Solemnidad de san Pedro y san Pablo en el Vaticano
Esta mañana, en la Plaza San Pedro de Roma, el Papa Francisco presidió la Misa en la solemnidad de san Pedro y san Pablo. En la celebración, acompañado por casi un centenar de cardenales, entre ellos los 5 creados ayer, se procedió a la bendición de los palios para los arzobispos metropolitanos. Compartimos con ustedes una síntesis de la homilía del Obispo de Roma.
“No dar sólo opiniones, sino la vida”
En la homilía con motivo de la Fiesta de San Pedro y San Pablo, el Papa Francisco dijo que “La liturgia de hoy nos ofrece tres palabras fundamentales para la vida del apóstol: confesión, persecución y oración”.
Sobre la confesión, el Pontífice aseveró que Jesús “nos mira hoy a los ojos y nos pregunta: <<¿Quién soy yo para ti?>> Es como si dijera: <<¿Soy yo todavía el Señor de tu vida, la orientación de tu corazón, la razón de tu esperanza, tu confianza inquebrantable?>>”.
Más adelante, el Santo Padre afirmó que “Quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a ‘arder’ por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con ‘vivir al día’ o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo”.
El Papa Francisco también se refirió al compromiso que conlleva la confesión, “Quien confiesa a Jesús se comporta como Pedro y Pablo: lo sigue hasta el final; no hasta un cierto punto sino hasta el final, y lo sigue en su camino, no en nuestros caminos”. Porque en definitiva “Su camino es el camino de la vida nueva, de la alegría y de la resurrección, el camino que pasa también por la cruz y la persecución”.
“Sin la cruz no hay Cristo, ni cristianos”
Justamente la segunda palabra destacada por el Papa fue persecución. “No fueron sólo Pedro y Pablo los que derramaron su sangre por Cristo, sino que desde los comienzos toda la comunidad fue perseguida… Incluso hoy en día, en varias partes del mundo, a veces en un clima de silencio muchos cristianos son marginados, calumniados, discriminados, víctimas de una violencia incluso mortal.”
El Obispo de Roma recordó que “Pablo siguió al Maestro ofreciendo también su propia vida”. Fue aún más a fondo diciendo que “Sin la cruz no hay Cristo, pero sin la cruz no puede haber tampoco un cristiano”.
El Pontífice remarcó que “soportar es imitar a Jesús: es cargar el peso, cargarlo sobre los hombros por él y por los demás. Es aceptar la cruz, avanzando con confianza porque no estamos solos: el Señor crucificado y resucitado está con nosotros”. Y agregó “Soportar es saber vencer con Jesús, a la manera de Jesús, no a la manera del mundo”.
“Por eso Pablo se considera un triunfador que está a punto de recibir la corona” remarcó el Papa Francisco. Y recordó un pasaje de una carta del apóstol : «He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe». Agregó que “Por amor a Jesús experimentó las pruebas, las humillaciones y los sufrimientos, que no se deben nunca buscar, sino aceptarse”.
“La Iglesia necesita urgentemente maestros de oración”
La tercera palabra fue oración. Sobre esto, el Santo Padre dijo que “En la Iglesia, la oración es la que nos sostiene a todos y nos ayuda a superar las pruebas. Y recordó el pasaje de los Hechos: «Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él».
“Una Iglesia que reza está protegida por el Señor y camina acompañada por él. Orar es encomendarle el camino, para que nos proteja”, prosiguió el Obispo de Roma. Y explicó que “el Espíritu de vida no sopla si no se ora y sin oración no se abrirán las cárceles interiores que nos mantienen prisioneros”.
El Papa Francisco pidió para que también nosotros tengamos un corazón orante como el de los santos Pedro y Pablo. También reclamó “Qué urgente es que en la Iglesia haya maestros de oración, pero que sean ante todo hombres y mujeres de oración, que viven la oración”.
Sobre el final de la homilía, el Pontífice afirmó que Jesús “acompañó el camino de los Apóstoles y los acompañará también a ustedes, queridos hermanos cardenales, aquí reunidos en la caridad de los Apóstoles que confesaron la fe con su sangre”.
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