A través de la historia los adultos mayores han sido los encargados de transmitir experiencias de vida a las generaciones posteriores. Con sus vivencias y recuerdos han ayudado a sus hijos, nietos y bisnietos a enfrentar las situaciones complejas, sentar bases sólidas para su crecimiento, disfrutar de las alegrías y sobrellevar los momentos de tristeza y sufrimiento.
Cada uno, desde su lugar, contribuye al desarrollo de la sociedad, la familia y la cultura. Varios estudios sociológicos sostienen que los adultos mayores son los encargados de que las nuevas generaciones tengan esperanza y miren con optimismo el futuro.
Los abuelos en la historia
El magíster en Gerontología Social, especialista en Sociología del Cambio y Sociología de la Familia e integrante de la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Personas Adultas Mayores —FIAPAM— Ricardo Alberti, sostiene que los adultos mayores de hoy no le están dando a la generación reinante una imagen de depresión, ni de enfermedad, ni de angustia, ni de tristeza, al contrario.
“Todos tenemos la imagen de nuestros abuelos. La generación reinante tuvo abuelos muy queridos, muy activos, pero también tuvimos abuelos muy pasivos porque la realidad era así. La abuela en la mecedora vestida de negro tejiendo o la abuela con una cantidad de patologías”, expresó.
Según el sociólogo, el aporte que hacen los abuelos en este tiempo tiene que ver con la imagen de la vida y no del envejecimiento. La vida productiva, entregada a los otros y a la propia realización; es, en definitiva, la búsqueda de la felicidad.
Explicó que por deformación mental y cultural vemos la vida parcializada, en etapas, siendo que la vida es una. “No se trata de niñez, juventud y adultez; se trata de una vida. Si bien vivimos cada momento, vivimos en la perspectiva de una vejez feliz. En el fondo, todos tenemos una idea de una vejez feliz”, explicó.
Es indudable que cada persona tiene una definición distinta de la “vejez feliz”. Para algunos la idea es vivir su vejez rodeado de nietos, para otros viajar, otros ayudar a los más necesitados, o una combinación de todos los anteriores
Abuelos uruguayos
Alberti expresó que es la primera vez en la historia, a nivel mundial, que tantas personas llegan a la vejez con tan buenas condiciones físicas, culturales y sicológicas; esto se da por el aumento de la esperanza de vida. “Uruguay es uno de los pioneros porque nuestro nivel de vida es muy bueno. Antes festejaban los noventa años, ahora vemos que hay festejos de abuelos de más de cien años. No es un caso, son unos quinientas diecinueve adultos mayores en nuestro país, según la cifra oficial del último censo del Instituto Nacional de Estadística. Existen muchos de estos casos en el interior profundo que ni nos enteramos”, apuntó.
Una de las características de la población de nuestro país es su longevidad. El censo del año 2011 reveló que el 14% de las personas tienen más de sesenta y cuatro años —más de quinientas superan los cien años—. Estos datos permiten a los sociólogos llegar a la conclusión de que Uruguay tiene una estructura poblacional envejecida.
En cuanto al contexto mundial, el envejecimiento de la población es un dato relativamente reciente en la mayoría de regiones del planeta.
Desde una mirada sociológica, el entorno influye en la longevidad de las personas. Los abuelos que se criaron y vivieron en el campo, o en zonas alejadas de las grandes ciudades, muestran una vida de sacrificio pero con acento en el encuentro con la naturaleza y con determinados valores asentados en las cosas simples y cotidianas.
Por otra parte, las personas que a lo largo de su vida desempeñaron tareas en las grandes ciudades muestran, en general, un mayos desgaste físico y mental más pronunciado. Los abuelos que vivieron y trabajaron en la ciudad, desarrollando profesiones que exigían un importante desgaste mental, muestran deterioros específicos. “Dime qué haces y te diré cómo envejeces”, indicó el sociólogo.
Otro de los conceptos que aparece a menudo, cuando se habla de la población mayor, es el de vida sana. “Hoy estamos como obsesionados con el tema de la vida sana, eso puede influir bastante, sobre todo en las generaciones más jóvenes. Si bien antes se preocupaban por la comida, hoy nos preocupamos de todo: de la sal, del pan, del ambiente, del calor, del frío. Ahora estamos entrando en un mundo que es de la salud mental, nos estamos dando cuenta que no solo físicamente tengo que estar bien, sino mentalmente. No lo decimos por el que tiene trastornos mentales sino por los supuestamente normales”, detalló.
¡Feliz día, abuelos!
Según estudios sociológicos, para formarse integralmente y tener una educación plena —tanto en cultura general como en la vida cotidiana—, los niños y jóvenes necesitan del contacto con los abuelos. “Hay cosas que enseñan los abuelos que los padres no enseñan. Juegos, dichos, valores, experiencias de vida, recetas. La imagen de los abuelos enseña, deja huellas que perduran de por vida”, explicó Alberti.
Son varias las acciones que llevan adelante los abuelos en nuestra sociedad, muchas veces de manera silenciosa, pero sin ellas no sería posible gran parte del engranaje y desarrollo de una familia. Por otro lado, existe el cuidado calificado de los abuelos hacia los niños; esto significa el apoyo socio-afectivo de la experiencia de la esperanza y expectativa de vida. No se trata de consejos, destacó, porque ya perdieron su imagen debido a la gran cantidad de información y recomendaciones que se recibe a través de las redes sociales, sino que apunta a la superación de los problemas básicos de la vida, como los fallecimientos y las enfermedades, entre otros.
El adulto mayor es esa persona que vivió, luchó y superó miles de situaciones a lo largo de los años y a través de su vínculo con las nuevas generaciones, sobre todo con el ejemplo, transmite las ganas de vivir a pesar de los obstáculos. “Eso entra al niño de cinco años, al de diez, al de doce, y es el consejo visto, vivido y comprobado”, explicó. Y agregó: “Quienes ya no los tenemos, los recordamos a través de imágenes, sensaciones, aromas, palabras. Por ejemplo, recordamos a la abuela que tenía un reuma bárbaro y, sin embargo, se levantaba temprano y preparaba el desayuno para todos”.
Y agregó: “existe otra realidad, las transferencias económicas; y somos bastante cínicos con esto. Se llama economía encubierta, es la transferencia que hace la generación mayor con su jubilación o capital a las generaciones más jóvenes. Pagan estudios, cursos, gimnasia, ballet; hay una transferencia económica que es real. Nunca lo hemos podido medir en Uruguay pero sabemos que hay una transferencia grandísima”.
El sociólogo asegura que los abuelos son fundamentales ya que nos ayudan y apoyan: “es un cambio de visión muy grande. Más que agradecidos por el pasado, porque nos criaron, porque hicieron sacrificios para pagarnos una carrera. Debemos de estar agradecidos por lo que nos están dando ahora y eso trae el amor al presente”.
La alegría de servir
Datos de la realidad revelan que los adultos mayores se ocupan y se preocupan, no solo de sus familias, sino también de los más necesitados de la sociedad. Si bien era una práctica ya conocida, la pandemia de Covid-19 la acentuó.
Uno de los tantos casos que encontramos en nuestro país es el de las abuelas de la ciudad de Pan de Azúcar, en el departamento de Maldonado, que integran la Asociación de Jubilados y Pensionistas de Pan de Azúcar y Zona Oeste (AJUPENPAZO). Hace más de diez años que estas mujeres se reúnen con un mismo objetivo: “hacer algo por los demás”. Así lo definen ellas mismas.
Una docena de abuelas comparte semanalmente su alegría por servir y colaborar con los niños y jóvenes de esa zona del país. Tejen bufandas, gorros, buzos, ponchos, chalecos y zapatones para dormir.
Stella, una de las integrantes, guarda en su corazón muchos de los momentos compartidos con quienes reciben las donaciones: “Es muy lindo llegar y ver la alegría de los niños y cómo nos reciben”.
Todos los años organizan rifas para conseguir la lana y recaudan fondos para comprar los insumos.
Por su parte, en Montevideo, hace más de cincuenta años, funciona la obra solidaria El Baulito. Es un grupo de mujeres amigas que se reúne con el fin de colaborar con los bebés que nacen en el Hospital Pereira Rossell. Tejen ropa para los recién nacidos, compartiendo la alegría de la vida y el servicio desinteresado.
Es una tarea que realizan con distintos colegios de la capital y con sus alumnos, quienes donan los ovillos de lana. El Colegio Alemán es uno de los que, de manera sostenida, ha colaborado a través de los años.