Columna de opinión de la Ing. Elisa Facio, presidenta de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE)
En este año de Jubileo, la iglesia nos ha llamado a ser ”peregrinos de la esperanza”. Convocados por la Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa (Uniapac), líderes de varios países nos reunimos en Roma a principios de mayo para reflexionar sobre la vocación cristiana en el mundo empresarial y revisar nuestro rol desde una mirada evangélica: no como dueños absolutos, sino como administradores al servicio del bien común.
Nuestro peregrinar estuvo signado por la ausencia de un líder espiritual, ya que ocurrió pocos días después de la muerte del papa Francisco y antes de que el papa León fuera elegido. La oración y la esperanza marcaron profundamente nuestra estadía.
Tuvimos el privilegio de asistir a una conversación extraordinaria celebrada en la Biblioteca Vaticana entre la hermana Helen Alford, presidenta de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, y Sigrid Marz, presidenta de Uniapac.
En su reflexión sobre la esperanza, un término importante para los empresarios, la Hna. Helen nos recordó qué es una virtud en la tradición cristiana. Se trata de crecer en la capacidad de hacer cosas. Avanzas hacia el bien. Transformas tu potencial en algo real. Te vuelves más competente para alcanzar el bien ya que nos anima a ser pacientes mientras Dios lleva a cabo su propósito a su manera, liberándonos de la necesidad excesiva de obtener resultados inmediatos.
Esto significa algo para los empresarios. Por un lado, hay que obtener resultados. Por otro lado, hay que ser libre de ellos. La esperanza nos libera de la tiranía de la inmediatez.
Por otro lado, la esperanza y la fe, traen el futuro al presente. El hecho de que el futuro exista cambia el presente. Imaginamos un futuro y sabemos adónde vamos, por lo que podemos afrontar nuestras cosas sin rendirnos y seguir trabajando por ellas. No se trata de una esperanza ingenua, de esperar pasivamente que el futuro ocurra solo. Esperamos activamente, esperamos haciendo cosas.
Reconociendo las dificultades y los desafíos cotidianos, los líderes empresariales nos preparamos a nosotros mismos, a nuestros equipos y a nuestros procesos para actuar con sentido, por el bien común, cuando llegue el momento preciso.
Aprovechando el espíritu del Jubileo, debemos seguir consolidando nuestra comunidad, formando líderes que sean fraternos, que generen confianza en sus empresas y que transmitan mucha fe y mucha alegría. Creo que la alegría es una característica muy importante de los cristianos, la alegría que nos da Jesús y la alegría de que nos acompaña siempre.