Diez comunidades organizaron actividades en el marco de la propuesta, que este año tuvo como objetivo “manifestar el amor del Corazón de Jesús” a través de una actividad de servicio. Entre Todos estuvo en tres de ellas.
Sábado 7 de junio. Once de la mañana. En las inmediaciones del Mercado Agrícola de Montevideo —MAM— el tránsito es denso. Cuesta encontrar lugar para estacionar. En la plaza José ‘Pepe’ D’Elía, a una cuadra del MAM, los perros corren, los niños se empujan en las hamacas, los adultos cuidan y acompañan. Hace frío. Un frío que cala. Pero el sol —un sol seco, de otoño— calienta el cemento de la plaza, cercada por edificios en casi todos sus bordes.
Sobre las once y diez, el padre Pastor Cardozo, párroco de San Miguel Arcángel, aparece en la plaza junto con cinco fieles. Todos adultos, que superan los sesenta años. Traen un parlante, un micrófono montado en un trípode, una cruz de metal que parece oro, pero no lo es, y un ambón cubierto por una tela bordada: la Virgen María con el niño Jesús en el vientre; el ángel Gabriel, con gesto de anuncio.
Tres seminaristas de Redemptoris Mater llegan cargando tres instrumentos: una guitarra y dos tambores para ambientar el momento. Un hombre invita a los presentes a formar una ronda. Ahora son unas quince personas en total. Uno de los seminaristas empieza a cantar “Aleluya”, mientras los otros dos acompañan con la música y el resto hace palmas. Hacen la danza del Camino Neocatecumenal, un rito que expresa la alegría de la comunidad por la resurrección de Jesús.

El encuentro comienza con la oración de laudes. Los fieles rezan y cantan en público, sin importar el lugar. Los peatones y los autos pasan. Algunos siguen de largo. Otros se detienen unos segundos, miran, y luego continúan. La ronda se agranda a medida que llegan más personas. Terminan siendo veintidós. Y no son todos iguales: hay niños, jóvenes y adultos.
Terminada la oración, Cardozo toma la palabra. “El objetivo de esta salida es abrir el espacio público para que se pueda, sin vergüenza y sin temor, anunciar el amor de Cristo”, dice el sacerdote. Acto seguido, cede el lugar a Salvador, un hombre que aparenta unos setenta años, para que comparta su testimonio.
“Durante mi adolescencia y juventud sufrí mucho. No me sentía identificado con mis amigos, tenía una mala identificación sexual, me escondía. En mi casa no se hablaba de esos temas. Eran los años sesenta y el sexo era tabú. Caí en depresión. Fui a terapia, pero no me sanaba el corazón”, cuenta Salvador, sin importar quién lo escuche ni que el tránsito siga su curso a pocos metros.
Su vida empezó a cambiar cuando habló con un sacerdote. “Vos confiá —le dijo—, Dios te va a hacer una historia maravillosa”. Al principio no lo creyó, pero empezó a ir a la parroquia y a escuchar el evangelio, aunque no entendiera mucho. “No importa si no entendés, los demonios que están en vos sí entienden, y se van”, le comentó un catequista.
Habla durante casi diez minutos. Se detiene en lo íntimo: se casó, empezó a trabajar a los treinta y ocho años, y cuidó a sus padres ancianos. “Con el tiempo entendí que la Iglesia era como un útero, un lugar donde se forma el hombre nuevo. Y Dios fue haciendo su obra. Estoy en paz, con mi historia y con mi vida. Dios hizo conmigo una historia maravillosa”.
Cuando Salvador termina de hablar, un aplauso rompe el silencio. El sacerdote entonces toma el evangelio y, sin buscar, abre una página al azar para la lectura del día. Le toca el evangelio según san Marcos, que narra la curación de la hija de Jairo, jefe de la sinagoga, por parte de Jesús. Tras leerlo, hace una breve prédica en público. Su voz retumba en la plaza.

El encuentro termina pasado el mediodía, con el rezo del padrenuestro, el saludo de la paz, la bendición del sacerdote, un canto al Corazón de Jesús y una danza. El movimiento en el barrio sigue igual que hace una hora. Pero algo queda en el aire: por unos minutos, el mensaje de Jesús ocupó la plaza.
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A la una de la tarde, en la parroquia San Ignacio, en Villa Dolores, ya está todo listo. En uno de los salones, sobre una mesa y un sillón, hay veintinueve bolsas de papel con una prenda de vestir y dos artículos de tocador. Sobre otra mesa se acumulan, de un lado, paquetes de pañales, toallitas y gorros de lana; del otro, bandejas con comida. Pero todavía no hay nadie.
Pocos minutos después aparece el padre Héctor Bossié, párroco de la comunidad: “Hace varias semanas se generó un grupo a cargo de la misión, que se reunió para diseñar la propuesta. Unas cincuenta personas se involucraron. Hay gente joven, hay veteranos”.
Este año, la misión Casa de Todos que organiza la parroquia San Ignacio tiene lugar en el Centro Kolping —Bulevar Artigas 2714—, una organización internacional católica con presencia en Uruguay desde 1985, que tiene como objetivo apoyar a personas en situación de vulnerabilidad, especialmente mujeres y madres solas con hijos.
La elección del lugar no fue casual: el director ejecutivo de la obra, Antonio Silva, pertenece a la parroquia y propuso hacer allí la jornada. Se trata de una actividad inédita, que nunca se había hecho.
Sobre la una y media de la tarde llegan María Noel —Tata—, María Inés y Grissel para ultimar los detalles. Viviana aparece con una torta de chocolate. A medida que pasan los minutos, se suman otras integrantes de la parroquia hasta ser en total ocho. Todas mujeres. Tras cargar todo en una camioneta y antes de partir, Bossié las reúne en ronda y rezan juntos un padrenuestro para poner en manos de Dios la jornada.

La actividad se divide en tres partes: juegos y dinámicas de integración; un bingo familiar; y, para cerrar, una cantarola con testimonios y merienda. Entre Todos no pudo ingresar al Centro Kolping por una exigencia del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), con quien la obra tiene un convenio.
El lunes siguiente, cinco misioneros que participaron de la jornada visitaron el programa Hoy quiero hablarte, de Radio Oriental. Entre ellos estaba Antonio Silva, director ejecutivo del Centro Kolping: “Se vivió un rato en clima de familia, entreverados entre todos. Fue realmente un Pentecostés temprano: una fusión muy linda del Espíritu, que logró unir a los misioneros con las mujeres y madres, y con sus niños, niñas y adolescentes”.
Debido al espacio, veinticinco voluntarios participaron del encuentro. Se calcula que se reunió a unas cien personas, incluyendo a los técnicos y educadores de la obra. En la actualidad, en Kolping viven entre setenta y ochenta personas, según la cantidad de hijos que tenga cada madre.
Silva evaluó la instancia de forma positiva. “Todos se integraron, y eso fortaleció a la comunidad de San Ignacio y también a Kolping. No se trató solo de llevar un regalito. Llevamos nuestra vida. Llevamos lo que somos para tratar de encontrarnos con otras personas. Y la riqueza está en ese encuentro. Eso tuvo un gran impacto”.

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La fachada de la parroquia Nuestra Señora del Líbano está cubierta de carteles. Uno anuncia juegos, música y diversión; otro, chocolate, tortas y “más” para compartir. Banderas, globos e imágenes religiosas sujetas a la reja completan la escena. Es una Iglesia en salida, literal.
Pero eso no es todo. De punta a punta, la calle está ocupada por stands que representan los servicios de la parroquia: el grupo scout, la Sociedad San Vicente de Paul y las actividades de sus dos capillas: Betania (Islas Canarias 4579) y Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (Sayago 1090).

Y aún hay más. Sobre una de las mesas hay chocolate caliente listo para servir y tortas dulces. También hay ropa para hombres, mujeres y niños, que normalmente se destina a la venta económica semanal, pero que esta vez está disponible para quien la necesite, sin costo.
“Nos parecía importante abrir las puertas de la parroquia sin poner ninguna barrera. Por eso, todo lo que se ofrece es gratuito”, dice Francisco Anadón, responsable laico parroquial y, desde hace poco, también responsable laico de la zona San Juan Norte, que abarca Paso de las Duranas, Peñarol, Lezica, Sayago, Colón y Melilla.
“Algunas personas, al pasar, dicen: ‘No, no tengo dinero’. Y nosotros les explicamos que no era necesario, que están invitados. Queremos compartir un momento con ellos. El hecho de que todo sea gratuito ayuda a romper esa barrera que a veces impone el dinero”, señala Anadón.

Además, durante la jornada, la catequesis de niños no se suspendió. Todo lo contrario: se integró al trabajo del grupo scout. La jornada sigue hasta la misa de las seis. Después, una vigilia. Y un fogón, como cierre. “Es una jornada extensa, pero hermosa. De mucho calor humano”, concluye el responsable laico.
El amor del Corazón de Jesús, manifestado sin más herramientas que la presencia, la escucha y el gesto.
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4 Comments
Me dejaron sin palabras! Sólo agradecimiento.
Gracias!
Exelente misión. El Espíritu Santo los fortalezca y guíe. Y Nuestra Madre acompañe toda iniciativa que nos acerque a quien necesita calor humano. Esperanza, ánimo .
La Iglesia en salida!!!!! Gracias por estos testimonios!!
La Iglesia en salida!!!!! Gracias por estos testimonios!!