Miles de personas acudieron a la Gruta en la Fiesta de la Virgen de Lourdes y Jornada Mundial del Enfermo.
“La amo a la Virgen. Nos queremos. Yo tengo mucha fe y vengo a agradecer, no solo a pedir. Hay que saber que alguien siempre nos cuida. A mí me cuida la Virgen, por eso la queremos tanto”, contó una peregrina que asiste cada 11 de febrero al Santuario Nacional de la Gruta de Lourdes. Siempre carga una botella para llevarse agua bendita de la fuente y después la reparte entre los integrantes de su familia y sus compañeros de trabajo. Los testimonios son diversos pero todos tienen algo en común: un agradecimiento o un pedido a la Virgen.
Este 11 de febrero tuvo algo especial en comparación a otros años. En primer lugar, se celebró el 75° aniversario de la fundación del Santuario Nacional de la Gruta de Lourdes y también los 160 años de reconocimiento de las apariciones de la Virgen a Santa Bernardita y los 30 años de la Jornada Mundial del Enfermo, que fue establecida por el san Juan Pablo II en 1992.
En el Santuario de Av. De las Instrucciones el movimiento fue intenso durante todo el día. Los voluntarios llegaron apenas salió el sol, y a las ocho fue la primera Misa, que fue presidida por Mons. Nicolás Cotugno, arzobispo emérito de Montevideo. Después, una a cada hora en punto, alternadamente en el templo, en el sepulcro y en la gruta. También se rezó el Santo Rosario y hubo una adoración eucarística después del mediodía.
Los guardias Gustavo y Franco recibían a todos los fieles y llegaron a contar a más de 15.324 personas que ingresaron hasta las 18 horas. La actividad dentro del predio era variada. Unos iban a venerar al Cristo crucificado, otros rezaban ante la imagen de santa Bernardita, la vidente de 1858. La mayoría iba más adelante, hacia los costados de la gruta y el altar. A la izquierda estaban quienes deseaban encender velas y llevarse agua, a la derecha se ubicaban los que querían pasar cerca de la imagen de la Virgen, dejarle flores y tocar la piedra traída de Francia. Muchos de los presentes son asiduos a la Gruta: todos los años renuevan su saludo a la Virgen. Algunos incluso van todos los meses, siempre el día 11.

Los fieles se acercan a la Gruta de Lourdes a pedir o agradecer a la Virgen. Fuente: Agustín Callorda.
«Me dedico todos los días a la Virgen»
Evangelina es voluntaria del Santuario Nacional de la Gruta de Lourdes desde hace 20 años. Los días de semana viene después del trabajo y los fines de semana está toda la jornada. En diálogo con el portal de la Iglesia Católica de Montevideo, Evangelina consideró que el voluntariado le da más de lo que ella entrega y aseguró que regresa a su casa “con el corazón ancho”.
La voluntaria evaluó como buena la concurrencia de peregrinos este año, a pesar de que la cantidad de fieles bajó con respecto a otros años. «Antes venían muchas excursiones. La pandemia ha parado mucho a la gente, especialmente a los adultos mayores. Muchos aprovechan también a seguir las celebraciones a través de los medios digitales desde su casa”, dijo.
Para Evangelina, ser voluntario no implica solamente estar pendiente de cada detalle, sino también estar a disposición de los peregrinos que llegan a rezar a la Virgen de Lourdes. «Hay muchos testimonios de gente que viene día a día, te encuentra, se pone a conversar, te cuenta su historia de vida y cómo han sido consolados por nuestra Madre. A veces te encontrás con personas llorando, que están muy angustiadas y le preguntás si necesitan algo más”, compartió.
Evangelina destacó la responsabilidad que hay de quienes asisten a la gruta al cumplir el protocolo sanitario en el marco de la pandemia. «Es impresionante lo que se ha acatado. Cuando empezó la pandemia estábamos en cada puesto poniendo alcohol en gel a cada persona y pidiendo que nos dejaran limpiar la piedra y los pies de Jesús en el calvario. Ahora les dejamos el alcohol en gel y ellos mismos se ponen», relató.
Jornada Mundial del Enfermo
La misa central tuvo lugar a las 17 horas y estuvo presidida por el Cardenal Daniel Sturla, acompañado por el P. Mathías Soiza, vicario pastoral de Montevideo, el P. Alfonso Bauer, padre inspector de la Congregación Salesiana en Uruguay, y otros sacerdotes de la Arquidiócesis. También se hicieron presentes los seminaristas que durante esa semana estuvieron de misión en la parroquia de Guadalupe, en Casavalle.
Al comenzar la homilía, el Card. Sturla se mostró alegre por ver a cientos de personas en torno a la Virgen de Lourdes. “Queremos experimentar esta cercanía de la Madre de Dios con cada uno de nosotros, con nuestras familias y de un modo especial con los enfermos”, dijo.
Seguidamente, el arzobispo de Montevideo puso como intención la vida de todos los enfermos y pidió por el fin de la pandemia para “que todos estemos más tranquilos”.

El Card. Daniel Sturla durante la Misa central. Fuente: Agustín Callorda.
La Virgen: una madre que siempre está
El Card. Sturla centró su prédica en la imagen de la Virgen María y la maternidad. Recordó que hace unos años le pidió a los jóvenes que participaban de un retiro que definieran el concepto de madre en pocas de palabras. El arzobispo contó que lo que más le llamó la atención es que todos habían respondido lo mismo: “mamá es la que está”.
Más adelante, definió a la maternidad en pocas palabras: presencia, cercanía, saber que cuento contigo. “Es la experiencia que ojalá todos nosotros hayamos vivido y que podamos entonces decir de corazón: ¡Qué lindo es haber tenido o tener una madre que está! Sabemos que la vida es complicada, y que no siempre es así. Que a veces nuestra madre de repente no ha podido criarnos, o no ha estado o ha fallecido. Pero en todas las situaciones los que tenemos fe en Jesucristo sabemos que Él nos ha dejado una madre que siempre está. Esa madre es la Santísima Virgen María. Por eso la queremos y la amamos con todo el corazón. Ella es la que siempre está”, dijo.
“Nosotros encontramos en María aquella que es capaz de llenar de dulzura mucho dolor, tantas amarguras y aliviar el dolor. María está de nuestra parte. En los peligros, en las dudas, en las tentaciones, en las tribulaciones, en todo: ¡invoquemos a María!”, alentó.
La misa terminó pero la concurrencia de personas se mantuvo hasta que empezó a anochecer. Hacia el final del día los seminaristas y las hermanas de Calcuta guiaron el Santo Rosario. El broche de oro de una extensa jornada fue la procesión de antorchas, como ocurre en el santuario de Francia. Un gesto de cariño y amor hacia la Virgen María, que es la madre de todos.