En el mes del medio ambiente dedicamos este espacio para algunas experiencias basadas en la encíclica del Papa Francisco "Laudato si'"
Los seres humanos, nos cuenta el Génesis, somos una creación muy querida por Dios. El medio ambiente es el lugar de crecimiento y desarrollo del hombre; de su supervivencia, también depende la nuestra. Santos, papas y otros integrantes de la Iglesia católica de todos los tiempos han destacado su importancia y la necesidad de su protección. El compromiso de cuidar el planeta Tierra aumenta cada día y es necesario darlo a conocer. Próximos a celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente, el día 5 de junio, les proponemos conocer un poco más sobre un tema que nos involucra a todos.
Hermana Tierra
Muchas son las organizaciones a nivel mundial que llevan adelante la firme tarea de concientizar sobre la situación que vive el planeta. Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Greenpeace, Grupo Clima (organización no gubernamental que trabaja con líderes de todo el mundo para abordar el cambio climático) y otras, se trabaja intensamente.
La Iglesia católica se siente interpelada por este llamado, que implica el compromiso con nuestro planeta. San Francisco de Asís es el santo que mejor representa el amor hacia las creaturas y hacia la naturaleza; ya por el siglo XIII mostraba su relevancia al llamarla “hermana”.
El papa Francisco, como máxima autoridad católica, no dejó escapar la oportunidad de profundizar en este tema ni en la figura del pobre de Asís. Laudato Si es la segunda encíclica escrita por el Santo Padre. Firmada el 24 de mayo y presentada el 18 de junio de 2015, se centra en la urgencia e importancia de cuidar el planeta Tierra y en el desarrollo sostenible.
Cuatro años más tarde, en la ciudad eterna, tuvo lugar el Sínodo de Obispos para la Región Pan-Amazónica, conocido como Sínodo para la Amazonia; del 6 al 27 de octubre de 2019. Su resultado fue un documento llamado Querida Amazonia. El papa llamó a trabajar por la evangelización en esa región: “los pueblos indígenas, a menudo, son olvidados y sin la perspectiva de un futuro sereno”, aseguró el pontífice.
Muchos son los especialistas, sacerdotes, religiosas y laicos, que trabajan con ímpetu basados en ambos documentos. El Sínodo de la Amazonia generó un fuerte impacto en miles de comunidades religiosas y movimientos católicos de todo el mundo.
Tarea de todos
“Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará y otras hacen que suceda”. Con estas palabras del exjugador de básquetbol Michael Jordan, comienza el artículo escrito por la religiosa argentina capuchina de la Madre Rubatto, Daniela Cannavina, actualmente secretaria general de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR).
Daniela asegura que el Sínodo favoreció el encuentro, la escucha, el diálogo y el discernimiento de los posibles nuevos caminos, en un clima de profundo respeto. «La Amazonia dio a luz lo que toda la Iglesia, comunidad de comunidades, lleva en sus entrañas desde hace siglos: caminar en igual dignidad. La Casa Común que debemos cuidar, es reflejo de la casa abierta, comunidad de vida, mesa larga, espacio compartido de participación abierta en la que todos tienen un lugar; reflejo de la verdadera comunidad eclesial ansiada. La Amazonia es una escuela de vida que incorpora en su currículo la asignatura del “desaprender para aprender” nuevos caminos y nuevos modos de ser”, destaca».
Otra de las voces es la de Tania Ávila Meneses, boliviana y descendiente del pueblo Quechua, teóloga. Cuenta con estudios en misionología y formación en semiótica para la comunicación intercultural. Es laica y trabaja como voluntaria en distintas organizaciones como la CLAR. Fue auditora del Sínodo de la Amazonia y lo define como un proceso: “fue una experiencia de encuentros, de interaprendizajes donde cada rostro… cada voz… hace parte de un gran tejido de resistencia vital que se hace una sola voz. Al mismo tiempo es una experiencia de corresponsabilidad”.
Por su parte, Fabián Campos, secretario para Latinoamérica del Movimiento Católico Mundial por el Clima (MCMC), se define como hijo de padre quiteño y madre zarumeña, una región recóndita del sur, de belleza natural y humana inimaginable. Se dedica a acompañar procesos personales, comunitarios e institucionales hacia una ecología integral como respuesta a la grave crisis socio–ambiental que vive el planeta. El MCMC reúne a más de setecientas organizaciones y siete mil “animadores Laudato Si” alrededor del mundo. “Impulsamos el cuidado de la creación como parte fundamental de nuestro camino de fe a ejemplo de san Francisco de Asís o santa Hildegarda de Bingen; el Movimiento camina a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia y busca una cooperación ecuménica, interreligiosa y civil en favor del bien común”, cuenta Fabián.
Francisco contagia
El Día Mundial del Medio Ambiente se celebra cada 5 de junio desde 1947. Es considerada una fecha importante en el calendario oficial de las Naciones Unidas. Tiene como objetivo concientizar sobre la acción climática y ambiental. El tema para este 2021 es la restauración de los ecosistemas.
Tania sostiene que la Iglesia católica comprometida con el cuidado del medio ambiente, asumió con el papa Francisco un lugar de vanguardia en las acciones a nivel global. “Entre las tareas que viene realizando para encarnar este cuidado está una transformación de mentalidad al afirmar o recordar en Laudato Si que los seres humanos somos tierra. Al mismo tiempo, propone e invita a un cambio actitudinal personal, comunitario y estructural al plantear a todas las instituciones religiosas la necesidad de una des inversión en planes que no respeten el cuidado de la casa común”.
Para Fabián el medio ambiente siempre fue muy importante para la Iglesia: “Jesús nos enseñó su amor contando parábolas basadas en la naturaleza, y la Virgen, en sus apariciones como la de Guadalupe, nos ha transmitido profundos mensajes mediante sus elementos”, afirma el secretario del MCMC.
Comunidades, colegios, grupos católicos, también aportan su grano de arena en la lucha por la defensa de la naturaleza. Realizan acciones concretas desde lo cotidiano, cuidando el uso de agua, reciclando; asumen de esta manera la responsabilidad y el compromiso de educar en el desarrollo sostenible. Temas como el cambio climático, la reducción del riesgo de desastres, la biodiversidad, son de diálogo y estudio recurrente.
Cannavina señala que ambos documentos despertaron de la siesta a muchos: “La conversión ecológica que promueve el papa Francisco es de carácter integral, ya que va más allá de la esfera racional y de la pasión por el cuidado del mundo”. Por lo cual “no se trata tanto de ideas, sino sobre todo de motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo” (LS 216).
Acción y compromiso
La importancia de la encíclica Laudato si’ radica en hacer visible la importancia del cuidado de la casa común, tanto para los católicos como para todos los habitantes del planeta, proponiendo como camino la ecología integral frente a la grave crisis ambiental generada por la cultura del descarte.
Por su parte, la exhortación apostólica Querida Amazonía presenta propuestas ―denominadas “sueños”― para la región, para América Latina y para el mundo. Sueños de promoción de dignidad para los últimos, de preservación de la riqueza cultural, de custodia de la naturaleza y de comunidades cristianas entregadas y encarnadas que pueden hacerse realidad en otras regiones como el Acuífero Guaraní.
Desde amplios sectores científicos y desde los movimientos socio–ambientales insisten en que el problema se agrava día a día. A casi seis años del Acuerdo de París, se está muy lejos de alcanzar las metas en reducción de emisiones de CO2 y los problemas estructurales, relativos al modo de consumo, la definición de desarrollo o la calidad de vida; temas que no son suficientemente abordados por la comunidad internacional.
Sin embargo, el papa Francisco sostiene en su encíclica que “las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común”.