasco y Pocitos trabajan de manera coordinada. En la primera de las sedes, se preparan aproximadamente entre noventa y cien platos, distribuidos en los cinco recorridos y cada uno de ellos, con cinco voluntarios aproximadamente. Asimismo, en su cocina trabajan otros seis a siete voluntarios más. En sus otras dos sedes se reparten otro centenar de platos, aunque no se reúnen para su elaboración, sino que cuentan con «padrinos chefs» que entregan tartas para entregar a quienes más lo necesitan.
En la zona del Prado, las actividades comienzan todos los lunes a las seis de la tarde, en la parroquia de Los Carmelitas. En Carrasco, se reúnen el mismo día a las siete de la tarde, y el punto de encuentro es en la parroquia Stella Maris. Por último, en Pocitos la convocatoria es cada miércoles también a las siete de la tarde, en la parroquia San Alejandro.
Los voluntarios de Luceros visitan a personas que optan por no recibir la comida y sí el acompañamiento espiritual, por lo que en total se asiste a más de doscientos en cada semana.
¿Cómo colaborar?
Quienes deseen sumarse a esta tarea evangelizadora o que quieran apoyar de alguna manera su trabajo solidario, pueden comunicarse con el Movimiento Luceros a través de su perfil en Instagram (el usuario es @movimientoluceros), por WhatsApp (con un mensaje al 095013090 y 095960488) o por correo electrónico (donaciones@movimientoluceros.org).
Su equipo de voluntarios recibe donaciones, tanto de alimentos para preparar la comida de cada semana, como de aportes económicos para poder cubrir todos los gastos que tienen durante el año. Además, también precisan ropa y frazadas para repartir durante el invierno a quienes más lo precisan.
En Luceros remarcan que se puede apoyar su misión mediante la oración, rezando por los frutos del movimiento, por cada uno de los voluntarios que participan y por las distintas personas que visitan en cada recorrida.
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos