La institución ofrece una alternativa para aquellas personas de edad avanzada.
Su infraestructura es testigo de una realidad ya lejana. Su edificación centenaria y la amplitud de su terreno —unos veinticinco mil metros cuadrados— dan cuenta de ello. El Hogar Schiaffino es patrimonio de un Uruguay antiguo, en el que las familias solían construir sus casas de veraneo en grandes terrenos en las afueras de la ciudad.
Don Pedro Piñeyrúa la construyó en 1870 para descansar durante la temporada junto a su familia, sus catorce hijos, su yerno y su nuera. Con un estilo de vida particular, propio de la época, dentro de la casona hay un mirador que era funcional para identificar si el Teatro Solís tenía encendida su luz roja. En tal caso, allí habría una función.
Tres décadas después, Piñeyrúa debió desprenderse del inmueble por deudas. Su nuevo comprador, Francisco Piria, tampoco pudo retenerlo por mucho tiempo. Allí aparecen las Damas de la Caridad, quienes adquieren la casona. Precisamente, su fundadora fue Amelia Ruano de Schiaffino, quien dio el nombre actual al hogar para adultos mayores.
Conservar la historia
Si bien la antigua casona no se encuentra habilitada, allí se conserva la distribución de sus habitaciones y el mobiliario de la época: vajilla antigua, el piano original de la familia, la amplitud de su salón principal —con su característico tragaluz—, su sala de esgrima, y muchísimos ejemplos más.
“Es un desafío estar instalados en una casa patrimonial, por más que la gran casona no reciba a los adultos que vienen al Hogar Schiaffino”, explica Fernando Ituarte, integrante de la Orden de Malta hace treinta y tres años. ¿Por qué no se utiliza? El hogar necesita reformar su azotea, entre varias otras obras edilicias, motivo por el cual el residencial se encuentra en un área nueva, que se construyó décadas después. Actualmente hay unos ochenta adultos utilizando sus servicios, distribuidos en cuarenta y ocho salas, pero su capacidad máxima de alojamiento podría extenderse hasta las ciento veinte personas.
“El centro de nuestro trabajo es el residente”
Carlos González
“Tenemos mucho trabajo, por todas las áreas que debemos conservar y preservar. Felizmente, el Estado nos brinda algunas ayudas, y muchos particulares también colaboran con nuestra obra. Toda esa ayuda es lo que nos permite poder mantener el servicio y mejorar la atención y calidad de vida de los residentes. Ahora, por ejemplo, se está instalando un ascensor y se están cambiando las ventanas de hierro por otras de aluminio”.
El valor de cada persona
Terminaba el año 2020 cuando, en plena pandemia, comenzaron las primeras conversaciones informales para invitar a la Orden de Malta a trabajar dentro del Hogar Schiaffino. Al año siguiente, ya se encontraban trabajando a la par de la Sociedad de Damas de la Caridad, que son quienes dirigen al hogar.
Fundada en el siglo XI en Jerusalén, la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta es una orden religiosa laica de la Iglesia católica, que tiene dos grandes postulados: la defensa de la fe y la asistencia hacia los pobres y enfermos. Para 2022, la Orden de Malta designó a un gestor para coordinar diferentes aspectos del Hogar Schiaffino: Carlos González.
Cifra: 80 son los residentes del hogar, distribuidos en cuarenta y ocho salas.
“Todos quienes trabajamos en el Hogar Schiaffino lo hacemos poniendo la centralidad de nuestra labor en el residente. Todo lo que se realiza es en función de mejorar su calidad de vida, que excede a lo material. Todos tienen derecho a vivir la última etapa de su vida con dignidad y alegría. El final de nuestra vida terrenal no tiene por qué ser la peor etapa de la persona ni ser una mala experiencia. Verlo de esa manera es también parte de nuestra convicción católica”, afirma González.
La mayoría de los residentes del Hogar Schiaffino tienen más de ochenta años, y algunas complicaciones propias de la edad. Para su mejor abordaje, quienes llevan adelante el trabajo dividen en tres categorías distintas el grado de dependencia de las personas, lo que permite ofrecer una atención más personalizada.
Gratitud y servicio
Tanto Fernando Ituarte como Carlos González coinciden en que colaborar con el Hogar Schiaffino es una actividad que llena el corazón. “Lo que más me llega es el contacto con la persona, esa apertura que se da, o el vínculo con las familias. Muchas veces vemos situaciones familiares que no son las mejores, y con el paso del tiempo se generan acercamientos y visitas hacia los residentes, que son momentos muy bonitos. Todos somos parte de ese proceso”; asegura González.
Esa misma gratitud es la que invade a los voluntarios que, provenientes desde distintas instituciones de nuestra arquidiócesis, regalan su tiempo para compartir con los adultos mayores, escuchar sus historias y recorrer un sitio con tanta historia.
“Estoy enamorado de la obra de la Orden de Malta y su trabajo en el hogar”
Fernando Ituarte
No obstante, las ganas de colaborar con el Hogar Schiaffino trascienden fronteras. Actualmente, una congregación de hermanas en Burundi aprenden español para poder instalarse en el hogar y acompañar a los residentes. “Tienen muchas ganas de venir. Ellas hablan solamente francés, así que precisan dominar un poco el idioma para comenzar su misión aquí. Ya tuvimos una primera visita, con dos integrantes, y les gustó la experiencia. Las primeras de ellas vendrán a instalarse hacia fin de año. Primero se hablaba de tres hermanas, luego se habló de cinco monjas. Creo que, en principio, vendrán dos o tres, y luego serán más. Esto enriquece el intercambio con los residentes, renueva el ambiente en un montón de sentidos”, desarrolla Ituarte.
La riqueza del compartir
El Hogar Schiaffino recibe numerosas visitas, tanto en el Día del Patrimonio como de diversos grupos misioneros y de voluntarios. “Entre tantas carencias, acá tenemos millonarios. Pero millonarios de historias”, comenta González. Según su experiencia dentro del hogar, los chicos se van alegres por recibir tantas historias de vida. “Es una riqueza en un doble sentido, porque no solo transforma a los misioneros, sino que también ayuda a todos los residentes. Que venga un grupo a regalarte su tiempo, que recibas a un coro, o que vengan a jugar con ellos al bingo. Lo que fuera, a ellos los ayuda mucho. Por ejemplo, ahora el 19 de junio tenemos el día del abuelo y a su vez es el día del cuidador. Intentamos sacarle provecho al calendario”.
¿Cuál es el principal valor de la obra del Hogar Schiaffino? De acuerdo con González, la respuesta es bastante clara: “Todos merecen vivir el fin de su vida con la plenitud que puedan y con la calidad de vida que merecen. Acá todos sabemos cómo termina la película, pero hay una gran diferencia. En este caso, nosotros tenemos la posibilidad de reescribir el guión y poder generar un final que sea más cercano a lo que queremos. Esa es nuestra labor: que cada uno de ellos pueda escribir el guión de su final y vivirlo de una manera digna y memorable”.
Recuadro: Desde el Hogar Schiaffino se reciben donaciones, tanto de alimentos perecederos como de otros recursos. De todas maneras, sus integrantes destacan que la principal necesidad es ofrecer tiempo para acompañar a los residentes.
Los interesados se pueden contactar al correo contacto@hogarschiaffino.com o por teléfono al 2336 1686.
¿Cómo colaborar?
Desde el Hogar Schiaffino se reciben donaciones, tanto de alimentos perecederos como de otros recursos. De todas maneras, sus integrantes destacan que la principal necesidad es ofrecer tiempo para acompañar a los residentes.
Los interesados se pueden contactar al correo contacto@hogarschiaffino.com o por teléfono al 2336 1686.
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos