Cuatro preguntas al Cardenal, a propósito de la Misa en el día de la Batalla de Las Piedras
El Cardenal Daniel Sturla respondió a interrogantes sobre la Misa que celebró el pasado 18 de mayo, Día del Ejército. Aclaró trascendidos, despejó dudas y explicó su posición.
¿Por qué celebró la Misa del 18 de mayo?
Fue una Misa que celebré a pedido de militares católicos, me hicieron llegar la inquietud a través del capellán de la Capilla del Hospital Militar, el padre Genaro Lusararian. Me pareció bueno que, así como la Iglesia estuvo presente en la Batalla de Las Piedras, hubiera integrantes del Ejército que quisieran terminar ese día con una Misa. En 1811 la Iglesia participó de distintas maneras pero sobre todo a través de que el capellán de las fuerzas patriotas, el padre José Valentín Gómez, que fue quien recibió la espada del vencido a petición de Artigas, como está plasmado en un famoso cuadro de Juan Manuel Blanes.
Me pareció muy bueno y celebré la Misa con gusto. Por supuesto, la Misa siempre es para rendir culto a Dios y no para otra cosa.
En la celebración Ud. citó al Comandante en Jefe, mencionó que había pronunciado un bello discurso. ¿Qué dijo al respecto?
Lo cité porque esa mañana, en el acto que hubo en el estadio Gestido, en el Comando del Ejército, el Gral. Guido Manini Ríos hizo un discurso que, a mi entender, es muy importante para el Uruguay entero, para la reconciliación nacional. Entre los errores del Ejército citó aquellas actuaciones de la historia en las que la Fuerza no había tratado con dignidad a sus prisioneros. Creo que esto fue un reconocimiento público que toca realidades de la historia reciente y significan un paso hacia esa reconciliación nacional que todos anhelamos.
Algunos medios y también una senadora de la República criticaron sus palabras. Indicaron que Ud. había dicho que los soldados del Ejército eran soldados de Cristo. ¿Esto fue así?
Por supuesto que no. Hice varias menciones a los lugares en que la Escritura –sobre todo las lecturas que elegimos para ese día– hacían referencia a la vida cristiana en comparación con la milicia: el hecho de estar preparado para el combate, el escudo de la fe, la coraza de la esperanza, etc. Y también mencioné que, cuando los jóvenes reciben el sacramento de la Confirmación, antiguamente era muy usual decir que a partir de ese día eran “soldados de Cristo”. Pero me refería a todos los católicos que se confirman. De ninguna manera me refería al Ejército nacional ni a sus integrantes.
¿Qué opina de las críticas que ha recibido a propósito de que la Misa con el Ejército es considerado un acto que atenta contra la laicidad?
Creo que volvemos a un tema que no está del todo bien resuelto. Es un asunto que suscita suspicacias u opiniones diversas. En un país democrático y plural como el nuestro, que haya opiniones diversas me parece que está bien. Esta Misa que celebramos no integró los actos oficiales del Día del Ejército, sino que fue un pedido de los militares católicos. Ellos están en todo su derecho, como integrantes de la sociedad uruguaya, donde hay libertad de cultos, de celebrar de ese modo.
He sido invitado y he participado en distintos actos oficiales o de grupos diversos donde. Si mi presencia es bienvenida o si me invitan para rezar, voy. Pienso incluso que en mi primer año de Arzobispado me invitaron a un acto en memoria de los siete comunistas que murieron violentamente en el Paso Molino. Concurrí a ese acto, como en su momento fue Mons. Partelli (1919-1999) al velatorio, a rezar. Yo les dije: “Si puedo ir a rezar, con mucho gusto voy a hacer una oración”. Es decir, la Iglesia está allí donde la llaman y donde considera que es buena su presencia. Sobre todo, si es una presencia que invita a los demás a la oración o a un pensamiento que lleve a mirar hacia la trascendencia o al destino espiritual de los seres humanos. Aún cuando ellos no sean efectivamente parte de la Iglesia, como es obvio que en ese acto del Partido Comunista la mayoría no lo era.
Publicado en el Quincenario Entre Todos nº 379, del 4 de junio de 2016