Santo Domingo de Guzmán continúa iluminando el camino
La Orden de Predicadores celebra los 800 años de la muerte de su santo fundador, Domingo de Guzmán; el denominado Dies Natalis. El Jubileo comenzó el 6 de enero de 2021 y finaliza el 6 de enero del próximo año. También se le llama “Año Santo” y durante este tiempo se realizan distintas actividades en cada una de las comunidades dominicas de todo el mundo.
Un lugar para todos
La comunidad dominica invita a celebrar y reflexionar sobre el carisma y la vigencia del mensaje de su fundador. Celebran a un hombre que disfrutó de la comunión con sus hermanos: una Iglesia como mesa compartida.
El padre Ruben Lucero OP, párroco de la iglesia Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo -ubicada en la calle Dr. Mario Cassinoni 1337- dio detalles sobre la importancia de este año para toda la Iglesia.
“Es pensar la Iglesia como un espacio de encuentro con Jesús, donde todas las personas tienen un lugar. A veces no tenemos claro por qué tal o cual persona está en la Iglesia. Lo importante es la intención de Aquel que nos ha convocado. Y quien ha convocado a su mesa nunca pierde la esperanza en nosotros”, asegura.
Desde el jueves se llevan adelante espacios de formación -tanto presenciales como virtuales- para difundir y profundizar en el carisma. “El triduo de preparación consta de tres aspectos: Santo Domingo como hombre de Evangelio, de compasión y de predicación”, agrega el padre Lucero.
Cada uno de estos aspectos fortalece el encuentro con las raíces de la familia dominicana. El centro es la predicación de la Palabra de Dios. La compasión dominicana está íntimamente ligada a la contemplación del Misterio y a su predicación. Santo Domingo fue un “predicador de la Gracia”, Dios se lo concedió; anunció el amor salvífico del Padre a la humanidad.
La celebración principal se realizará el domingo 8 de agosto a la hora 20 y será presidida por el arzobispo de Montevideo Cardenal Daniel Sturla.
Llegada a nuestras tierras
El 26 de noviembre de 1936 llegaron a Montevideo, desde Santa Fe (Argentina), los frailes Ramón Fernández Tascón -Vicario Provincial de la Provincia de Aragón- y Ramón Fernández Álvarez, para fundar un convento de la Orden.
El 6 de abril de 1937, en la fiesta de San Vicente Ferrer, quedó legalmente constituido bajo la denominación “Nuestra Señora del Rosario”. El 8 de junio de ese año se erigió la capilla como “Parroquia de la Santísima Trinidad”; funcionando desde 1949 un Colegio de Enseñanza Primaria.
Los frailes tenían muchos de sus compromisos apostólicos en el centro de la ciudad y la relativa lejanía en la que se hallaban -diez kilómetros y medio-, les hizo concebir la idea de fundar una nueva casa religiosa.
Las obras comenzaron los primeros días del año 1941 y el 1 de marzo del año siguiente se trasladó el “Convento de Nuestra Señora del Rosario” a su nueva sede – todavía en construcción-, quedando la otra comunidad como “Casa de la Santísima Trinidad”, dependiente de ella.
El 17 de agosto del año siguiente se puso la primera piedra de su actual templo, dedicado a “Nuestra Señora del Rosario de Pompeya”. El Maestro de la Orden estableció que el Convento de Nuestra Señora del Rosario se constituyera en casa el 9 de julio de 1997.
Presencia viva
Actualmente, la Comunidad de Frailes Dominicos de Uruguay está presente en Montevideo acompañando la vida y la misión de dos comunidades parroquiales: Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo y Santísima Trinidad.
La comunidad busca conjugar los elementos esenciales de la vida de la Orden de Predicadores (oración, estudio, comunidad y predicación) con el ministerio académico y el ministerio pastoral.
En la parroquia Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo están presentes las Fraternidades Laicales de la Orden. En ellas se quiere vivir el carisma dominicano en la vocación laical y familiar.
En la Arquidiócesis de Montevideo hay dos Congregaciones de Hermanas Dominicas de Vida Apostólica: Las Hermanas Dominicas de la Anunciata y las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena.
Familia de predicadores
Domingo de Guzmán nació en Caleruega, provincia de Burgos, España en el año 1170. Sus padres, Don Félix de Guzmán y Doña Juana de Aza, eran parientes de reyes castellanos y descendían de los condes fundadores de Castilla. Tuvo dos hermanos mayores, Antonio y Manés. Este último fue uno de los primeros beatos dominicos.
Santo Domingo fundó en el año 1215 la Orden de Predicadores, consagrada a la predicación del Evangelio. Murió el 6 de agosto de 1221, a los cincuenta y un años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, fue canonizado por el Papa Gregorio IX.
Santo Domingo pensó la Orden en clave de una familia en misión de predicación compartida. La Familia Dominicana está integrada por los Frailes Predicadores, las Monjas de Vida contemplativa, las Hermanas de Vida Apostólica, los Laicos Dominicos y las Fraternidades sacerdotales.
La vida y la misión de Santo Domingo son fundamento de la vida y la misión de la Familia Dominicana. El padre Ruben destaca tres aspectos: “toda vida discipular, apostólica y misionera nace de una vida orante y contemplativa. Sin vida espiritual, cualquier acción apostólica se reduce a una buena acción social. Sin vida de oración, el discipulado puede reducirse a un proselitismo. Sin vida litúrgica, nuestra misión se vacía de contenido”, afirma.
Para el sacerdote dominico la vivencia de la compasión, tanto teologal como social, puede iluminar todo camino de promoción de la dignidad humana: “La compasión va más allá de la filantropía o del asistencialismo. Ella está en relación con ese amor de misericordia con el cual Jesús abraza a la humanidad en medio de sus fragilidades, errores y miserias”.
Por último, resalta la importancia de la búsqueda de la Verdad para la Orden: “No es un conjunto de postulados doctrinales, sino la experiencia misma de Jesucristo que libera al hombre. En estos tiempos que la Iglesia nos invita a pensarnos en clave sinodal, Santo Domingo nos recuerda que la verdad no se impone por la fuerza, sino que es el fruto de la capacidad de escucharnos y del diálogo maduro que nos lleva a reconocernos. Aceptar nuestras diferencias y a caminar juntos buscando el bien común”.