Entre el 28 de julio y el 3 de agosto se desarrolló el Jubileo de los Jóvenes, una de las actividades más esperadas del año santo.
Desde el amanecer del lunes 28 de julio, Roma cambió. Seguramente incluso antes de ese día, miles de jóvenes turistas ya recorrían sus calles plasmando la alegría de la fe. Es que la capital italiana fue el centro de las actividades por un nuevo Jubileo de los Jóvenes, en el marco de la celebración del año jubilar.
La llamada Ciudad Eterna, que tantas veces fue protagonista de eventos históricos, se convirtió durante una semana en el punto de encuentro de más de un millón de jóvenes, de al menos ciento cincuenta países y de cinco continentes. Miles y miles de ellos visitaron basílicas, foros antiguos, plazas y museos, hasta llegar hacia Tor Vergata, donde se celebró la vigilia y la santa misa de envío.
Un recorrido de siete días
El programa oficial, que fue publicado previamente en la página web del jubileo, detallaba las actividades para cada uno de los siete días. Desde la llegada y distribución de alojamientos (lunes 28 de julio), la santa misa de bienvenida (martes 29, desde la Plaza San Pedro y con presencia de León XIV), las actividades de “Diálogos con la ciudad” (miércoles 30 y jueves 31, con eventos culturales, artísticos y religiosos), la Jornada de penitencia (viernes 1.º de agosto, en la que se ofreció especialmente el sacramento de la reconciliación), la Vigilia de oración con el santo padre (sábado 2) y la santa misa de envío (domingo 3). De estas dos últimas actividades también participó el papa León XIV, quien dejó importantes reflexiones para los jóvenes presentes.

En paralelo, los jóvenes turistas también tuvieron a disposición decenas de Info Points, sitios distribuidos por toda la capital en los que voluntarios ofrecieron orientación y ayuda en una gran variedad de idiomas: español, inglés, italiano, francés, polaco y portugués.
Tor Vergata como punto de encuentro
Durante la tarde-noche del sábado 2 de agosto, Roma vivió su esperada vigilia. Los itinerarios de más de un millón de jóvenes concluyeron en Tor Vergata, con un campo inmenso que ya había recibido por la misma consigna a san Juan Pablo II en el año 2000.
En medio de cantos, oración y silencios, el papa León XIV también se sumó a los fieles para compartir este momento de adoración eucarística. La actividad comenzó con la invocación al Espíritu Santo, para posteriormente meditar el evangelio de los discípulos de Emaús y rezar ante Jesús eucaristía.

Durante la Vigilia, León XIV también rezó por el descanso de María Cobo (española, de veinte años) y Pascale Rafic (egipcia, de dieciocho), quienes pretendían participar del Jubileo y fallecieron antes de llegar. En el caso de María, su deceso fue el 30 de julio antes de llegar a Roma, mientras que Pascale murió la noche anterior al inicio, en la capital italiana.
El sentido de la vida
Como era de esperarse, en la mañana del 3 de agosto, el campo amaneció cubierto de mochilas y sacos de dormir. Es que, en el mismo lugar y bajo un intenso calor, los jóvenes celebraron su misa de envío.
“Queridos jóvenes: Después de la Vigilia que vivimos juntos ayer por la tarde, volvemos a encontrarnos hoy para celebrar la eucaristía, sacramento del don total de sí que el Señor ha hecho por nosotros. Podemos imaginar que recorremos, en esta experiencia, el camino realizado la tarde de Pascua por los discípulos de Emaús (…) La liturgia de hoy no nos habla directamente de este episodio, pero nos ayuda a reflexionar sobre aquello que allí se narra: el encuentro con el Cristo resucitado que cambia nuestra existencia, que ilumina nuestros afectos, deseos y pensamientos”, introdujo el santo padre durante su homilía.

La prédica de León XIV también planteó distintas interrogantes: “Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad? Durante los días pasados ustedes han tenido muchas experiencias hermosas. Se han encontrado entre coetáneos provenientes de diferentes partes del mundo, pertenecientes a culturas distintas. Han intercambiado conocimientos, han compartido expectativas, han dialogado con la ciudad a través del arte, la música, la informática y el deporte. Después, en el Circo Máximo, acercándose al sacramento de la penitencia, han recibido el perdón de Dios y le han pedido su ayuda para una vida buena. De todo esto se puede deducir una respuesta importante: la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, como hemos escuchado en el Evangelio; más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría”.
“Muy queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús (…) Mantengámonos unidos a él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa, como nos han enseñado los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos. Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos. Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor”, concluyó León XIV ante más de un millón de fieles.
El jubileo en primera persona
Decenas y decenas de uruguayos viajaron hasta Roma para vivir esta semana tan especial. Uno de los grupos que se movilizó para hacer realidad este sueño fue la Pastoral Juvenil de Montevideo, quienes desde el año pasado organizaron distintas instancias preparatorias: desde ventas de bonos colaboración hasta clases gratuitas de italiano básico.

Paz fue una de las chicas que pudo participar del Jubileo: “Nosotros vinimos con el padre Marcelo [Marciano] y el padre Josué [Hernández], con un grupo de la Pastoral Juvenil en el que somos poco más de treinta jóvenes. Si bien la convocatoria original es al Jubileo de los Jóvenes, también aprovecharemos para estar en Međugorje [pueblo de Bosnia y Herzegovina], por lo que todavía seguimos viviendo esta fiesta”, explicó, ya culminada la misa de envío.
Para la joven, haber compartido toda la semana junto a más de un millón de jóvenes de todo el mundo es una experiencia que la marcó en todo sentido. “Todavía seguimos bajando a tierra y rememorando todo lo vivido. Como seguimos de peregrinación, eso también ayuda a reflexionar sobre esta jornada, que es un verdadero regalo del cielo. Creo que a todos nos impresionó muchísimo la cantidad de jóvenes que viven su fe con mucha intensidad, cómo Jesús les atraviesa el alma y están dispuestos a dejarlo todo por él. ¡Y es una locura! Porque fueron días intensos con personas de diferentes culturas, idiomas y contextos, con formas de expresarse que no son las nuestras, pero que manifestamos la misma fe en Dios, creemos en el mismo Padre, y eso nos movilizó. ¡Todavía siento que me explota el corazón!”, confesó.
Para Paz, las palabras se quedan cortas al intentar compartir su experiencia: “No encuentro la forma de decirlo, pero haber visto a más de un millón de personas en Tor Vergata, todos en silencio, adorando a Cristo, te deja sin palabras. ¿Cómo podemos poner en palabras todo lo vivido? Aún no lo sé, pero siento en mi alma la necesidad de compartirlo con todos, porque son momentos que no se olvidan y que son regalo de Dios. Si cada uno de nosotros pudo participar, es porque tenemos una misión que tendremos que cumplir cuando volvamos a nuestros países. No tengo dudas de que Jesús fue el que nos llamó para haber estado acá. ¡Estoy más que agradecida!
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