Mensaje del Santo Padre para la III Jornada Mundial de los Pobres
El jueves 13 de junio se presentó, en la Santa Sede, el mensaje del Papa Francisco para la III Jornada Mundial de los Pobres que se celebrará el 17 de noviembre. Esta iniciativa del Santo Padre incluyó, durante el año pasado, la instalación de un consultorio Sanitario en la Plaza de San Pedro que atendió, en poco más de una semana, a más de 3000 consultas.
Además, el mensaje recoge el pedido del Pontífice de renovar las fuerzas para todos aquellos que ayudan a sus hermanos más vulnerables. En nuestra Iglesia hay innumerables ejemplos de amor fraterno a los más necesitados, que van desde merenderos y ollas calientes, pasando por el acompañamiento a personas enfermas, con consumo de drogas o con distintos tipos de discapacidades.
El título del mensaje es “La esperanza de los pobres nunca se frustrará” (Sal. 9,19) y el Papa destaca la “actualidad increíble” de este pasaje bíblico. Compartimos con ustedes algunos de los pasajes más relevantes.
Una situación que perdura en el tiempo
Al principio del mensaje el Papa Francisco explica que el salmo “se compuso en un momento de gran desarrollo económico que, como suele suceder, también produjo fuertes desequilibrios sociales”. Añade que “Era una época en la que la gente arrogante y sin ningún sentido de Dios perseguía a los pobres para apoderarse incluso de lo poco que tenían y reducirlos a la esclavitud”. Y sentencia “Hoy no es muy diferente”.
Para el Pontífice “Pasan los siglos, pero la condición de ricos y pobres se mantiene inalterada, como si la experiencia de la historia no nos hubiera enseñado nada. Las palabras del salmo, por lo tanto, no se refieren al pasado, sino a nuestro presente, expuesto al juicio de Dios”.
El pobre es el que confía en el Señor
En la segunda parte del mensaje el Papa Francisco se refiere a las formas modernas de esclavitud “a las que están sometidos millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños”. A esto suma las diferentes formas de violencia y humillación a la que los pobres están expuestos.
A continuación, el Santo Padre realiza un planteo sumamente duro del tratamiento que se le da a las personas más vulnerables en nuestras sociedades: “Con frecuencia vemos a los pobres en los vertederos recogiendo el producto del descarte y de lo superfluo, para encontrar algo que comer o con qué vestirse. Convertidos ellos mismos en parte de un vertedero humano son tratados como desperdicios, sin que exista ningún sentimiento de culpa por parte de aquellos que son cómplices en este escándalo. Considerados generalmente como parásitos de la sociedad, a los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza. Se está siempre alerta para juzgarlos. No pueden permitirse ser tímidos o desanimarse; son vistos como una amenaza o gente incapaz, sólo porque son pobres”.
El Obispo de Roma argumenta que “vemos a menudo a una multitud de pobres tratados con retórica y soportados con fastidio. Ellos se vuelven como transparentes y sus voces ya no tienen fuerza ni consistencia en la sociedad. Hombres y mujeres cada vez más extraños entre nuestras casas y marginados en nuestros barrios”.
En el siguiente apartado, el Papa Francisco asegura que si bien el contexto que el salmo describe es tristeza, sufrimiento y amargura, “se ofrece una hermosa definición del pobre. Él es aquel que ‘confía en el Señor’ (cf. v. 11), porque tiene la certeza de que nunca será abandonado”.
Y agrega el Santo Padre: “Es precisamente esta confianza en el Señor, esta certeza de no ser abandonado, la que invita a la esperanza. El pobre sabe que Dios no puede abandonarlo; por eso vive siempre en la presencia de ese Dios que lo recuerda. Su ayuda va más allá de la condición actual de sufrimiento para trazar un camino de liberación que transforma el corazón, porque lo sostiene en lo más profundo”.
Su grito aumenta y alcanza a toda la tierra
Otro tema que importa al Obispo de Roma es el de los muros que se construyen para separar a los más ricos de los más pobres: “El ‘día del Señor’, dice el Papa, tal como es descrito por los profetas, destruirá las barreras construidas entre los países y sustituirá la arrogancia de unos pocos por la solidaridad de muchos”. Y añade “La condición de marginación en la que se ven inmersas millones de personas no podrá durar mucho tiempo. Su grito aumenta y alcanza a toda la tierra”.
Para el Pontífice “No hay forma de eludir la llamada apremiante que la Sagrada Escritura confía a los pobres. Dondequiera que se mire, la Palabra de Dios indica que los pobres son aquellos que no disponen de lo necesario para vivir porque dependen de los demás. Ellos son el oprimido, el humilde, el que está postrado en tierra. Aun así, ante esta multitud innumerable de indigentes, Jesús no tuvo miedo de identificarse con cada uno de ellos: ‘Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis’”.
Por eso, para el Papa Francisco “Huir de esta identificación equivale a falsificar el Evangelio y atenuar la revelación. El Dios que Jesús quiso revelar es éste: un Padre generoso, misericordioso, inagotable en su bondad y gracia, que ofrece esperanza sobre todo a los que están desilusionados y privados de futuro”.
Amor gratuito
Más adelante, el Santo Padre reitera que “La promoción de los pobres, también en lo social, no es un compromiso externo al anuncio del Evangelio, por el contrario, pone de manifiesto el realismo de la fe cristiana y su validez histórica”.
Y por eso recuerda la figura de Jean Vanier, “quien con su dedicación logró abrir nuevos caminos a la labor de promoción de las personas marginadas… recibió de Dios el don de dedicar toda su vida a los hermanos y hermanas con discapacidades graves, a quienes la sociedad a menudo tiende a excluir”.
Igualmente, el Papa Francisco reconoce que “No es fácil ser testigos de la esperanza cristiana en el contexto de una cultura consumista y de descarte, orientada a acrecentar el bienestar superficial y efímero. Es necesario un cambio de mentalidad para redescubrir lo esencial y darle cuerpo y efectividad al anuncio del Reino de Dios”.
Y afirma que “Los pobres obtienen una esperanza verdadera no cuando nos ven complacidos por haberles dado un poco de nuestro tiempo, sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gratuito que no busca recompensa”.
Mirada de amor y mano tendida
También el Obispo de Roma se dirige en sus palabras a los voluntarios, “que muchas veces tienen el mérito de ser los primeros en haber intuido la importancia de esta preocupación por los pobres, les pido que crezcan en su dedicación”. Los llama, además, a dejar de lado “las divisiones que provienen de visiones ideológicas o políticas, fijemos la mirada en lo esencial, que no requiere muchas palabras sino una mirada de amor y una mano tendida”.
Advierte que “Antes que nada, los pobres tienen necesidad de Dios, de su amor hecho visible gracias a personas santas que viven junto a ellos, las que en la sencillez de su vida expresan y ponen de manifiesto la fuerza del amor cristiano”.
Los pobres, comparte el Santo Padre, “son personas a las que hay que ir a encontrar: son jóvenes y ancianos solos a los que se puede invitar a entrar en casa para compartir una comida; hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amistosa. Los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo”.
Es así que para el Obispo de Roma “La esperanza del pobre desafía las diversas situaciones de muerte, porque él se sabe amado particularmente por Dios, y así logra vencer el sufrimiento y la exclusión. Su condición de pobreza no le quita la dignidad que ha recibido del Creador”.
Sobre el final, el Papa Francisco deja en claro que “La condición que se pone a los discípulos del Señor Jesús, para ser evangelizadores coherentes, es sembrar signos tangibles de esperanza”. “A todas las comunidades cristianas y a cuantos sienten la necesidad de llevar esperanza y consuelo a los pobres, pido que se comprometan para que esta Jornada Mundial pueda reforzar en muchos la voluntad de colaborar activamente para que nadie se sienta privado de cercanía y solidaridad”, concluye.