Un lugar para el cuidado integral de las personas al final de su vida.
La luz vespertina entra blanca y pareja por los ventanales grandes y altos, con arco superior. Es una luz que no deslumbra: acompaña.
Del otro lado, una hilera de puertas marca el acceso a las habitaciones de los huéspedes. Las puertas están cerradas y entreabiertas. Adentro hay gente, pero no se ve. Es hora de la siesta. El silencio también acompaña.
Es un miércoles de mediados de diciembre y hay poco movimiento, pero todo habla de personas que pasan, que esperan, que se detienen. Aquí no se circula solamente: se acompaña.
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El Hospice San José (HSJ) proporciona cuidado y acompañamiento gratuito a personas que atraviesan el tramo final de su vida. Su nombre tiene sentido: san José es patrono de los enfermos y de una muerte santa.
La obra funciona como una extensión de la Fundación Luis Manuel Calleja. No es solo una institución: es la continuidad de una forma de entender el servicio y la gratuidad.
Calleja (1947-2020) fue un profesor y académico español, que dictó clases en la escuela de negocios de la Universidad de Navarra y también en la de la Universidad de Montevideo. La fundación fue creada por familiares y amigos tras su fallecimiento, para sostener en el tiempo aquello que había marcado su manera de estar en el mundo.
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El HSJ abrió sus puertas el 15 de agosto de 2023, en Uruguayana 3393, en el barrio Capurro, al oeste de Montevideo. El edificio había sido parte del convento de las religiosas de las Siervas de María. Hoy ellas viven en la planta alta.
Estela Corrazo —de cuarenta y cuatro años, médica oncóloga y especialista en cuidados paliativos— conoció el HSJ antes de que el hogar existiera, a través de dos colegas, Eduardo García y Florencia Gari, quienes la pusieron en contacto con la directiva y le propusieron sumarse a la obra como directora técnica del equipo de salud. “Para mí fue un sueño hecho realidad, porque desde que hice la carrera y me especialicé en cuidados paliativos quería participar de un hospice o acompañar a pacientes al morir en un lugar que no fuera solo un hospital frío y solo”.
El HSJ asiste a pacientes oncológicos que sean mayores de edad. Las patologías más frecuentes son los carcinomas broncopulmonares. En las mujeres predominan el cáncer de mama, de colon y de cuello uterino; en los hombres, el cáncer de pulmón, aunque el panorama ha cambiado en los últimos años. Además, se observan carcinomas gástricos, asociados a determinados hábitos. Es una población en su mayoría hospitalaria.

En el HSJ no se habla de pacientes, sino de huéspedes. “No están internados”, explica Corrazo. Todos quienes pasan por el hogar ya fueron dados de alta por su institución médica. El equipo interdisciplinario de salud trabaja para que cada día transcurra con el menor sufrimiento posible.
En función de ello, están monitoreados las veinticuatro horas y, ante cualquier molestia, cuentan con enfermería y un equipo médico que puede intervenir y administrar la medicación correspondiente. “Para aquellos casos que se requiere, tenemos asistente social, y nos apoyamos mucho con los equipos de las instituciones que nos derivan a los pacientes”, señala Corrazo.
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María José Cerantes, de cincuenta y un años, hacía tiempo que buscaba un lugar para realizar un voluntariado. En abril de 2023 participó de una charla de Pablo Regent, en la que presentaba la Fundación Luis Manuel Calleja y el proyecto del Hospice San José, que por entonces aún no se había materializado.
No conocía ninguna de las organizaciones, pero se quedó con una frase de Regent: “Es un lugar para ir a dar el amor y el cariño que uno tiene para dar, sin recibir nada a cambio”. Eso la convenció, sin pensar en qué tareas tendría que asumir. Por entonces, el hogar todavía estaba en obras. Había que limpiarlo, amueblarlo y terminar algunos detalles.
Antes de ingresar, cada voluntario recibe capacitaciones y lecturas. La formación empieza ahí y no se detiene. “Un voluntario del Hospice Buen Samaritano, de Argentina, que tomamos como referencia, nos dio unas charlas previas a nuestro ingreso”, cuenta Cerantes. “Él decía que había estado años hasta poder entrar a una habitación. En mi caso no fueron años: pude hacerlo de inmediato. Es, en parte, dejarse llevar por lo que diga el corazón y acompañar a las personas desde lo que cada uno tiene para dar”.

En la actualidad, en el HSJ hay entre sesenta y cinco y setenta voluntarios, que se dividen en cuatro turnos diarios: mañana, mediodía, tarde y noche. Cada turno es de cuatro horas, una vez por semana. “Es importante que sea ese tiempo y no más porque es protector para los voluntarios, ya que ellos no tienen la formación de estar en contacto con la muerte como sí lo está el equipo de salud. Cada voluntario viene, hace sus horas, pero después se va y sigue con su vida”, explica Corrazo.
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El voluntariado se ajusta a las necesidades del huésped. A veces es charlar, a veces hacer una torta o jugar a la cartas; otras veces es estar en silencio o acompañar —a quienes son creyentes— en una oración, o en las últimas horas que transitan. “Es transformar las horas en las que uno viene a acompañar y a cuidar al huésped para que se sienta como en su casa”, dice Cerantes.
El hogar puede recibir hasta cuatro huéspedes. Algunos están en situación de dependencia, otros son autónomos y hasta pueden hacer tareas domésticas como tender la ropa o salir a hacer un mandado. “La idea es que ellos puedan vivir como si estuvieran en su propia casa. Queremos que el hospice se transforme en su hogar”, expresa la voluntaria.
En los horarios en los que hay voluntarios, las familias pueden visitar a sus seres queridos entre las 8 y las 21 horas. Ellos no tienen que preocuparse por nada. Es solamente estar, sobre todo en el último adiós.
“Nuestra misión llega hasta el día que el huésped fallece”, señala Cerantes.
Una vez al año se realiza la “Celebración de la luz”. Es una ceremonia para honrar y recordar a los huéspedes que atravesaron sus últimos días en el HSJ. Los familiares del fallecido son invitados a participar del encuentro, que comienza con una misa y continúa con un momento de homenaje.
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El HSJ se rige por principios cristianos, pero al ingresar se le pregunta a cada huésped si profesa alguna religión. En dos años y cuatro meses ha acompañado a cincuenta y nueve personas: católicas y evangélicas, ateas y agnósticas.
“Es una pregunta que se hace para acompañar mejor”, indica Corrazo. “No es para evangelizar a nadie. Pero si nosotros conocemos lo que piensa el otro, lo podemos acompañar mejor. Pero más allá de la religión que sea, creo que está bueno creer en algo, ¿no? Porque siempre encontrás cosas en común, y eso permite crear un lugar para compartir”.

Este año la capellanía está a cargo del sacerdote Juan María Más Feijóo, de la Sociedad San Juan, quien visita la casa con frecuencia y está disponible para conversar con los huéspedes. La presencia de la fe hizo que algunos se bautizaran o recibieran la primera comunión durante su estadía.
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Cerantes se ríe suavemente. “¡Qué pregunta más difícil!”, dice cuando se le consulta qué aprendizaje le deja acompañar a personas en el final de su vida. Se toma unos segundos antes de responder.
“Que el amor puede con muchas cosas. Creo que muchas veces nos hacemos problema por situaciones del día a día y acá uno se da cuenta de cuáles son los valores y las cosas importantes a las que tenemos que abocarnos, que muchas veces, al atravesar la puerta, se olvidan fácilmente. La paz y la calma que se encuentran acá son impresionantes. Cada huésped deja un aprendizaje distinto; todos dejan su huella”.
En su rol de médica, Corrazo reflexiona sobre cómo es estar junto a alguien antes de su muerte: “Es muy lindo, aunque parezca raro decirlo, pero parto de la base de que la persona está en esa situación, esté o no esté yo. Entonces, si puedo hacer la diferencia para que ese tránsito sea más digno y más tranquilo, es lo que me propongo asegurar cuando acompaño a un huésped. Trato de que sea así, con los síntomas controlados, algo que para nosotros es prioritario”.
El HSJ es más que un residencial. Es un hogar. Es un refugio. Aquí, el cuidado y el amor sostienen a quienes atraviesan el final de la vida. Aquí hay más alegría que tristeza. Aquí no se ve a nadie sufrir ni agonizar. Aquí nadie muere solo.
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2 Comments
Muy buenas tardes….mi nombre es Yanina Martínez soy de San Jacinto Canelones….soy una paciente oncólogica….me gustaría comunicarme con ustedes….no sé pueden darme algún celular yo les dejo el.mio 096715299
Espero respuesta…
Saludo fraterno
¡Buenas tardes, Yanina! El contacto que tenemos es este correo electrónico: fundacionlmcalleja@gmail.com, además del formulario web disponible: hospicesanjose.org.uy/contacto-hospice-san-jose
Consultaremos un contacto adicional. Saludos.