Ya son tres casas de recuperación para jóvenes: en Cerro Chato, Melo y ahora Punta de Rieles
Las fazendas surgieron en Brasil en 1983, en el barrio de Pedregulho, en la ciudad de Guaratinguetá, estado de San Pablo. Nelson Giovanelli, un joven laico que quería vivir su compromiso con Jesús de forma radical, decidió entregar su vida por quienes estaban al margen. Fue animado a dar ese paso por fray Hans Stapel, su párroco, quien lo incentivaba a vivir concretamente la Palabra de Dios. Juntos fundaron casas de rehabilitación de jóvenes que desean abandonar el consumo de drogas, en donde se vive un clima familiar y de contención.
La primera Fazenda de la Esperanza surgió en Guaratinguetá, en la diócesis de Aparecida, en una parroquia que se llama Nossa Senhora da Gloria. “Después esto se fue transformando en una llama que se desparramó por todo Brasil, luego por Europa. Después de Brasil, los siguientes países fueron Alemania y Paraguay”, señaló Nelson Giovanelli.
En la actualidad, la Fazenda tiene presencia en 23 naciones, y la “clave de la recuperación de los jóvenes, de la liberación de la esclavitud de la droga, es la vivencia de la Palabra de Dios; su escucha, su reflexión y, sobre todo, su vivencia diaria en comunidad”, añadió Giovanelli.
Ahora son 147 las casas dispersas por todos los continentes. En Uruguay existe una fazenda para 18 hombres en la localidad de Cerro Chato, desde hace 11 años, y una para mujeres en la ciudad de Melo desde hace cinco años. Estas casas están coordinadas y administradas por misioneros de la Familia de la Esperanza, una asociación católica de fieles.

Fazenda en Cerro Chato, Treinta y Tres.
Trabajo, convivencia y espiritualidad
La metodología de trabajo de la institución es denominada trípode, ya que involucra tres pilares en la formación y el acompañamiento de los jóvenes. “Tenemos que hacer que los chicos que viven en la fazenda sientan un ambiente de familia. Los jóvenes que pasan por la droga muchas veces no tienen bien formado ese concepto y para nosotros es bien importante”, explicó en entrevista con ENTRE TODOS Alfonzo Bouers, misionero brasilero laico de la Fazenda de la Esperanza de Cerro Chato y psicólogo de profesión.
El primer pilar es el trabajo. Dentro del predio de la casa de Cerro Chato cuentan con una panadería, un taller de artesanías, una huerta y un gallinero. Allí todos los jóvenes tienen responsabilidades diarias y horarios estipulados para las diferentes tareas de la casa.
El segundo pilar es la convivencia, en la que “se manifiestan todos los problemas de carácter de un joven que pasó por la droga. Allí los acompañamos para transitar diferentes situaciones y les inculcamos valores como el perdón, el respeto, las formas de hablar y de comportamiento básico”, dijo Alfonzo.
El tercer pilar es la espiritualidad, y explicó Alfonzo que la Fazenda de la Esperanza “es una comunidad católica y todos los días hay celebración de la Misa y rezo del rosario. Aquí en Uruguay sucede que hay muchos jóvenes que llegan a la Fazenda sin ninguna referencia religiosa. Ninguno de ellos es obligado a convertirse a la religión”. Lo esencial es la transmisión de los valores cristianos.

Fazenda en Melo, Cerro Largo.
“Estos años de trabajo en Uruguay han sido muy gratificantes”
Los muchachos viven en la fazenda durante un año. Para ingresar allí, los interesados y/o sus familiares deben escribir una carta a la institución solicitando el ingreso y expresando que hay un interés libre de recuperación. Luego del ingreso, los primeros tres meses no tienen contacto con sus familias, solo con sus compañeros de casa. “Este es un tiempo para ellos, luego de los tres meses las familias pueden venir de visita a la casa”, contó Alfonzo. “Estos años de trabajo en Uruguay han sido muy gratificantes”, agregó el misionero.
Una vez que los jóvenes salen de la fazenda continúan con un acompañamiento por parte de los Grupos Esperanza Viva, que existen en todos los países donde hay presencia. En Uruguay los hay en Treinta y Tres, San Carlos, Maldonado y Montevideo.
Nueva fazenda en Punta de Rieles, Montevideo
El proyecto de la casa en Montevideo, «Monte Carmelo», surgió de la necesidad de espacio en la de Cerro Chato. Varios jóvenes han solicitado ingresar para logar salir de las drogas, pero por temas de cantidad de personas dentro de la casa no se había podido: “Teníamos que derivar a los chicos uruguayos a las fazendas de Argentina o Brasil. El Card. Sturla nos ayudó mucho y nos propuso que instaláramos una fazenda en un antiguo monasterio abandonado, que había pertenecido a las Hermanas Carmelitas Descalzas”, señaló Alfonzo.
Un grupo de voluntarios fue el encargado de reorganizar el edificio y aprontar las instalaciones para el gran día de la inauguración de la nueva casa. Esta sede tiene una panadería industrial, huerta y cancha de futbol. Con el tiempo se irán anexando más iniciativas, explicó Alfonzo.
La nueva Fazenda de la Esperanza, del barrio Punta de Rieles de Montevideo, permitirá alojar hasta 30 varones. Comenzará con ocho jóvenes y se irán sumando más a lo largo del año. Además de los coordinadores, irán a vivir a la casa dos jóvenes que pasaron su año en la fazenda de Cerro Chato y ahora colaborarán en este nuevo hogar.
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2 Comments
Realmente muy agradecido a la providencia por este fantástico regalo que ha hecho a la Iglesia en Uruguay, y hoy en Montevideo. Es necesario. Y ruego a Dios continúe bendiciendo esta propuesta
Buen día
Quería saber más informacion