La organización celebró los cien años de su aprobación pontificia.
Corría 1911 cuando la inquietud del padre Pedro Poveda se materializó en una iniciativa solidaria concreta. En la España de comienzos del siglo XX, la situación social y religiosa demandaba algunos cambios necesarios, y Poveda encontró la oportunidad para generar una corriente cristiana que estuviera cerca de los más necesitados.
Con la educación como principal recurso para sobreponerse a la pobreza, Poveda trabajó con humildad para promover un desarrollo cultural y formativo en los niños más pobres, y comenzó a sentar las bases de la Institución Teresiana.
Años más tarde, el 11 de enero de 1924, esta asociación de fieles laicos recibe la aprobación pontificia de parte del papa Pío XI. Los siguientes cien años fueron testigos de su rápida expansión, que hoy les permite estar, con la misma sencillez y humildad de san Pedro Poveda, en treinta países.
El sábado 27 de julio —un día antes de la conmemoración de un nuevo aniversario del fallecimiento de Poveda—, la Institución Teresiana en Uruguay conmemoró el centenario de su aprobación pontificia, mediante una concurrida celebración eucarística.
Con memoria agradecida
“Estamos aquí, miembros de la Institución Teresiana, familiares y amigos. También vino el cardenal, sacerdotes, diáconos y comunidades cercanas. Queremos dar gracias como pueblo y como institución por estos cien años de la aprobación pontificia, de esta obra que san Pedro Poveda creó para ser sal que se disuelve y da sabor, y también sanar al mundo de sus heridas”.
La voz resonaba en el interior de la parroquia Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo (Dr. Mario Cassinoni 1337), mientras las personas continuaban ingresando al templo. Antes de comenzar la celebración, hubo un breve espacio para dar gracias por este camino recorrido.
Por parte de la Institución Teresiana, primero hizo uso de la palabra Carolina Mancini, quien destacó la gratitud por participar del encuentro: “Estamos agradecidos a todos. Nos sentimos muy acompañados como Pueblo de Dios, y damos gracias por todos a quienes nos encontramos en esta llamada de la fe. Somos una comunidad bendecida que celebra estos primeros cien años, como tantos en esta historia que nos precedieron. También recordamos la inspiración de quienes comenzaron este recorrido, que es una manera de Dios de llamar a este precioso carisma”. Antes de finalizar, también destacó el rol social de la Institución Teresiana: “Trabajamos para alcanzar un horizonte de promoción humana, desde una matriz educadora y que busque generar un mundo más parecido a los sueños de Dios. Damos gracias por el llamado que sentimos a participar, cada uno desde una manera particular. Algunos desde un trabajo concreto, otros compartiendo la convivencia en los centros de la institución o en un grupo de oración. Desde el lugar que sea, nos sentimos parte de una comunidad que fomenta el diálogo con nuestros hermanos y con otras culturas”.
Posteriormente habló en representación de la institución Susana González, quien también agradeció a quienes contribuyen a la misión de la asociación e invitó a vivir la celebración con memoria agradecida, y recordando la obra del fundador. “Tenemos presente especialmente la vida de Poveda, que fue la persona donde se encarnó este carisma que hoy nos convoca a todos y nos incentiva. Muchos ya no están, pero son parte de todo lo que hay para agradecer. La invitación es a participar con alegría, sabiendo que el carisma sigue vivo”. resumió.
Anuncio solidario
La celebración eucarística estuvo presidida por el Card. Daniel Sturla, quien participó de la misa acompañado por el vicario general de la arquidiócesis, Pbro. Gonzalo Estévez. Por su parte, la homilía estuvo a cargo del Pbro. Pablo Bonavía, párroco de San Antonino.
“Desde la fidelidad con Jesús, aportan a la sociedad con humildad y sencillez”
Pbro. Pablo Bonavía
“Si alguien entrara en el templo y escuchara estos cantos, viera sus rostros muy alegres, se encontrara con gente sonriente y feliz, se sorprendería. Y si nos preguntara cuál es el motivo de tanta alegría, y le respondiéramos que en 1924 Pio XI dio la aprobación pontificia de este carisma, se asombraría todavía más por tratarse de un hecho tan lejano y específico para todos nosotros”, comenzó a reflexionar el P. Bonavía.
El sacerdote destacó el rol de la Institución Teresiana, y el impacto que genera en cada uno de los que participa en alguno de sus proyectos: “Los transforma a todos. Muchos incluso capaz no son tan creyentes, pero se sienten entrañablemente incluidos dentro de la gratitud por la obra de las teresianas. Si hoy estamos contentos, no es solamente porque sentimos que se universalizó el carisma, sino que es más que eso, es la expansión de una espiritualidad que está al servicio de un mundo distinto al que experimentó Pedro Poveda, pero necesitado. Poveda decía ‘Yo quiero que la sociedad asuma el desafío de Jesús’, y fue a buscar a aquellos que más precisan, allí donde se da y se recibe, donde se aprende y también se comparte, y desde ese lugar aportar a cada cultura y a cada proceso educativo. Él quería que las teresianas estén donde está la gente, y no importaba si pasaban desapercibidas”.

Durante la celebración, una de las ofrendas fue un globo terráqueo en representación de las distintas culturas que nutren a la Institución Teresiana, y un frasco de sal, símbolo del rol del cristiano en nuestra sociedad. Fuente: R. Fernández
“El rol del cristiano no es deslumbrar, sino dar frutos distintos. Son las obras las que hablan antes que la palabra, y eso siempre lo tuvieron bien claro. Jesus mandaba a los apóstoles a participar sin ningún signo de superioridad, evangelizaban desde la humildad y sin riqueza alguna. Ese mismo espíritu vemos en las teresianas y en los teresianos, tan necesarios en un mundo con desigualdad creciente, con violencia, que levanta muros, y en el que predomina la ley del más fuerte. Por eso, su fiesta es también la nuestra. Continúen con su misión, que no los vamos a dejar solos”, concluyó.
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos