Una escribe, la otra pinta. Sylvia Puentes de Oyenard y Martha Escondeur han homenajeado a la patrona del Uruguay desde su vocación artística.
La imagen de la Virgen de los Treinta y Tres ocupa el centro de la mesa. Las manos unidas, el manto azul y blanco, el rostro sereno. A la izquierda, Sylvia Puentes de Oyenard —ochenta y dos años, oriunda de Tacuarembó, médica y escritora; mujer coqueta, labios pintados de rojo vivo y un abrigo oscuro—. A la derecha, Martha Escondeur —sesenta y ocho años, nacida en Santa Lucía, Canelones; pintora y escultora; cabello largo, sonrisa amplia y una chaqueta de tonos terrosos—.
Las dos mujeres se inclinan hacia la imagen que fue un obsequio de Martha a Sylvia. La miran, la acarician y sonríen para la foto. Es un gesto mínimo, que da inicio a la conversación que vendrá.
—Mi casa se ilumina con la escultura de Martha —dice Sylvia—. La tengo en la entrada, y está bendecida por el padre Eliomar Carrara.
—Increíblemente yo no tengo —responde Martha—. En casa son de paso. Siempre digo que quiero hacer una para tener.
—Nos costó mucho conseguir la coronita —dice Sylvia entre risas.
—¿Por qué?
—Esta me la regaló un señor que estaba en un acto de la Virgen. Por medio de [Ramón] Cuadra me enteré que él había fabricado las coronitas de todas las vírgenes que se hicieron en un momento, que fueron como cien. Él me dijo: “Creo que tengo una en casa, se la voy a regalar”. Yo respondí: “No, se la compro”. Pero él insistía en que me la quería regalar. Al principio no la encontraba, pero al final pudo. Le mandé un regalito y él estaba de lo más agradecido. Por eso pusimos esta, que es la auténtica. Hay otra, que se consigue por internet, que es mucho más labrada, pero ninguna es tan grande como la verdadera. No me acuerdo el nombre del señor. Ramón debe tener el nombre.
En 2005, monseñor Nicolás Cotugno mandó hacer unas cien imágenes de la Virgen de los Treinta y Tres, destinadas a distintas comunidades de Montevideo. Las talló Ramón Cuadra, y las coronitas fueron obra del joyero Enrique Galasso.
***
El encuentro tiene lugar en la casa de Sylvia Puentes de Oyenard, en el barrio Carrasco. La luz cae limpia sobre la mesa. Es la tarde del último viernes de octubre.
Nadie podría decir con precisión cuándo comenzó la amistad entre ellas. Ni ellas mismas. Una tiene su versión; la otra, también.
Martha dice que empezó en 1995, cuando sus obras ilustraban las portadas del boletín de la Asociación Uruguaya de Literatura Infantil-Juvenil, publicación de la que Sylvia era redactora responsable. Sylvia dice que fue a comienzos del nuevo milenio.
En 2001, Sylvia publicó Uruguay, mujeres y poesía, un libro que homenajea a figuras femeninas entre las que se encontraba Delmira Agustini. Para ilustrar la tapa, le pidió permiso a Martha para usar un retrato que ella había hecho de la poetisa.
Tres años después, Sylvia fue intermediaria entre Pablo Marks —fundador de Galería Latina— y Martha, para ilustrar la portada de otro libro: Mensajeros de Artemisa, de Raúl Laviña, una novela protagonizada por una mujer que padecía cáncer de mama y lograba salvarse.

—Laviña eligió una obra de Martha, que ella cedió. Creo que ahí empezó todo. Después seguimos coincidiendo.
—Seguimos coincidiendo —repite Martha—. Pero además, con gran admiración.
—Y yo también.
Las dos se miran, sonríen y se toman de las manos.
—Nos queremos mucho, como verás —dice Martha—. Es una amistad…
—Porque somos muy parecidas en lo leal.
—En los ideales, en la fe, en las creencias. Por eso, desde siempre hubo mucha afinidad entre nosotras.
—Nos hicimos amigas. Al principio, una admiraba la obra de la otra.
—Y ahora somos hermanas. Más que hermanas.
—Sí, sí.
Y vuelven a mirarse, sonríen y se aprietan las manos.
***
Año 2000. Un día sonó el teléfono en el escritorio de Sylvia. Era Mercedes Grondona —una de las organizadoras del concierto Uruguay le canta a la Virgen de los Treinta y Tres— para proponerle que escribiera algo sobre la Virgen para la sexta edición del recital. Ella dudó. Se sentía insegura. Pero Grondona insistió: “Tenés que decirlo con tu corazón, como lo sientas”. Al final aceptó. Y empezó a escribir.
—Empecé recitando el Ave María, pero me salió otro poema, pensado por los niños que no pueden nacer.
Lo tituló Por el niño que está por nacer. No reflejaba aún a la patrona de la patria, aunque sí a los niños que eran abortados. Por eso, comenzó a buscar otro rumbo.
—Me acordaba de que cuando era niña, mi padre nos llevó a [Playa de] la Agraciada. Íbamos por el medio del campo porque mamá quería conocer dónde era. Pero al final no había nada, era la costa de un río —relata entre risas.
Con ese recuerdo familiar, empezó a estructurar el poema. Así creó Ruego por un pequeño país.
—Por supuesto que estaba sustentada en toda la parte histórica por un librito que había escrito monseñor [Alberto] Sanguinetti. A quién mejor le iba a preguntar que a él. En realidad era un opúsculo, no un libro; era un apartado, un repartido con una tapita de cartulina, modesta, pero con datos ciertos.
El poema es, al mismo tiempo, un homenaje a Diego Zorrilla de San Martín, quien impulsó la devoción a la Virgen de los Treinta y Tres en Lima durante su período como embajador de Uruguay en Perú, a finales de los años noventa. Un hombre que convirtió a esta Virgen en peregrina y la llevó más allá de las fronteras.
***
En 2010, Martha Escondeur fue convocada por la organización de Uruguay le canta a la Virgen de los Treinta y Tres para pintar un óleo de la patrona de la patria, que ilustró el afiche del concierto de ese año.
Le entregaron una estampita para que se guiara, pero ella prefirió apartarse del modelo y dejar su impronta, su estilo. Por eso decidió que una de las caras que asoman bajo los ropajes de la Virgen tuviera el rostro de su hijo Vito, de cuando era niño.
—Yo me considero retratista. Traté que la imagen de la Virgen reflejara lo que me parecía a mí: además de ser una mujer, es la Virgen del país. Es una mujer que tiene que ser fuerte, representativa de todos los uruguayos, y que emana paz y dulzura. No me puse a pensar tanto en el sentido estético de la obra, que una como artista ya lo tiene incorporado, sino en lo que podía emitir esa Virgen.

Su obra tuvo una proyección que nunca imaginó. En mayo de 2022 se colocó una imagen de la Virgen de los Treinta y Tres en el Bastión del Maestro de los Jardines Vaticanos, el sector donde se emplazan las distintas advocaciones marianas de los países latinoamericanos.
La imagen fue elaborada por un taller italiano, con incrustaciones de mármol y una corona bañada en oro de 24 quilates. Para reproducirla en mosaico, se basaron en su óleo.
—Cuando me lo dijeron no podía creerlo, lo juro. Me hubiera tomado un avión para estar ahí —dice entre risas—. Es un verdadero privilegio y honor. Fue una de las cosas más emocionantes de mi carrera.

Martha ha llevado a la Virgen de los Treinta y Tres también al terreno de la escultura. La que le regaló a Sylvia es una entre muchas. Ya ni recuerda cuántas hizo: para privados, para parroquias, para capillas del interior. Han sido varios encargos.
Todas sus esculturas se basan en el molde original —de treinta y seis centímetros de alto—, que luego pinta a mano, cuidando cada toque.
—Es hermosísima, pero tiene muchísimos detalles: las estrellas, los ribetes, los dorados. Es muy colorida, si se la compara con otras imágenes de vírgenes.
***
—Gracias por convocarme a hacer mi profesión de fe.
En 2011, Sylvia Puentes de Oyenard regresó al concierto Uruguay le canta a la Virgen de los Treinta y Tres para recitar Ruego por un pequeño país.
El día anterior, en la catedral de San Pedro y San Pablo de Praga, República Checa, se había entronizado una imagen de la Virgen de los Treinta y Tres. La iniciativa fue de la embajadora Diana Espino de Papantonakis, en el marco del bicentenario del proceso de Emancipación Oriental.

La imagen, pintada por Ramón Cuadra, está en un altar lateral del templo.
—La iglesia es una iglesia medieval que tiene unos mil años, es divina. La Virgen quedó chiquititita en medio de unos tamañazos de cuadros.
La pequeña imagen sigue arriba de la mesa de la casa de Sylvia. Es una más de las que hay en Uruguay, repartidas por iglesias y casas, y algunas que han viajado más lejos. Esta permanece aquí, intacta, rodeada de devoción, cariño e historia.
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2 Comments
Excelente nota. Muchas gracias periodistas. Así permiten un acercamiento humano y pleno de fe a nuestra Virgen de los Treinta y Tres. Gracias a los artistas que, como Martha Escondeur, todos los años acompañan el vuelo de este homenaje que es crisol se sensibilidades.
Ya es un signo del Señor ver sus manos unidas en la Virgen María de los Treinta y Tres Orientales. El relato de la Dra. Sylvia Puentes de Oyenard y de la artista Martha Escondeur sobre su encuentro y de su amistad, deja clara una bendición del Cielo. Fue todo un ensamble de trabajo de amor. Se sumó el escultor Ramón Cuadra, la diplomática Diana Espino de Papantonakis para dar a Praga la humildad y el esplendor de la Virgen de nuestra Patria. Ella brilla en tantos lugares acá y en el exterior, que seguramente está atenta como en el momento que estuvo poniendo suano en cada uno de los Treinta y Tres Orientales. Felicitaciones por seguir con devoción a Nuestra Señora.