Entrevista con Mons. José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá y principal responsable de la organización de la Jornada Mundial de la Juventud
Ser anfitrión de una Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) no es tarea fácil. Implica compenetrar a miles de personas, involucrar a las autoridades, planificar decenas de eventos, manejar miles de variables. Cuando se enteró de que esto sucedería en su diócesis, Mons. José Domingo Ulloa supo que la Iglesia asumía un gran desafío. Pero al mismo tiempo estaba convencido que era un proyecto de Dios. Pasados esos días, el Arzobispo de Panamá hace un balance del proceso y concluye que, Gracias a Dios, su Iglesia estuvo a la altura. En entrevista publicada en Entre Todos, analizó los desafíos de gestión que tuvo en los últimos tres años, así como los principales frutos para su país, la Iglesia y el mundo.
¿Cómo define el resultado de esta JMJ?
No podemos definir unos resultados de la JMJ en Panamá, lo que si podemos decir es que vivimos una experiencia de encuentro, donde las diferencias nos enriquecieron ante un proyecto tan especial que tiene como centro a los jóvenes. Panamá abrazó al mundo representado en cada uno de los peregrinos y compartió su fe, su cultura, su alegría, su esperanza, pero sobre todo su compromiso de compartir lo vivido, para ser transformadores de sus realidades.
¿Cuáles fueron las principales “ganancias” para la sociedad panameña, para la Iglesia de su país y para la Iglesia a nivel mundial?
Más que ganancias son frutos del Espíritu Santo, que siempre nos renueva. Panamá mostró que la Iglesia está viva, y que late al ritmo del corazón de la juventud, donde tiene puesta su esperanza, para que con su fuerza transformadora nos impulse a no tener miedo, a derribar muros y construir puentes para llegar a los alejados, a los excluidos. Y lo principal es que la juventud está dispuesta a salir también a transformar el mundo, para hacerlo más humano, más ético, más fraterno.
Un aspecto importante que se mostró fue la diversidad de confesiones religiosas que, con alegría, se sumaron a la JMJ Panamá 2019.
¿El lema de la JMJ fue elegido por el Vaticano o por los panameños? Si es este segundo caso, ¿por qué tomaron esta decisión, qué buscaban con esto?
El tema mariano fue una sugerencia de la Iglesia Católica en Panamá, y la razón es que, a este pequeño Istmo, la fe llegó de la mano de la Virgen María, con la advocación de Santa María la Antigua, quien nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia eclesial y nacional. Además nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños son marianos por excelencia y tienen muy claro que María nos lleva a su hijo Jesucristo.
Por ello, estamos convencidos de que proponer a la jovencita de Nazareth a la juventud de hoy enriquecería su vida espiritual y discipular. Y así lo hizo. La Virgen ha estado guiando, orientando el caminar hacia el 2019, con los tres temas preparatorios que nos ofreció el Papa Francisco: para la 32° Jornada Mundial de la Juventud, 2017, “El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí” (Lc 1,49); para la 33° Jornada Mundial de la Juventud, 2018, “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios”, (Lc 1,30); y para la 34° Jornada Mundial de la Juventud, 2019 (Panamá), “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra”, (Lc 1,38).
Volviendo unos años atrás… ¿cómo se sintió cuando se enteró que la JMJ se realizaría en su ciudad y por lo tanto usted sería responsable de su organización? Ahora, ¿qué puede decir al respecto?
En ese momento sentí que asumíamos como Iglesia un gran desafío, pero estaba convencido de que era un proyecto de Dios, el permitir que un país pequeño asumiera la organización de un evento tan grande, para mostrar que es Él quien capacita a los que elige. El Papa Francisco depositó su confianza en esta Iglesia y en el pueblo panameño. Gracias a Dios, podemos decir que no le defraudamos y que ahora ningún país por pequeño que sea puede decir que no es capaz de hacer una hazaña como la de organizar una JMJ.
¿Cuáles fueron los principales desafíos a la hora de organizar?
Cambiar nuestra dinámica de organización de los eventos. En la Iglesia tenemos una forma especial de llevar los proyectos y, sin embargo, fuimos dóciles en buscar un mecanismo de planificación que fortalecería nuestro trabajo, que costó muchísimo comprender y aplicar, porque a cada dirección se le designó un project management office (PMO) que le apoyó en la planificación de objetivos y procesos con un cronograma y la evaluación permanente, que permitía cambiar la estrategia según las circunstancias para lograr los objetivos. Esto ha sido un gran aporte que creemos debemos incorporar a nuestro trabajo pastoral sin perder también la dinámica pastoral ni nuestra identidad.
Otro desafío es incorporar la estructura del Comité Organizador Local de la JMJ a la estructura pastoral de la diócesis que acoge la sede de la JMJ, porque este evento debe garantizar el fortalecimiento y la renovación de la estructura y el plan pastoral que se esté desarrollando, para poder atender al concluir la Jornada esa caudal de jóvenes que buscan espacios de participación.
¿Y las principales claves para superar esos escollos?
La comunicación es una herramienta principal, a lo interno como de cara a la sociedad. Fue difícil a los inicios tener mensajes claros, pero se fueron trabajando y fortaleciendo los canales de comunicación.
También es importante que cada sección o dirección pueda asumir sus decisiones y responsabilidades. El corazón para echar adelante la organización de la JMJ son las parroquias, y en ellas los párrocos, que deben abrirse a los jóvenes para que sean los que asuman roles importantes en toda la preparación. Esto no significa que deban dejarlos solos, sino que se les acompañe y que los jóvenes estén atentos a las orientaciones que se les pueda dar.
¿Quedó conforme con cómo se dieron los hechos?
Damos gracias a Dios porque fue Él, junto con la Virgen María, quien ofreció la oportunidad a los peregrinos de vivir una experiencia de encuentro fraterno, en hogares de acogida donde se les hizo sentir como verdaderos hijos. Este proyecto es de Dios, las fallas son humanas y deben darse para recordarnos que el que reina en todo proyecto humano es Dios.
Han sido muchos los frutos de esta JMJ Panamá 2019, quizá no sepamos cuán profundos han sido ni dónde han caído las semillas del evangelio.
¿Cuáles considera que fueron los principales logros de la organización?
El poder tener hogares de acogida para todos los peregrinos; que la prensa nacional e internacional se sintieran bien atendida, a pesar de los inconvenientes; los obispos, que han sido los principales promotores de la experiencia vivida en Panamá y que deben replicarla en sus diócesis para que cosechen frutos para el Reino de Dios.
¿Sabe aproximadamente cuántas personas trabajaron en la organización de esta JMJ?
La Jornada Mundial de la Juventud en Panamá tuvo 20 mil voluntarios, que sin ellos no habría sido posible desarrollar esta evento.
¿Qué momentos de la JMJ recuerda con más cariño o le parecieron más entrañables?
Todos los momentos han sido una experiencia reconfortante, el recorrido con el Papa por las calles en el encuentro con la gente; el Via Crucis que permitió introducirnos a la realidad juvenil del continente americano y vivir una profunda espiritualidad; el silencio en la Vigilia cuando nos invitaron a dejar resonar las palabras del evangelio en el corazón; la experiencia en el centro de cumplimiento de menores y el encuentro en el Hogar Buen Samaritano, que mostraron la preocupación permanente de la Iglesia en acudir a atender al más necesitado. Y la ceremonia de consagración del altar de la catedral basílica Santa María la Antigua, fue una experiencia hermosa con el Santo Padre, un acontecimiento que quedó para la historia.
¿Qué espera de los miles de jóvenes de todo el mundo que acudieron a la Jornada en Panamá?
La experiencia de fe que la juventud vivió en los Días en las Diócesis de Panamá y Costa Rica y la Jornada Mundial de la Juventud en nuestro país, deben compartirla en sus respectivos lugares, ambientes; y de hecho así lo han expresado. Pero sobre todo los jóvenes deben aceptar el compromiso a que están llamados en este momento de la historia, a no tener miedo a ser protagonistas de los cambios que requiere la Iglesia y los cambios que requiere el mundo, tan necesitado de más humanidad, solidaridad, ética, fraternidad, de buscar el bien común y procurar el cuidado de la naturaleza. Su compromiso discipular es escuchar la voz de Dios y responderle como María: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra”.
/Por Carolina Bellocq, publicado en Entre Todos n° 442