De la mano de la Hna. Laura Guisado recorremos la actualidad de la vida consagrada en nuestro país. Los desafíos y las esperanzas.
El pasado 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, se celebró la vigésima séptima Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Por este motivo, el programa Hoy quiero hablarte, de Radio Oriental, entrevistó a la Hna. Laura Guisado, de las Hijas de María Auxiliadora. Compartimos con ustedes este diálogo.
Para comenzar este diálogo y desde tu experiencia, ¿cuáles son los desafíos de la vida consagrada en la actualidad?
Creo que estamos viviendo tiempos muy importantes. A nivel de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR) tenemos una frase que nos está acompañando: estar mirando las mujeres del alba. Son las mujeres que transitaron la noche con la certeza de la búsqueda del Señor resucitado. La vida consagrada también está atravesando un tiempo para repensarse, para buscar cómo seguir viviendo fuertemente adherida en el Señor, buscando. Es esta línea sinodal que la Iglesia está siguiendo para servir al Señor en los hermanos.
Esto significa todo un movimiento en la vida consagrada, que es justamente de búsqueda del Señor. Y lo queremos hacer con estas mujeres que supieron transitar la noche, las que tuvieron la audacia de no parar, y una vez que encontraron al Resucitado salieron a anunciarlo y nos llevaron a él.
Creo que esta experiencia que la CLAR nos propone a nivel latinoamericano dice mucho, y lo dice en la línea del papa Francisco, que nos habla de buscar con insistencia al Señor a través de esa lectura creyente de la Palabra y en los recodos de la historia. Allí lo vamos amando y asumiendo.
¿Qué sentís que el pueblo de Dios le pide a los consagrados y consagradas de este tiempo? ¿Qué espera nuestra Iglesia de la vida consagrada?
Percibo que el pueblo espera que seamos mujeres y varones de Dios. Que seamos capaces de compartir con ellos la sencillez de las cosas cotidianas y seguir tejiendo esa fraternidad universal. Es esta línea sinodal que la Iglesia nos está proponiendo: la mesa ampliada, la mesa compartida, en la que todos estamos en torno al Señor, buscando y sirviendo.
Creo, además, que insistir en esas utopías de lo comunitario, de tejer las redes con otros, de abrazar las redes de la interculturalidad, lo intercongregacional, la conversión pastoral que tanto nos cuestiona hoy, son las grandes líneas de acción.
El lema para este año es “Caminando en esperanza”, esto es lo que se propone para vivir esta jornada. ¿Cómo se camina en esperanza?
Se camina en esperanza desde la experiencia de Aquel que ensancha nuestros anhelos profundos, de Aquel que es camino, verdad y vida, y que es dinamismo y búsqueda. Y es que dejándonos abrazar por él es que somos capaces de abrazar al otro. Creo que ahí comenzamos a ser esperanza y profecía de lo nuevo.
En un mundo donde prima lo utilitario, la competencia va imponiendo muchas veces el descarte de algunas realidades. Creo que estas utopías son las que sostienen la esperanza de que es posible, pero se necesitan la audacia, la profecía, lo pequeño que nace de adentro, de animarse a vivir esta capacidad de tejer cosas nuevas. Porque es el amor el que hace nuevas todas las cosas y esto solo nos brota del Señor.
Entonces, con los ojos puestos en él, nos preguntamos cómo ser estas presencias generadoras de tantas esperanzas, resucitadas, en medio de tantas realidades de hoy.
«Percibo que el pueblo espera que seamos mujeres y varones de Dios. Que seamos capaces de compartir con ellos la sencillez de las cosas cotidianas…»
Hna. Laura Guisado
¿Cuál es el perfil de la persona que quiera consagrar su vida, que quiera vivir esta dimensión como religioso o religiosa?
No debe faltar la búsqueda de Dios, la capacidad de buscarlo, amarlo y permanecer fiel a su mensaje. Pero esto es a lo largo de toda la vida y sabemos que también cada uno tiene límites y pobrezas personales.
Es la pasión de descubrir a Cristo como compañero de camino, es algo que te lleva a abrazarlo en nuestras realidades. Esto no es un intimismo, sino es abrazarlo en cada rostro sufriente de nuestros hermanos. La pregunta sería cómo amar y servirlo en cada una de las realidades y siendo con otros. En la sencillez del servicio cotidiano y en lugar que esté cada uno, pero con esta mirada del reino, de lo nuevo.
Siempre pienso en la frase “para que todos tengan vida”, esa vida abundante que el Señor regala, sin guardarse nada.
A mí me toca compartir en la Conferencia de Religiosos y Religiosas del Uruguay (Confru) con las generaciones más jóvenes, que tienen esta búsqueda, pero también la sed de la novedad de lo intercongregacional. Ya no quedarnos en nuestras riquezas personales carismáticas de nuestro círculo, sino ser capaces de tejidos más abarcativos, porque también como Iglesia estamos llamados a esto.
¿Cuáles observás que son las mayores dificultades que tiene aquellas personas que se están cuestionando la vida religiosa, el llamado de Dios para ellos?
Una de las cosas que les escucho a los jóvenes es que muchas veces no nos encuentran disponibles a quienes estamos en esto; en definitiva, el acompañamiento. Y eso te cuestiona mucho, porque uno mismo se interpela en dónde está poniendo la fuerza, sobre todo cuando trabajás con jóvenes.
Sin duda el Señor sigue llamando y es el que está más comprometido en regalar ese don vocacional. pero me da la sensación que a veces nos falta la capacidad de acompañar a los jóvenes en el discernimiento, en el ir haciendo camino. Y también está en nosotros abrir estos espacios, porque era el mismo Jesús que decía: Vengan y vean”. Es en definitiva invitar a hacer experiencia, porque también sobre la vida consagrada se han construido muchos mitos.
Es ver la normalidad de la vida consagrada en el hoy y buscar juntos, porque no hay una realidad acabada y cada generación le va a traer frescura y novedad. Hay que seguir haciendo camino.
Y para ti, que ya tenés un camino recorrido, ¿qué cosas pueden distraer del llamado de Dios?
A veces está el peligro de vaciar de contenido algunas cosas, sobre todo en este cambio de época. Se nota, en ocasiones, en dinámicas personales y de oración. He tenido que acompañar a algunos hermanos en este tema.
Por otro lado, el activismo desenfrenado, vacío, no está parado tanto en la dimensión del reino; sino que está más bien en una vorágine en la que la actividad se vacía de sentido.
Creo que son dos peligros a los que debemos estar muy atentos. Debemos buscar cómo nutrirnos vocacionalmente, cómo afianzar ese tejido; pero también que lo que hacemos sea expresión de lo que el Señor va gestando. Porque actividades y bien a la sociedad pueden hacer muchos, y no todos podemos hacer todo.
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Material muy valioso para nuestro tiempo y realidades de consagrados seculares.
Es para atesorar y compartir
Paz y bien