En la actualidad viven 78 chicas que viajan a Montevideo a estudiar y/o trabajar, así como jóvenes de Montevideo que por varios motivos no pueden vivir con sus familiares más cercanos
Publicado en el Quincenario Entre Todos, n° 474
La Residencia estudiantil “María Inmaculada” es parte de la obra de la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada. Allí viven 78 chicas que viajan a Montevideo a estudiar y/o trabajar, así como jóvenes de Montevideo que por varios motivos (desamparo, abandonos, falta de contención, entre otros) no pueden vivir con sus familiares más cercanos.
E n la Residencia, con un cupo de 80 chicas, reciben a 25 jóvenes que ingresan por un convenio con el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) y el resto de los lugares son para las que viajan del interior del país a Montevideo. “Ofrecemos un espacio educativo no formal para esta etapa tan importante de la vida, donde se busca ofrecerles una formación humano-afectiva integral, en un clima familiar, con valores cristianos, donde cada una, según su historia, lo que necesita, sus proyectos, lo que quiere estudiar o trabajar, va creciendo y fortaleciéndose para seguir adelante, acompañadas, apoyadas y cuidadas”, explica la directora de la Residencia, la Hermana Susana Barzán.
“Es hermoso ver cómo las jóvenes se superan”
En Uruguay las Hermanas de la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada están desde hace más de 80 años en Montevideo, en Roque Graseras 764, pleno barrio de Pocitos. El edificio actual de la Residencia fue inaugurado hace 10 años y cuenta con cinco pisos en los que se distribuyen las habitaciones, salas de estudio, comedor, lavaderos, terrazas y patios, cocinitas, salas de recepción y un gabinete psico-social. Está, además, el piso donde viven las hermanas y pre novicias, y la Capilla, bajo la protección de “San José”, que forma parte de la vida de la Residencia.
Las jóvenes comparten el almuerzo y la cena todos los días, como una manera integrarse y conocerse. Además, viven juntas algunos momentos recreativos, de oraciones, catequesis, campamentos, encuentros con otras Residencias de Argentina, Chile y Paraguay, y participan, también, en muchas oportunidades en actividades de Parroquia.
En los últimos 10 años el número de residentes se ha mantenido en cerca de 70 en promedio, cuenta la Hermana Susana. Es bastante estable la permanencia de ellas durante el año, y muchas de ellas, al finalizar, vuelven a elegir la Residencia para el año siguiente. La casa no cierra nunca, ya que todo el año permanece con chicas, incluso en las fiestas y en verano, con cerca de entre 25 o 30 residentes allí.
“Es hermoso ver cómo las jóvenes se superan, sacan sus estudios adelante, se van insertando en el mundo laboral, se acompañan entre ellas y con nosotras. Las más grandes son un impulso para las más chicas, les hacen ver que, con esfuerzo y trabajo, se puede mirar el futuro de manera esperanzadora y con luz; y a su vez, las más chicas enseñan que son valientes y luchadoras… y aportan una alegría y frescura increíble”, confiesa la Hermana Susana.
“Poco a poco la fe se va encarnando”
“Intentamos ofrecer un lugar en que se respire un clima de familia, de respeto, de cuidado, de valorar al otro y creer que puede crecer y tener nuevas oportunidades. Desde lo que nació con Vicenta María (López y Vicuña, la fundadora de la congregación), tenemos la certeza de que cada chica que llega a la Residencia es porque Dios nos la trae, porque tiene un sueño para ella y del cual podemos formar parte y ser instrumento de bien para sus vidas”, señala la directora. Y agrega que “más allá de errores y de que no siempre, quizá, sabemos dar la mejor respuesta, confiamos que la obra es de Dios y nadie como Él cuida de ellas y de nosotras. Con cariño, paciencia, escucha, espera… con la ayuda del equipo técnico, de los sacerdotes más cercanos, de mucha gente que nos apoya, de quienes trabajan a diario aquí, de exresidentes, vemos que cada una encuentra aquí su lugar, que aprenden a sentir que ésta es ‘su’ casa, cada una a su estilo”.
Algunas más, otras menos, otras casi nada, pero para todas está la apertura en los grupos de Catequesis, en los momentos de oraciones, en los encuentros, en la posibilidad de celebrar los sacramentos, en actividades eclesiales en las que participan, en las propuestas de formación de las hermanas.
“Creemos que el clima de familia, de cercanía, de alegría, de ‘picardía’ que ellas nos regalan y se regalan, son signos de que poco a poco la fe se va encarnando, se vive desde lo sencillo, desde las palabras o el silencio, según sea el camino que el Señor tenga preparado para ellas”, dice la Hermana Susana.