En momentos en que en nuestro país vuelve a resurgir la posibilidad de la eutanasia sí, o la eutanasia no, Entre Todos quiso profundizar en esta realidad, yendo más allá del término y el debate popular.
Para esto conversamos con el padre Luis Cardozo, licenciado en Teología Moral Especial, con una tesis en bioética, titulada El enfermo terminal y la cuestión ética sobre la eutanasia.
El padre Cardozo, conocido por muchos como el padre Tito, profundiza en los argumentos a favor de la dignidad en el morir, y para eso, ve necesario precisar algunos términos.
¿A qué llamamos eutanasia?
En relación a esta temática, el padre Cardozo distingue entre eutanasia y suicidio médicamente asistido (SMA) por un lado, y otras actuaciones que muchas veces se confunden con eutanasia, pero no lo son, y con las que Iglesia sí está de acuerdo.
»La no aceptación de un tratamiento que tienda a prolongar la vida por un breve tiempo en medio de muchos sufrimientos, no es eutanasia. En Uruguay están expresamente prohibidas tanto la eutanasia como la “obstinación terapéutica”, como contrarias al Código de Ética Médica y a la Ley de derechos de los pacientes, y está prevista la forma de oponerse a tratamientos fútiles a través de la ley de voluntades anticipadas.
»La sedación paliativa no es eutanasia. Estamos de acuerdo en aliviar siempre el dolor.
»Tampoco se trata de eutanasia aquellas situaciones consideradas de “doble efecto” en las que, buscando aliviar el sufrimiento del paciente, especialmente en fase terminal, se corre el riesgo de acortarle la vida: ello no es eutanasia, y es conforme a la ética».
La pregunta vuelve a surgir. Entonces ¿qué son la eutanasia y el suicidio médicamente asistido?
«El proyecto de ley describe dos acciones: “dar muerte” y “ayudar a darse muerte” (actualmente consideradas delito de homicidio y delito de ayuda al suicidio), y concede un permiso legal a los médicos para realizar dichas acciones, eximiéndolos de responsabilidad, cuando se trata de la muerte de determinadas personas: mayores de edad, psíquicamente aptos, que tengan una enfermedad terminal, irreversible o incurable, o estén afligidas por sufrimientos insoportables y lo hayan solicitado previamente al médico».
Situación de los actores involucrados
Preguntamos al especialista acerca de la situación de los actores involucrados en esta realidad. Por un lado, están los pacientes, y, por otro lado, los médicos. El padre Cardozo describe la realidad de las personas involucradas en esta situación. Sobre los pacientes en etapa terminal o con sufrimientos insoportables, señala:
«Es la figura central y sobre la cual se debería poner la mayor atención. El deterioro progresivo de la enfermedad pone en evidencia que su expectativa de vida es cada vez menor. El tiempo que resta suele estar marcado por la angustia asociada a un daño real o potencial, con componentes sensoriales, emocionales, cognitivos y sociales conocido como “dolor total”.
»La búsqueda de alivio no solamente proviene de una respuesta técnica y científica sino también afectiva y emocional. El paciente no pierde su libertad ni capacidad de decidir, pero en la mayoría de los casos se puede tratar de una “libertad viciada” o “condicionada”, considerando que cualquier forma de escape es mejor que esa situación.
»La angustia que provoca la enfermedad no siempre viene acompañada de un dolor físico, pero sí de un quebranto emocional que muchas veces lleva al paciente a un cuadro de depresión. Los estudios psicológicos realizados en pacientes en fase terminal permiten constatar que la elaboración de la propia muerte conlleva un proceso que pasa por diferentes etapas antes de llegar a la aceptación final. En estos momentos, la demanda de auxilio puede transformarse en un pedido de eliminar el sufrimiento a cualquier costo».
Ante esta realidad del paciente en etapa terminal, emerge la figura del médico, con la vocación de sanar, cuidar y preservar la vida.
«Al equipo sanitario le ha sido confiada la misión de una fiel custodia de la vida humana hasta su cumplimiento natural. El cuidado de la vida es, por tanto, la primera responsabilidad que experimenta en el encuentro con el enfermo. Esta no puede reducirse a la capacidad de curar al enfermo, siendo su horizonte antropológico y moral más amplio: también cuando la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico, el cuidado de las funciones esenciales del cuerpo, la atención psicológica y espiritual, es un deber ineludible, porque lo contrario constituiría un abandono inhumano del enfermo.
»Las tres dimensiones básicas de la ciencia médica ―preventiva, curativa y paliativa―, definen, por así decirlo, el rol del profesional de la salud y lo que espera de ellos la ciudadanía. La prevención intenta evitar la enfermedad, cuando esta aparece se intentará curarla, y cuando esto no sea posible se aunarán esfuerzos para aliviar el sufrimiento. En ninguna de estas dimensiones constitutivas es posible ubicar el hecho de dar muerte a la persona sufriente.
»De aceptarse la eutanasia y el suicidio médicamente asistido se estaría cargando sobre los hombros de todo el colectivo médico una responsabilidad para la cual no han sido formados, es contraria al Código de Ética Médica y a la Asociación Médica Mundial que se opone abiertamente a ambas prácticas y alienta a todas las asociaciones médicas nacionales y a los médicos de abstenerse de participar incluso si la ley nacional lo permite».
La justificación que se invoca
¿Existen argumentos tan fuertes y convincentes como para poder justificar la posibilidad de privar a la persona de su derecho a vivir?
El padre Cardozo expone los dos argumentos que se emplean para legalizar el aborto, que son los principales que suelen sostenerse al momento de solicitar la legalización de la eutanasia y del suicidio médicamente asistido, y estos consisten en “la defensa de la libertad individual, y la identificación de situaciones en las que se considera que sería admisible el suicidio”.
Defensa de la libertad individual
«En el ámbito de la ética médica, en virtud del principio de autonomía, el paciente tiene derecho a oponerse a que se le hagan determinados tratamientos que él considera perjudiciales para su bienestar. Pero no tiene derecho a solicitar actos considerados contrarios a la ética ni actos que anulen los derechos fundamentales que por su misma definición son irrenunciables y generan en los demás el deber de respetarlos.
»En la eutanasia y el suicidio médicamente asistido no está en juego solamente una acción de la víctima, sino la de un tercero: el médico. No es, como el suicidio, una acción sobre sí mismo. Aunque contraria al orden público, es una cuestión social; es la sociedad la que, a través de la ley, actualmente, cumple con su deber y finalidad, de proteger la vida como derecho irrenunciable».
Situaciones en las que se considera admisible “dar muerte” a una persona o “ayudarlo a darse muerte”
«El proyecto de ley en cuestión identifica ciertas características del sujeto solicitante: “una persona afectada por una enfermedad terminal e incurable o que padezca sufrimientos insoportables”. Se establece legalmente una categoría de personas a las que se puede matar o ayudar a suicidarse, porque están más limitadas en su autonomía, porque están enfermas o porque sufren.
»De esta forma, se estaría desconociendo la dignidad del ser humano que es persona en virtud de su misma condición, no se vuelve persona o deja de serlo gracias a la posesión o pérdida de alguna propiedad.
»El ser humano siempre es digno, es decir, es valioso por sí mismo. La dignidad de la persona exige, en primer lugar, el deber de “no matarla”. Pero también exige acciones positivas: si se puede ayudarla, aliviarla y acompañarla, tales acciones son “debidas”: exigidas por su “dignidad”. La primera condición es no ser matado, y la segunda, ser valorado hasta el final, ser acompañado, ayudado, aliviado.
»La Ley de derechos de los pacientes (n.º 18.335), define el derecho de “morir con dignidad” como “morir en forma natural, en paz, sin dolor, evitando en todos los casos anticipar la muerte por cualquier medio utilizado con ese fin o prolongar artificialmente la vida del paciente cuando no existan razonables expectativas de mejoría”.
»Así como no se puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese, igualmente no se puede elegir directamente atentar contra la vida de un ser humano, aunque este lo pida. Por lo tanto, eliminar la vida de un enfermo que pide la eutanasia no significa en absoluto reconocer su autonomía y apreciarla, sino al contrario, significa desconocer el valor de su vida y de su libertad, fuertemente condicionada por la enfermedad y el dolor».