En un contexto en el que la sobreexposición visual y sonora es constante, dialogamos con Marco di Segni acerca de cómo nuestra coyuntura nos impide apreciar el valor del silencio, en sus diferentes formas.
“El silencio es visto como aburrido” afirma Marco di Segni. Para él, no existen dudas: está mal visto abstraerse de la constante contaminación que sufren nuestros estímulos a diario.
Precisamente, di Segni —doctor en medicina y especialista en psiquiatría, aunque ya retirado— ha escrito en numerosas ocasiones acerca de la importancia del silencio.
Como hombre de fe, además de ser magíster en Ciencias Religiosas, la asociación entre el silencio y la necesidad cristiana de encontrarse con Dios le resulta casi hasta natural. Desde su perspectiva, el callar nos posibilita una observación atenta y una escucha activa.
¿Cómo se define el silencio? Porque es un concepto que lo utilizamos cotidianamente.
Es una buena pregunta, porque habitualmente el silencio se define por la negativa, como la ausencia de palabras, sea hablada o escrita, o en la misma acción. Pero nadie lo define espontáneamente como un espacio fermental y concreto, o con la importancia esperable. Por algo se dice ‘si vas a romper el silencio, que sea con alguna palabra que valga la pena’, o que ‘el silencio es de oro’.
El silencio sirve para escucharme, para escuchar al otro y además me devuelve la imagen de quien soy. El silencio nos permite conocernos, y tiene muchos sentidos dependiendo de su uso y contexto: puede significar pasión, indiferencia, agresividad, aprobación, complicidad, duda y un largo etcétera.
¿Por qué es importante el silencio?
Lo es porque constituye parte del diálogo, es un integrante más de la comunicación aunque no hagamos uso de la oralidad. Resulta imposible no comunicar aún si nos propusiéramos no hacerlo. ¿Qué hay cuando no hay palabra? Hay comunicación, hay miradas, hay gesto y sobre todo, hay presencia. Si quiero manifestar mi apoyo a alguien necesitado o a un enfermo, se lo puedo decir, o lo puedo visitar y sentarme a su lado, que se lo estaré comunicando igual. El que conoce el lenguaje habla consigo mismo, porque el idioma organiza nuestro razonamiento y pensar es también hablar o dialogar. Son autoverbalizaciones.
Los principales beneficios del silencio son marcar distancia, adquirir una mirada con otra perspectiva, poder discernir mejor, pero también colabora para darnos tiempo a cursar procesos. También lograr madurar mejor las decisiones, porque el ruido desacraliza un poco todo y produce una abundancia de información, nos quita aquello palpable de las cosas y se sustituye por una abrumadora cantidad de datos. Y finalmente, el silencio nos evita estropear momentos con la palabra.
¿Cómo se da el diálogo entre silencio y ruido? ¿Es una dicotomía entre dos términos opuestos o hasta casi antagónicos?
Ante esa duda tendríamos que diferenciar los tipos de ruido. Existe el ruido físico y el ruido más simbólico, que podríamos asociarlo a aquellas situaciones en las que uno no puede pensar con claridad. Pero si nos quedamos con ese primer concepto, el ruido físico es el principio de todo.
Varias veces escuchamos personas que cuentan que, cuando llegan a sus hogares, prenden la tele y luego hacen algo más, sin prestarle atención a la programación por el simple hecho de sentir una cierta compañía. ¿Cómo es ese vínculo? Porque es una compañía impersonal, no sabemos quién nos habla, ni sobre qué. Muchos pensadores afirman que esos ruidos los utilizamos para ocuparnos y no centrarnos en cuestionamientos más profundos y hasta existenciales hacia nosotros mismos. Si tengo un fin de semana libre y me voy a la playa, y al llegar me pongo a escuchar música y a hacer otra cosa, al llegar a la arena no voy a pensar en el «por qué» o en el «para qué».
Las personas siempre evitamos esas cuestiones, y sobre esa idea sí nos van a parecer antagónicos, porque más temprano decíamos que el silencio justamente nos ayuda a pensar con mayor claridad.
¿Las personas evitan los espacios de silencio? ¿Se subestima su beneficio?
Lo que ocurre es que el silencio nos lleva a pensar y, muchas veces, a proyectarnos. Por ejemplo, la proyección en el futuro siempre causa ansiedad o angustia, porque el hombre tiene la ilusión del control total. Pero eso es imposible, entonces tiene que tolerar y convivir con la incertidumbre.
Mientras nos alejamos en el futuro, la duda principal es la muerte, porque es algo seguro que todos tendremos por delante. ¿Cómo lo vivimos? Con rechazo. Si le preguntamos a la gente si quieren saber cuándo se van a morir, la mayoría nos dirá que no quieren conocer esa fecha. Entonces nos centramos en los futuros inmediatos, que son aquellos que nos demandan pensar en menor profundidad. Son metas abarcables que ofrecen una satisfacción accesible y relativamente inmediata. El silencio no es algo aburrido, sino que lo precisamos, porque sino viviríamos hiperestimulados permanentemente.
Dentro de esas metas personales, ¿cuál es la importancia de la dimensión espiritual?
La dimensión espiritual es lo que hace humano al hombre. Dentro del silencio existe una dimensión espiritual, luego uno lo llena con su propia fe. La religión no es un atributo propio del hombre, sino que es a partir de ella desde donde uno se mira a sí mismo y a Dios. La religión y el silencio se asocian en frases como ‘haz silencio para escuchar a Dios’. ¿Quiere decir que Dios no se puede manifestar en medio del ruido? Claro que puede, pero somos nosotros quienes tenemos el oído imperfecto y lo que necesitamos es disipar todo aquello que compita con la actitud de escucha.
Para el cristiano, ¿la responsabilidad de recurrir al silencio es mayor?
¡Por supuesto! Sin dudas que sí, porque nuestro Dios obra escondido. Lo que Él quiere es que lo vayamos descubriendo, y que esté escondido no implica que esté mudo. Nos brinda su Palabra, pero si miramos para otro lado es nuestra responsabilidad. El cristiano debe salir en busca de Él, pero ¿somos capaces de encontrarlo? ¿Vemos realmente su obra? El silencio es crear un modo de estar abierto a la escucha. Incluso rezar no es solamente pedir, sino que implica mostrar qué somos y estar atento a lo que Dios tenga para decirnos, aunque sea complejo porque no se comunicará de la forma en la que esperamos.


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IMPACTADA
DE LEER Y ENTENDER Y COMPARTIR
LA VISION Y CONOCIMIENTO
SOBRE EL = SILENCIO.