Editorial del Pbro. Gonzalo Estévez, vicario general de la Arquidiócesis de Montevideo, sobre la legalización de la eutanasia.
He leído en estos días una proyección de poblacion del Uruguay en el año 2070. El “paisito” se hará cada vez más chiquito. En el tiempo hemos ganado kilómetros por la proyección de soberanía sobre el mar, pero si ya nos quedaba grande el territorio para los pocos que somos, todo indica que nuestra plenillanura y nuestras aguas serán cada vez más una vasta extensión vacía de humanidad.
Cantaba Daniel Viglietti en los sesenta que “se precisan niños para amanecer”.
Pero los orientales hemos elegido que los hijos se pueden posponer, o que en el mejor de los casos con uno es suficiente.
Para colmo de males hemos decidido que alguien, madre gestante, tiene poder para decidir la muerte de un hijo que crece en sus entrañas, hechas para engendrar, alimentar y cuidar la vida de ese otro que no es “su cuerpo” sino “un cuerpo” (y, para los que creemos, un alma) que en ella ha comenzado el camino de la vida.
A la inicua ley del aborto ya se le proyectan modificaciones, no para tutelar desde el Estado los derechos del indefenso e inocente sino para aumentar los plazos que permitan a una madre (sí, a una madre, porque la mujer lo es desde el momento en que concibe y no desde el momento en que pare) deshacerse del fruto de su vientre, anteponiendo supuestos derechos propios a un derecho humano inalienable: la vida.
Y el paisito, que no amanece niños, ahora ha decidido apresurar el ocaso de los enfermos.
Fue aprobada la ley de eutanasia.
Los profesionales de la salud pueden ser desde ahora legalmente “profesionales de la muerte”.
Se alega misericordia ante situaciones insoportables, y se recurre a dolorosos testimonios personales de sufrimiento y angustia, ante los cuales debemos pararnos con respeto sagrado.
Pero no podemos resignarnos como sociedad a dar como respuesta, al dolor y la enfermedad, la muerte.
Todos sabemos que vamos a morir.
Y seguramente casi todos hemos pasado por alguna situación en la que hemos pensado que la muerte era lo mejor… pero una vez pasado ese momento de desesperación. hemos descubierto que bajar los brazos hubiese sido la peor opción, y que, como canta La Vela Puerca, hasta “el dolor de seguir vivo”… “es lo bueno que tiene el dolor”.
Ante tanta “legislación mortal” un signo de esperanza: la regulación de la ley de cuidados paliativos, que establece los medios para acompañar los procesos de aquellos que padecen enfermedades incurables y a quienes sí se busca ayudar a vivir y morir dignamente, con contención médica, afectiva y espiritual, y permitiendo que el dolor sea atendido y aliviado también farmacológicamente.
No demos “muerte digna” al Uruguay. Juguemos a la vida.
Que las parejas engendren con generosidad y responsabilidad.
Que el aborto no sea “salvar una vida” y que el parir sea “salvar a los dos”.
Que enfermos y viejos sean queridos, cuidados y acompañados hasta el fin natural de sus vidas.
Y que todos nos animemos en el camino de la vida, regalo de Dios y tarea de cada uno.
Un abrazo y bendición.


5 Comments
Aplausos y Bendiciones
Coincido en un todo con lo expresado.
Razones de Respeto a la vida asi lo avalan.
No podemos permanecer indiferentes con nuestros semejantes.
Y más allá de lo aprobado…Acompañar, convencer y ayudar a quien pasa por esas situaciones, es lo que primero debemos hacer. Y concientizar
Solo Dios nos da la vida y nos la quita.
Gracias Padre Gonzalo, clarísimo, comparto totalmente, continuemos rezando por la VIDA, que Dios y la Virgen iluminen a las personas que estén pasando por esas situaciones y se aferren a la Vida
Gracias Padre Gonzalo, clarísimo, comparto totalmente, continuemos rezando por la VIDA, que Dios y la Virgen iluminen a las personas que estén pasando por alguna de esas situaciones y se aferren a la Vida
Así es. Elegir siempre la vida es la forma de no equivocarnos.