Cuando se traspasa el marco de la puerta y se ingresa en el monasterio, la primera sensación es que el tiempo, las palabras, los pasos y la vida misma entran en otro ritmo. Una de las razones podría ser que sor María Dolores —la portera del monasterio— recibe con una sonrisa a quien llega como si lo conociera de toda la vida. Otra podría ser el agradable silencio que reina en la casa. Una tercera: no falta ni sobra nada en el lugar, todo tiene su sentido y su ubicación. Parece que todo siempre hubiese estado allí o haya sido diseñado para estar allí.
Mientras el equipo de ICM observa las imágenes, lee las citas evangélicas o palabras de los santos fundadores de la congregación que decoran la pared -recordatorio permanente de lo que se vive en monasterio- sor María Dolores anuncia que las hermanas esperan a los visitantes en el locutorio.
Un momento después, la madre Margarita, superiora del monasterio, sor Myriam y sor Carolina, comparten pinceladas de la vida de una religiosa de la Orden de la Visitación de Santa María.
La oración permanente
La primera en tomar la palabra es sor Myriam, que habla sobre el carisma y el espíritu de la congregación. Relata que tanto el padre fundador, san Fracisco de Sales (de allí el nombre de salesas, como son mayormente conocidas), así como la madre fundadora, santa Juana Francisca Frémyot de Chantal, llamaban a las religiosas hijas de oración, porque su principal tarea es la oración contemplativa. En el trabajo, la comida, las tareas cotidianas, las celebraciones, los rezos; siempre están en clima de oración. Todo se hace para dar gloria a Dios.
“Somos encontradas dignas de adorar a Jesús en espíritu y verdad si vivimos la oración en forma permanente. Y somos contemplativas en la Iglesia en la unión por Dios, siempre lo estamos buscando a Él, también en el prójimo”, sostiene la religiosa.
Las hermanas viven en el monasterio una comunidad de caridad. Para san Francisco de Sales, la caridad era fundamental para vivir el carisma que les había confiado la Iglesia. Sor Myriam afirma: “participamos en la evangelización del mundo por una secreta caridad apostólica, porque en realidad no se ve el trabajo que hacemos”.
Dulzura y humildad
En este punto, es importante conocer las razones del nombre de la orden. Para esto las hermanas nos explican: “somos hijas de la Visitación porque en aquella época —principios del siglo XVII— el misterio de la Visitación de Santa María no era tan conocido. Nuestro fundador veía en este misterio muchas virtudes que querían que sus hijas vivieran”. “Antiguamente nos llamaban las visitandinas, porque íbamos a visitar a los enfermos”, agregan.
La madre Margarita, superiora de la comunidad, añade que en los primeros años de la orden las religiosas tenían estas salidas una vez al mes, de dos en dos, para visitar a los enfermos del lugar. En ese momento era algo excepcional, monjas en votos solemnes y sin una clausura estricta. Aún así, en 1616, las constituciones de la orden fueron modificadas. A partir de ese momento se puso la Visitación bajo la orden de san Agustín, se enviaron las documentaciones a Roma y se aprobó la clausura.
Providencialmente, unos años después, surgieron las Hijas de la Caridad. No en balde los tres santos eran amigos; san Vicente de Paul (fundador de las hijas de la Caridad, junto a santa Luisa de Marillac), santa Juana Francisca de Chantal y san Francisco de Sales.
Un aspecto importante en la espiritualidad de las Hermanas de la Visitación, es que también son hijas del Sagrado Corazón. “Somos hijas del Corazón de Jesús, porque al fundador el Señor le inspiró que somos una comunidad nacida de su costado abierto. Allí nacen las hijas de la Visitación, cuando el soldado romano atravesó con la lanza a Jesús”, asegura la superiora.
Si queremos descubrir la importancia que tiene el Sagrado Corazón en el diario vivir de estas consagradas, solo basta observar las dos virtudes que guían su existencia: la dulzura y la humildad. “Tenemos que luchar con nuestro genio y carácter, porque a veces cuesta vivir las virtudes” afirman y ríen las tres.

Las religiosas realizan sus tareas diarias en un clima de oración constante. Fuente: Federico Gutiérrez
La llegada a estas tierras
En la actualidad son unos 150 los monasterios de las Hermanas de la Visitación alrededor del mundo. En Sudamérica tienen presencia en la mayoría de los países. Un dato significativo es que las primeras religiosas de la orden en llegar al continente lo hicieron en Uruguay, en 1856, a las Hermanas del Huerto. Fue, además, la primera orden contemplativa que llegó al país.
Un silencio que reza a Dios
La jornada de estas hermanas comienza sobre las 5:30 de la mañana. Los rezos y la oración litúrgica toman gran parte de su día, además celebran la Santa Misa sobre las 8 de mañana. Cada una tiene sus labores, que llaman oficinas, y de la cual cada una se hace responsable (portería, lavadero, economato, sacristía). Las oraciones se realizan en el coro, que es como llaman a la capilla del monasterio, porque muchas de esas oraciones se rezan cantadas. Luego del almuerzo y antes de la cena, hay dos momentos de recreo. Estos espacios tienen la función de expandir el espíritu y afianzar el espíritu de familia, según afirma sor Carolina. Son momentos en los que se sale del silencio, pero no se deja de poner todo en manos de Dios. Luego de la cena se rezan Completas, y sobre las 21 horas las hermanas se retiran al descanso.
En este devenir cotidiano todo lo vivido es ofrecido al Señor en oración interna. “El fundador decía, hagan jaculatorias cuando estén trabajando, también para evitar distraerse”, afirma sor Myriam. Hay tres objetivos básicos en todo actividad que realizan las hermanas: unirse con Dios, ayudar a la Santa Iglesia y servir al prójimo. “Somos misioneras ocultas, la vida contemplativa somos como los órganos internos para el cuerpo. Ayudamos al Cuerpo Místico de la Iglesia, no se nos ve pero estamos dando oxígeno a través de la oración”, agrega sor Carolina.
Ni bien se traspasa la puerta para salir del monasterio uno se da cuenta que el tiempo, los pasos, las palabras y la propia vida vuelven a tener un ritmo más desenfrenado, a veces hasta carente de sentido. Pero si algo deja de enseñanza la visita a este lugar, y el diálogo con las hermanas, es que tanto en la vida contemplativa, como en la activa; en la oración o en el trabajo; lo importante es hacerlo todo para dar gloria a Dios.
Frutos del trabajo
Una de las formas de sustentar el monasterio que tienen las hermanas es a través del trabajo: pintan cerámicas, imágenes, telas, manteles de altares y casullas. Además producen dulces de pera, manzana, higo y naranja. Se puede acceder a estos productos en el propio monasterio.
4 Comments
Que inmensa alegria ver a mis queridas hermanas !!! Dios sea Bendito .Este hermoso regalo de ver a hermana Margarita , hermana Miriam , poseedora de la voz mas dulce y armoniosa que jamas conoci . Saludos con todo mi corazon a todas las hermanas ,unidas en el Sagrado Corazon de Jesus .Cuanto Amor se recibe en ese Santo lugar …Cuanta añoranza de ese Coro …Hoy en La Eucaristia cerre mis ojos luego de comulgar ,y evoque ese lugar Bendito , El Sagrario …Te adoramos ,Te Bendecimos . La Imagen de Maria Santisima al otro lado del Altar …Gracias por este Hogar .Gracias por darme tanta Felicidad junto a ustedes .Gracias Magarita Maria de Alacoque , Madre Chantal ,Francisco de Sales .Gracias Corazon de Jesus ,Corazon de Maria .Gracias ! Amen .
Ellas transmiten el amor de Dios con gran humildad y sencillez. Son luz para todos nosotros.
Es tal cual, se respira una gran devoción, Dios les conceda poder seguir así.
Valorando y agradeciendo en primer lugar conocer a través de nuestro Boletín Eclesial los orígenes y el devenir de las Hermanas de la Visitación, y asumiendo que yo podría estar en error histórico, percibí en el texto que las «Hermanas del Huerto», las primeras en llegar a Montevideo en 1856 para asumir la gran tarea polifacética dentro del Hospital de Caridad en ese momento ampliado a casi la mitad de lo que es hoy el edificio del Hospital Maciel, arribaron al mismo tiempo que algunas Hermanas de la Visitación.
La historia de las Congregaciones religiosas de Hermanas en el Uruguay es una de las más importantes de nuestra Iglesia.