En el marco del ciclo de católicos en política, conversamos con Daniel Gerhard para conocer su experiencia de fe y su vocación política.
¿Es posible vivir la solidaridad de una manera extrema? En las comunidades Adsis, cada integrante busca vivir las enseñanzas de Jesús a través de una experiencia fraterna, solidaria y, para muchos, radical.
Algunos grupos viven bajo el mismo techo. Otros, en cambio, destinan parte de su día a día para estar al servicio de los más necesitados. Todos comparten la más absoluta heterogeneidad: hay consagrados y laicos, y cada uno tiene diferentes situaciones de vida, profesiones y compromisos.
Esta experiencia de fe marcó a Daniel Gerhard (38). “Cuando lo conocí sentí que había encontrado mi lugar. Me acerqué a la fe buscando un espacio de voluntariado y me encontré con que había comunidades que se encargaban de eso. Terminé haciendo un dos por uno, porque me encontré con una realidad que me completó y que me cambió la vida. Una experiencia de comunidad de hermanos —hombres y mujeres— que cada uno tenía su trabajo, no vivían a costa de nadie, pero ponían todo en común y sociabilizaban sus bienes. ¡Eso es muy impactante, te mueve el piso! Cuando leí el Credo Adsis supe que era lo que quería hacer”, reconoce.
Gerhard se sumó a su comunidad en Paso Carrasco, lugar donde siempre vivió. Originalmente compartieron vivienda, pero en la actualidad ya abandonaron esa práctica: “Lo vimos como un buen signo pero que en realidad no era imprescindible, no constituía un objetivo en sí mismo. La meta es construir una comunidad involucrada radicalmente en la vida de los demás, y en ese panorama estar bajo el mismo techo es un formato posible, pero en realidad es solo un medio y no el fin en sí mismo. El objetivo máximo es compartir la vida y sostenernos mutuamente”.
Los espacios para compartir son constantes: tienen reuniones establecidas semanalmente y espacios de oración, pero también hay oraciones comunitarias y encuentros espontáneos: “Me gusta esa impronta de que nos juntemos porque queremos compartir. No porque tengamos que hacerlo, sino porque ‘pintó’ de esa manera. El ambiente es muy cercano y eso me atrapa”.
La vida es política
“En mi casa siempre el tema político estuvo presente. Entonces no fue algo que tuve que descubrir o que acercarme por mí mismo. Lo que sí es que llegó un momento, a eso de los diecisiete años, en el que decidí militar activamente, pero todo lo demás se dio”.
Daniel Gerhard no precisó hablarlo en familia, ni tampoco superar largos sermones sobre los riesgos de involucrarse en política a temprana edad: «Por suerte no tuve que pasar por ninguna charla, simplemente pasó. Mis dos padres estaban involucrados de diferentes maneras en dos sectores del Frente Amplio así que la política ya era parte de nuestro día a día. No había nada raro en mi decisión, solo que opté por una alternativa diferente para militar, como lo es el Partido por la Victoria del Pueblo».
—¿Qué aspecto en concreto te motivó a involucrarte en política?
Gerhard juega con un mate en sus manos. Mira por la ventana y, tras meditarlo, responde: “Todo se resume en el compromiso por los pobres. Ese es el gran título que resume todo, es la clave por la que estoy acá. También creo que tiene que ver con mi historia de vida. Mi padre es pastor y cuando era muy chico e iba al jardín, lo acompañaba a la obra ecuménica del barrio Borro. Él colaboraba en la coordinación de los proyectos socioeducativos como Casa Joven, que era una escuelita que hoy sería como un club de niños, y otros distintos proyectos de los noventa. Desde esa época ya compartía las carencias de los más necesitados, y toda esa experiencia de mi vida reapareció en mi adolescencia. Fue lo que me impulsó, no solo en la política sino a redescubrir mi espiritualidad. Fui scout por diez años, pero a mis diecisiete me di cuenta que precisaba tener otro tipo de rol.
La necesidad de ayudar
“Elegí militar en un partido pequeño, pero con una gran historia. Eso también me permite poder explorar nuevas formas de ayudar a los que la sociedad olvida”, explica Gerhard, para posteriormente aclarar que siempre encontró una política de puertas abiertas: “Nunca me sentí excluido ni que me pusieron trabas, todo lo contrario. Siempre hubo una abertura total, aunque eso no quiere decir que fuese necesariamente fácil. La dificultad que encontré fue, más que nada, en la propia dinámica política. Tener que participar de reuniones larguísimas. Ese fue un panorama exigente, por no decir tedioso (risas). Pero entiendo que era parte de la dinámica y había que sobrellevarlo. Aprendí un montón en ese proceso”.
En paralelo a su desarrollo político, Gerhard continuó buscando nuevas formas para ayudar. Participó en Paso Carrasco como educador en un club de niños y después también trabajó con adolescentes en otro proyecto en la órbita del MEC, además de distintos programas de voluntariado. “Ahí ves lo importante que es estar presente y no solo ir, sino estar ahí, vivir esa realidad y los límites que tiene. Porque si me pongo a pensar en qué cosa era lo que transformaba más mi voluntariado, te diría que a mí mismo. Poco y nada llegaba a cambiar la realidad de los gurises, porque precisaban un cambio estructural de parte de la política”, afirma.
Gerhard, como diputado de la República por el Frente Amplio, se desempeña actualmente en dos distintas comisiones parlamentarias: una sobre medioambiente y otra acerca de legislación del trabajo y seguridad social. En el transcurso de la presente legislación procuró promover algunos proyectos de ley, como uno de regulación del trabajo sexual y otro enfocado a las plataformas de conductores y de repartos por aplicación, pero sin éxito.
“Como legislador de la oposición debo reconocer que fracasé rotundamente en mi tarea parlamentaria, porque no conseguimos los votos para nuestras iniciativas. Es indignante, porque vivimos en un país rico, que produce alimentos para satisfacer a toda su población —seguramente la cifra vaya cambiando, pero en su momento se hablaba de que se abarcaría entre 12 a 15 millones de personas—, pero somos tres millones y muchos ciudadanos la pasan mal. Tenemos muchas riquezas, pero también muchas carencias, y a cualquier persona eso le tendría que hacer ruido, como también se indignaba Jesús. Por ejemplo, una de las primeras leyes que me tocó votar como diputado tenía que ver con el financiamiento del fondo Covid, que propuso el presidente. ¿Cuál era la forma de financiarlo? Mediante un impuesto sobre los sueldos públicos mayores a ochenta mil pesos. Está bien la idea de que aquellos que el presupuesto mensual les permite puedan aportar, pero ¿por qué solo los públicos? ¿No son los privados los realmente ricos? Y lo digo sin meterme estrictamente en la lucha de clases y en la hermenéutica marxista, a la que suscribo totalmente. Entonces, no hay que apartarse de este contexto social, en el que la desigualdad está latente y es el gran foco para combatir desde nuestro lugar como fuerza política y el mío como diputado”.
Una fe activa
¿Se contrapone la política a la fe? Según Gerhard es absolutamente válido sobrellevar ambas prácticas, aunque es innegable que compiten entre sí: “No hay ningún problema en ser católico y político, al contrario, es positivo poder reformar realmente la realidad en la que vivimos. Ahora bien, si nos enfocamos en temas de agenda, claramente no se complementan. Mis actividades como político se superponen constantemente con mis responsabilidades en Adsis. Ahí la clave está en no olvidar que también se retroalimentan, y que es útil una perspectiva de fe en el parlamento, o un político dentro de la comunidad. A veces hay momentos en los que estoy más ocupado y puedo descuidar un poco mi vida comunitaria, como también me distraigo de mi propia fe y mis espacios de oración personal. En esos momentos siento que, en realidad, me descuido a mí mismo”.
Gerhard no oculta su fe, pero tampoco la profesa públicamente todo el tiempo. En ocasiones, una cruz en su pecho —que siempre lo acompaña— se cuela en alguna foto, pero no siente la necesidad tampoco de gritarlo continuamente a los cuatro vientos: “Tengo mi cadena, tengo mi cruz, pero no creo necesario que todo el tiempo sea lo primero que se vea de mí. Es una parte más de mi ser y lo naturalizo absolutamente. Lo mismo en política. Hay gente incluso dentro del Frente que ve a la dimensión religiosa como un plus, y a otros capaz no les gustará tanto. Y en ese caso tienen derecho a percibirlo de esa manera, porque seguramente tenga que ver con su historia personal con la Iglesia, que es clave. Como también otros tal vez y a pesar de ser ateos valoran el apoyo que encontraron en la Iglesia durante la dictadura, o que les dejaban hacer las reuniones de vecinos. Como todo, tiene que ver con las distintas experiencias de vida”, concluye.
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos