Fieles y peregrinos enfrentaron la ola de calor y asistieron al Santuario Nacional de la Gruta de Lourdes para rendir un homenaje a la Virgen.
POR FABIÁN CAFFA
La fila de vehículos por la avenida de las Instrucciones parecía interminable. Algunos eran autos particulares y otros eran ómnibus contratados. Eran las 9 de la mañana del 11 de febrero y la temperatura alcanzaba los 30 °C. Quienes llegaban al Santuario Nacional de la Gruta de Lourdes traían ramos de flores, rosarios, velas y botellas vacías para llenarlas con agua bendita. Otros cargaban sillas playeras con el plan de pasar un buen rato en el lugar. A pesar del constante movimiento y bullicio, dentro de la gruta reinaba un clima de silencio y respeto para tener un momento de oración y encuentro con la Virgen María.
El movimiento fue intenso durante todo el día. Se tenía pensado abrir a las 7 de la mañana, pero media hora antes había peregrinos esperando para entrar. La primera misa fue a las 8. Después se celebró una a cada hora en punto, alternadamente en el templo, en el sepulcro y en la gruta. También se rezó el santo rosario en cinco oportunidades.
La actividad dentro del predio era variada. Unos iban a venerar al Cristo crucificado, otros rezaban ante la imagen de santa Bernardita, la vidente de 1858. La mayoría iba más adelante, hacia los costados de la gruta y el altar. A la izquierda estaban quienes deseaban encender velas y llevarse agua bendita, a la derecha se ubicaban los que querían pasar cerca de la imagen de la Virgen, dejarle flores y tocar la piedra traída de Francia. Asimismo, estaban los que aprovecharon el día para recibir el sacramento de la reconciliación. En la santería se trabajó sin descanso y se vendieron cientos de velas, medallas, estampitas e imágenes de la Virgen.
También estaban aquellos que aprovecharon a visitar el sepulcro, donde está ubicada una imagen de Jesús moribundo, que se abre cada 11 de febrero y el Viernes Santo. Walter (54), que es voluntario en la gruta hace más de una década, explicó que generalmente también se abre algunos 11 de cada mes: “El tema es que, cuando llueve, se inunda. Por eso no abrimos. No hemos logrado ver por dónde se filtra el agua. A lo largo del año, los 11 de cada mes, no tenemos tantos voluntarios para mantenerlo abierto y guiar a la gente”.

Los devotos de la Virgen de Lourdes agradecieron gracias recibidas y encendieron velas. Fuente: Romina Fernández
Servir a la Virgen y a los hermanos
Nahiara (19), Patricia (34) y Yanet (54) era la primera vez que servían como voluntarias, aunque integran la comunidad desde hace algunos años y asisten los 11 de cada mes. Las tres participan de la catequesis en la parroquia.
—Venía los 11 de cada mes cuando era pequeña. Por eso me empecé a acercar. Y ahora, por un tema particular, pensaba bautizarme y por eso empecé la catequesis —contó Nahiara.
—A mí me pasó igual— dijo Patricia.
—En mi caso, me había propuesto que cuando me jubilara iba a empezar a venir porque era algo que me llamaba. Cuando era niña mis padres me traían. Pero después, con las cosas de adultos, era imposible venir. Por un problema personal de mi mamá me acerqué y me sentí acompañada— compartió Yanet.
—Me hace sentir muy bien venir, colaborar, contribuir, y hacer algo positivo —más allá de disfrutarlo yo sola—. Poder ayudar a otros me encanta— agregó Patricia.
—Aparte el lugar es grande. La semana pasada tuvimos la oportunidad de conocer todo el lugar. Nuestro objetivo es ayudar a quienes vienen y acompañarlos a lugares que no se conocen tanto, como la Capilla de la Natividad—señaló Nahiara.
—Es tan lindo encontrarse con tanta gente— remarcó Yanet.
—Es un día lindo y la gente puede irse para otro lado. Y sin embargo viene para acá por el día de la Virgen— dijo Yanet, sonriendo.
En ese momento se acercó Luz (49), otra de las servidoras, y saludó a sus compañeras: “Lo bueno es que este año cayó sábado, el día está agradable. Eso ayuda mucho. Yo vengo desde chica. Mi mamá me traía. Viví durante mucho tiempo en Piedras Blancas y después me mudé a unas cuadras de la gruta. Mi esposo era muy devoto de la Virgen. Veníamos los 11 de cada mes”.
Las cuatro se despidieron y se fueron a recorrer el lugar para dar una mano en lo que se necesitaba, como ayudar a los adultos mayores a bajar la rampa donde está ubicada la cruz de la paz, controlar que las velas estén bien ubicadas para evitar un accidente y guiar a quienes llegaban por primera vez.

Una fiel pidió con devoción en el Santuario Nacional de la Gruta de Lourdes. Fuente: Romina Fernández
Madre de la esperanza
A las 10 comenzó una de las misas centrales, que fue presidida por el cardenal Daniel Sturla, acompañado por varios sacerdotes, diáconos y seminaristas, que hicieron un alto en su misión en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe para participar de la celebración. “¿La queremos a la Virgen?”, preguntó el Card. Sturla. “¡Sí!”, respondió a coro la asamblea. “Muchísimo”, agregó el arzobispo.
En su homilía, el pastor de la Iglesia capitalina quiso subrayar la palabra esperanza, dado que es una palabra que se repite varias veces en la escritura sagrada. “Tenemos que cultivar la esperanza de Dios y del cielo”, dijo. Y agregó: “Lo que nos espera después de esta vida es el cielo, son los brazos abiertos de Dios”.
Más adelante, definió al cristiano como un “caminante” porque todos “vamos en camino hacia el cielo, hacia la patria definitiva y procuramos que nuestro camino lo hagamos llenos de esperanza”. Seguidamente señaló que la virtud del caminante es la esperanza: “Un peregrino tiene la esperanza de llegar a la meta, así que nosotros tenemos que tener la esperanza de llegar a la meta final que es el cielo. Pero mientras tanto hay que llegar a las metas que nos vamos poniendo acá en la Tierra”.

El Card. Daniel Sturla durante la misa central en la Gruta de Lourdes. Fuente: Romina Fernández
En un momento, el Card Sturla manifestó: “Dios ha querido en su bondad infinita darnos a alguien a quien él quiso muchísimo. La quiso con todo el corazón, la quiso con toda el alma. Es más, Dios se enamoró de ella. ¿De quién estoy hablando?”, preguntó a los presentes. Más de un fiel respondió: “¡María!”. “Dios está agradecido a María porque ella dijo que sí. Dios no la forzó. Dios le preguntó si aceptaba ser la madre de su hijo y ella aceptó”, añadió el arzobispo.
“María es de nuestro cuadro, porque es un ser humano. María es una persona humana a la que nosotros queremos y admiramos, pero es la primera de toda la humanidad. Así que la queremos con toda el alma, la veneramos. La queremos muchísimo y además ella nos quiere a nosotros con todo el corazón”, comentó.
Al concluir la homilía, el Card. Sturla pidió a Dios que María nos concediera sus dones y al mismo tiempo advirtió que “no hay que tener tanta queja, sino tener más esperanza en la cabeza y en el corazón”.
La misa siguió como de costumbre. Antes de terminar la celebración, los presentes elevaron sus rosarios y preciados objetos religiosos para que fueran bendecidos. Para finalizar la celebración, todas las miradas se centraron en la imagen de la Virgen de Lourdes para rezar el Ave María.
Amor a la Virgen
Entre tanta gente que hacía fila para llevarse agua bendita, estaba Antonia (79) que asiste todos los 11 de febrero desde la década de los sesenta. Al principio iba en peregrinación a pie junto a los integrantes del colegio Divina Pastora, ubicado en Piedras Blancas. Hoy viene desde Solymar a agradecer por sus hijos, sus nietos y su bisnieto, que tiene meses de vida.
“Esta Virgen es todo para mí. La tengo en mi casa. Por eso hoy tenía que venir. Siempre le pido a la Virgen que me ayude. No hay que aflojar, hay que pedir y tener fe. Con la fe se llega muy lejos”, expresó. Con el agua bendita, Antonia se lava el rostro y hasta la toma. “Es espectacular”, compartió. Por su parte, Alicia (56) la usa para bendecir a su nieta, que tiene parálisis cerebral, y le da también a su hija cuando tiene que rendir un examen.

Coro de la misa que presidió el Card. Sturla. Fuente: Romina Fernández
María Teresa (62) estaba sentada esperando que empezara la misa en el sepulcro después del mediodía. Nació en Paraguay, es hija de uruguayos y llegó a este país hace seis años. «Tengo el nombre de la Virgen», fue lo primero que dijo al presentarse.
“Mi amor a la Virgen es tan grande que la amo en todas sus advocaciones, no me importa de dónde sea”, comentó. María Teresa fue una de las ochenta personas que peregrinaron a pie desde la parroquia María Reina de la Paz hasta la gruta. Esta iniciativa surgió hace unos años desde la comunidad ubicada en la Unión como parte de la preparación hacia la Cuaresma y la Semana Santa. Este año coincidió con la fiesta de la Virgen, ya que antes se realizaba el fin de semana más próximo al 11 de febrero debido a que la mayoría trabajaba.
Alicia contó que la caminata comenzó a las 6 de la mañana, cuando recién estaba amaneciendo. En el trayecto descansaron en dos ocasiones y llegaron a las nueve y cuarto. “Fue una maravilla, una gracia del cielo. Llegué a mi casa y no estaba cansada, a pesar de haber caminado diez kilómetros. Para mí peregrinar es una maravilla siempre a donde sea. Ir todos juntos tiene este plus de que nos vamos ayudando entre todos, de que nos damos este cuidado”, dijo.
La concurrencia se mantuvo activa durante todo el día, a pesar de las altas temperaturas. Pasado el mediodía, se llegó a contar que más de siete mil personas ingresaron a la gruta. Más de una persona mostró su alegría al ver los cambios en el santuario, que está más arreglado, con mejor cartelería y más lugar para estacionar. El pueblo uruguayo volvió a demostrar su amor y cariño a María, la madre que llena de esperanza los corazones.
30 servidores inscritos colaboraron el 11 de febrero, según informaron desde la organización.
11 misas se celebraron a lo largo del día.
P. Miguel Ángel Hernández: “Todos necesitamos una atención compasiva”
El sábado 11 de febrero también se celebró la Jornada Mundial del Enfermo, que este año cumplió su trigésima primera edición. El P. Miguel Ángel Hernández, encargado de la Pastoral de la Salud en Montevideo, compartió con nosotros algunas reflexiones en torno a este acontecimiento y habló sobre el trabajo de la vicaría en la arquidiócesis.
Rescato del mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, que envió el papa Francisco, el concepto de caminar juntos según el estilo de Dios —que es cercanía, compasión y ternura—. La experiencia del extravío, de la enfermedad y de la debilidad forman parte de nuestro camino de un modo natural. Esto no nos excluye del pueblo de Dios; al contrario, nos lleva al centro de la atención del Señor, que es Padre y no quiere perder a ninguno de sus hijos por el camino. Se trata, por tanto, de aprender de Él, para ser verdaderamente una comunidad que camina unida, capaz de no dejarse contagiar por la cultura del descarte.
La Encíclica Fratelli Tutti propone una lectura actualizada de la parábola del buen samaritano. La escogí como eje, como punto de inflexión, para poder salir de las “sombras de un mundo cerrado” y “pensar y gestar un mundo abierto” (cf. n. 56). De hecho, existe una conexión profunda entre esta parábola de Jesús y las múltiples formas en las que se niega hoy la fraternidad. En particular, el hecho de que la persona golpeada y despojada sea abandonada al borde del camino, representa la condición en la que se deja a muchos de nuestros hermanos y hermanas cuando más necesitados están de ayuda.
De hecho, nos cuesta permanecer en paz con Dios. Cuando se arruina nuestra relación con los demás y con nosotros mismos. Por eso es tan importante que toda la Iglesia, también en lo que se refiere a la enfermedad, se confronte con el ejemplo evangélico del buen samaritano, para llegar a convertirse en un auténtico “hospital de campaña”.
Su misión, sobre todo en las circunstancias históricas que atravesamos, se expresa, en el ejercicio del cuidado. Todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esa atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar. La situación de los enfermos es, por tanto, una llamada que interrumpe la indiferencia y frena el paso de quienes avanzan como si no tuvieran hermanas y hermanos.
El trabajo de la Pastoral de la Salud
Con la Pastoral de la Salud de Montevideo hemos logrado que en todos los hospitales donde hay una capilla, haya también un capellán o voluntarios que acompañen. Estos son: Pereira Rossell, Maciel, Vilardebó, sanatorio Americano, sanatorios del Círculo Católico, Hospital del Cáncer (Inca), Hospital Militar. Este año comenzamos a trabajar en el sanatorio Galicia del Círculo Católico. En todos estos lugares se celebra la misa una vez a la semana y los voluntarios visitan con regularidad a los pacientes.
Con los residenciales hemos tenido un tiempo de trabajo arduo, sobre todo con el acompañamiento por parte de los voluntarios. Actualmente son treinta los residenciales donde estamos presentes.
Metas para el año
Para la formación, tenemos pensado ofrecer encuentros de espiritualidad y formación para los voluntarios que visitan los hospitales. Los objetivos para el 2023 son continuar con la iniciación cristiana en algunos hospitales, sobre todo en el Vilardebó, y realizar un curso de formación para los ministros extraordinarios de la comunión que el año pasado no pudieron asistir.