Entrevista al comunicador Juan Carlos López.
Juan Carlo López, «Lopecito», participa con Americando desde el año 1974. A 150 años de la creación de la Asociación Rural del Uruguay nos cuenta su vínculo con la institución y su propuesta; las define como manifestaciones culturales que incluyen a todos.
―¿Cuándo y cómo surgió su primer contacto con Expo Prado?
―Fue en el año 1974 cuando comencé a trabajar en radio Rural 610 AM y cubrí mi primera exposición. Hacía dos años que habíamos creado la marca Americando; en agosto de 1972.
En ese entonces había animales y maquinaria, nada más. Asistía mucha gente pero la exposición no tenía el aspecto que conocemos hoy; era un predio con calles de tierra. Hoy está todo remozado y adecuado a las circunstancias, la única tierra que vemos está en el ruedo y en algún parquecito.
Expo Prado es la mayor fiesta popular, realmente nacional, que nos une a todos. Siempre digo que sería bueno que hubiera Prado todos los días, los 365 días del año; me refiero a que haya un lugar de reunión donde nos encontremos todos.
Se habla mucho sobre el campo y la ciudad. Sobre la base cultural de la propuesta de la pecuaria nacional, nos juntamos todos. Eso es lo más importante.
―¿Qué tienen en común Americando y Expo Prado?
―Todo lo que es Americando tiene mucho que ver con el Prado. Desde 1974 permitió encontrarnos con la gente; año tras año. Compartir charlas con los cabañeros, con las familias, y abrazar a una cantidad de paisanos y productores. Expo Prado es una gran familia, es como si nos conociéramos todos, comulgamos en los mismos valores, en los mismos quereres.
Nos encontramos con el animal que preparó el nieto del hijo de aquellos abuelos. Es impresionante. El Prado sin los animales no es el Prado, sería solo una fiesta. Es la muestra y el concurso que determina cómo estamos en el rubro de la genética en el país; tema absolutamente vital. Los animales son el centro temático.
Ni Americando ni Expo Prado son propuestas de campo, sino manifestaciones culturales que nos incluyen a todos; a todos los que quieran estar allí y respeten la propuesta, eso es vital.
―¿Cómo surgió Americando?
―A los 16 años hice radio por primera vez. Leí un texto en radio América. Después hice unas cositas en radio Panamericana. Mi origen es gallego-español, papá siempre me llevó al Centro Gallego.
Comencé haciendo España Visión, dos veces a la semana durante treinta minutos, hasta que me propusieron hacer algo más. Pasé a los domingos de mañana con un programa llamado Encuentro en la Nación Latinoamericana.
En ese entonces leía un libro del argentino Jorge Abelardo Ramos, sobre Latinoamérica y su destino. Me marcó mucho. De joven soñaba con una América unida. Todo esto influyó para que creara el término Americando, ese pensamiento de ir andando por América.
En ese momento, en radio Rural, era vital el tema de los mensajes al interior del país, dos veces al día. Leíamos los telegramas, era la única forma de comunicación. La gente del campo empezaba a tener nombre y apellido.
Cuando empezamos a conocer esos rostros, fue maravilloso. Comenzó a formarse una cadena, sin que yo me diera cuenta. Nunca fui consciente de eso que iba siendo Americando.
―¿Cuál es la esencia de Americando?
―La gente escribía esquelas que llegaban a la radio; había muy pocos teléfonos en la campaña. Alguien en el medio de la campaña, quizás escuchando la radio, y vaya a saber cómo, había llevado al correo más cercano esa carta. De pronto había tardado más de cuatro o cinco días en llegar al correo central en Montevideo, y luego a la radio.
Coleccioné más de siete mil. Cada una solicitaba un disco y la búsqueda de algún hermano o hijo que se había perdido, en general la gente de la campaña tenía muchos hijos y muchos eran dados en adopción porque no podían criarlos a todos.
Tuvimos centenares de hijos encontrados por sus mamás, hermanos encontrados después de treinta años. La radio cumplía la función de encontrar a los desencontrados.
Las familias se saludaban a través de los telegramas. Al principio me llamaron la atención y luego me formaron; me dieron conocimiento. La radio y el conductor estaban en el centro, no por mérito propio, jamás, sino porque Dios nos había puesto ahí. Esa fue nuestra tarea.
―¿Cuántos años estuvo al aire la propuesta?
El próximo año se cumplen cincuenta años de la primera vez de Americando en radio. Fue en el mes de agosto de 1972 en radio Rural. Nunca tuve vocación de permanencia ni de trascendencia, nació como un apócope.
Los jóvenes cantantes de aquella época como Carlos María Fossati, Carlos Benavides, Los Tacuruces, Cacho Lavandera, Julio Mora, Los Lugareños y muchos payadores, encontraron en la radio un refugio para su canto y la amplificación de su mensaje.
Eso nos permitió encarar festivales, a partir del año 1973. Íbamos a los distintos pagos y armábamos un escenario, así se pobló de festivales el país. No sabía por qué estaba ahí, después pasaron los años y me di cuenta de que una mano me fue guiando; hubo Alguien que fue desbrozando el camino e hizo que todo fuera posible. Americando fue todo eso.
Después todo fue cambiando. Uno de los méritos es que sigue siendo un programa muy joven en referencia a las ganas de aprender. Cuando la vida se va terminando, te das cuenta de que te queda menos tiempo, porque lo usaste, y que lo tienes que seguir utilizando más que nunca, en el aprendizaje y la entrega.
Americando no es más que un intermediario, a veces lo comparo con un consignatario que da el producto y lo amplifica.
―¿Cuándo se dio el paso de la radio a la televisión?
―Americando fue radial hasta 1990, luego se transformó en televisivo. Julio Frade nos invitó a formar parte de Canal 5, éramos productores privados que compartíamos el renglón publicitario. Entramos como un programa netamente musical. En el piso se encontraron muchos cantantes.
Pablo López (mi hijo) era estudiante de ciencias de la comunicación y decidió transformar el programa; nos sacó del piso del canal y nos puso frente a la gente. Ahí aparecieron las historias; desde el año 1993 y para siempre. Cuando Pablo desapareció físicamente quedó el compromiso de hacer el mejor programa, como si él estuviera.
Para nosotros es la mejor producción nacional. No solo tiene más kilómetros recorridos sino más testimonios. Hemos permanecido tantos años porque tenemos un equipo muy joven técnicamente, con un lenguaje adecuado al tiempo que estamos viviendo; creo que ese es el secreto para que se haya mantenido durante tantos años.
La suma, para Americando, no pasa por los kilómetros recorridos sino por los afectos logrados.
Una vez, un payador me dijo: “Usted es un cencerro humano porque anda todo el día entropillando gente”… (risas). Desde el que trabaja en la fragua hasta el que hace el tejido, y el que se junta con el otro; es como ir juntando las partes de un rompecabezas.
Trato de unir las partes bajo determinados parámetros, en el centro está la tolerancia y el respeto y si es posible con inteligencia. Hay que tratar de ser cada día mejores.
―Americando, ¿es un programa de campo?
―Recorremos el camino que tenemos que recorrer. Cuando me dicen que es un programa de campo… me quedo pensando.
El arquitecto y Director General de la Comisión de Patrimonio, William Rey, lo definió como un programa antropológico.
Nosotros vamos a un museo de Montevideo y tratamos de descubrir qué es lo que hay. Americando es un programa con campo, también es un programa periodístico de alguna manera y tiene su propia agenda. Nosotros no vamos a un lugar porque tiene éxito, no vamos a hacer una nota porque el personaje esté de moda; buscamos lo que nos parece que hay que proponerle a la gente.
Americando no existe por el gusto de la gente. Es un programa complaciente, exigente; tiene muchos mensajes. Requiere de la atención, de escuchar con respeto, pero no a López, sino al que está contando su historia: ese es un sello de Americando.
Nos debe de interesar el otro y su testimonio, todos le podemos aportar algo más al otro. De todo esto me doy cuenta ahora. Los comunicadores debemos razonar, pensar lo que hacemos para que valga la pena, ese es el compromiso tremendo de ser un comunicador.
―Expo Prado ¿también cambió?
La Asociación Rural del Uruguay cumple 150 años. La primera exposición fue en el año 1913, y ya antes se habían hecho muestras agropecuarias.
Como toda cosa en la vida, Expo Prado, ya dejó de ser un evento donde se encuentra la genética nacional ―que tan importante es para saber en qué grado de calidad estamos con nuestras lanas y carnes― y pasó a ser un evento multitudinario, donde en dos semanas pueden llegar a pasar quinientas mil personas.
Conserva el centro de la genética pero a su vez es capaz de mostrar un desfile de alta moda de la industria nacional, del cuero, la lana y de ofrecer decenas de conferencias técnicas durante el desarrollo de la muestra. Es un equipo magnífico. Las actividades comienzan en el horario establecido.
La Asociación Rural del Uruguay cuenta con un magnífico equipo. No son solo profesionales en la tarea de armar eventos, sino personas que prestan principal atención al cuidado del predio. Hoy se puede caminar un día de tormenta y lluvia sin ningún problema.
Es también un centro de reuniones políticas. No hay ministro, senador, diputado o edil que no vaya a Expo Prado. Recibe a toda la gente.
En los peores momentos, políticos o económicos del país, nunca se dejó de realizar este evento; por eso se ha mantenido al cabo del tiempo.
Sobre ese paño verde, que es el campo, nos juntamos todos.