Entrevista a la Psic. Alejandra Fernández
Alejandra Fernández es psicóloga, pero además es directora de un colegio. Desde este doble rol nos parecía interesante su mirada sobre “el día después” de la pandemia. Qué ha dejado este año y medio, pero sobre todo cómo afrontar lo que viene.
También aprovechamos para dialogar, desde su mirada profesional, sobre un tema difícil, ya que el pasado 10 de setiembre se conmemoró el Día Mundial de Prevención el Suicidio.
¿Cómo afectó a los niños y adolescentes esta pandemia?
Lo que más se puede percibir a nivel comportamental es un aumento de la violencia. Se nota una incapacidad para soportar la frustración y la falta de paciencia. Y esto lo vemos en jóvenes, adolescentes y niños; pero también en adultos.
Esto se nota aún más en espacios donde tenés que convivir con otros, por ejemplo un aula. A nivel psíquico, el distanciamiento nos alejó de verdad.
También, y asociado al tema de la falta de paciencia, se puede observar un grado importante de fatiga por la situación de aislamiento, que muchas veces trae aparejada la tristeza.
¿Cómo toman la posibilidad de que muchas cosas no vuelvan a la normalidad anterior a la pandemia?
Para la gran mayoría es una mochila pesada. Obviamente, también entran a tallar los modelos parentales a la hora de enfrentar las restricciones o limitaciones que nos puso la pandemia. Allí está desde los padres más permisivos, hasta las familias que siguieron al pie de la letra las recomendaciones de forma responsable.
Pensemos que en muchos hogares también conviven con adultos mayores, una población más vulnerable que exige otros cuidados.
Existen realidades que pueden marcar que la situación pueda ser tomada como una mochila insoportable, o como una situación difícil pero tolerable. Aquí también depende de cómo el joven, adolescente o niño, puede expresar lo que siente. Para muchos estar en su casa ―por la realidad en la vive― significó un verdadero calvario.
Hubo casos en que, al tener a los padres separados, algunos chicos no pudieron ver a alguno de los dos quizá por semanas, y lo mismo en el caso de los abuelos, a los que pasaron meses sin ver.
Es difícil aceptar, como en algunos casos, que se perdió algún familiar y ni siquiera se haya tenido la posibilidad de asistir al funeral.
Son historias que se dieron durante el tiempo más complicado de la pandemia, pero recién ahora se está procesando. Y no solo acotándolo a los jóvenes, hay gente que recién ahora está pudiendo hablar de estos temas. Me parece que este proceso puede ser largo.
La vivencia de este tiempo tuvo diferentes repercusiones. Para ti, ¿qué pesó más al momento de vivir: la edad o el contexto social y familiar?
En las generaciones más jóvenes yo percibo, en un primer momento, que cuánto mayores son, más es el impacto. Sobre todo con los comienzos de ciclos. Los que empezaron el año pasado primero de escuela o de liceo, que tuvieron muy pocas clases, y tienen actitudes que se parecen más a la del último año del nivel anterior ―pre escolar o de primaria, en este caso―.
También se ve algo similar con los que empezaron facultad. Si toda la vida te presentaron la parte social de la facultad, y te encontrás con que desde que entraste tenés clases virtuales, grupos virtuales… Es lógico que esto impacte. Por lo que logro percibir, los jóvenes ―de tercer año e liceo en adelante― son los que más han sentido el impacto de la pandemia.
Es muy importante en estos tiempos el vínculo familiar. Si el joven se crio en una familia que está abierta al diálogo, que se puede expresar libremente y en que se fomenta este diálogo, es mucho más saludable la forma de transitar este tiempo.
El viernes 10 de setiembre se conmemoró el Día Mundial de Prevención del Suicidio. En julio, más precisamente el 16, se había conmemorado el Día Nacional para la prevención el suicidio. En esa ocasión se presentaron algunas estadísticas del fenómeno en nuestro país. Uno de los datos que más llamó la atención es el cambio en las franjas etarias. Hubo un aumento en los casos de suicidios de jóvenes de 15 a 19, y de adultos de 30 a 34 años. ¿A qué se debe este fenómeno?
Hay muchos factores que se alteraron en esta pandemia, sobre todo en esa franja que va de los 30 a 34 años. Por un lado el factor laboral, la falta de empleo. Esto se vino a sumar a otros ya preexistentes; pensemos en la dependencia de los padres, que no forman una familia, que no pueden terminar los estudios. En muchos casos se sigue viviendo una especie de adolescencia tardía, con un vacío interior muy importante.
¿Cómo es la correlación entre depresión y suicidio?
En el caso de los jóvenes, además de la depresión hay otras patologías que pueden derivar hacia el suicidio. Puede haber un trastorno de la alimentación, por ejemplo. Puede estar pasando por una fase de este trastorno que lo lleve a querer quitarse la vida. Otra puede ser una situación de bullying o “ciberbullying”, y que la persona vea, como única salida, un intento de autoeliminación.
En los adultos sí, el suicidio va mucho más asociado a la depresión. Y es difícil en muchos casos dar con ese caso de depresión, porque en muchas ocasiones no es un caso de manual, no es tan fácil darse cuenta, cuesta en ocasiones identificar las señales para los que los rodean.
¿En qué planos se trabaja, o se debería trabajar, para la prevención del suicidio?
Lo importante es que toda persona comunique lo que le pasa, cómo se siente. Hay que identificar sentimientos y emociones. No se trabaja directamente con la palabra suicidio, sino que se va bordeando el tema. Se trata de no sugerir ideas o evitar el efecto contagio.
Las personas que toman esta decisión muchas veces no quieren cargar a nadie con sus problemáticas, las que, combinadas con una baja autoestima, que hace difícil visualizar el problema.
¿Por qué en Uruguay es tan grande la cifra de muertes por suicidio?
Se han ensayado varias explicaciones. Por ejemplo la de la melancolía, que somos una sociedad que vive exageradamente del pasado. Esto de “todo tiempo pasado fue mejor”. También se ha puesto en el tapete el tema de ser una población envejecida.
El tema es que la realidad del suicidio cada vez golpea más a las generaciones más jóvenes. Para mí ahí se puede percibir claramente un tema de falta de esperanza. En sentido figurado es como que los uruguayos tuviésemos un techo en la cabeza, algo que no nos permite ver el cielo, un sentido más trascendente, ya no solo de Dios, sino del cuestionarse si hay algo después, más adelante, más arriba. Si uno no puede decir “tengo una esperanza», es muy difícil salir adelante.
Hay algo muy difícil para los uruguayos ―que me parece que hace al tema―: identificar lo que sentimos y ponerle nombre. Entonces estas cosas hay que trabajarlas desde chiquitos. Nosotros trabajamos mucho en el colegio, en talleres para identificar los sentimientos; los nuestros y los de los demás. Porque hay un segundo momento que es el de la empatía. Hay una necesidad enorme de ser escuchados, pero cada vez es más difícil escuchar al otro. Prima lo de yo primero, yo segundo, yo tercero…
Hay otro dato que surge de las estadísticas: 8 de cada 10 personas que se suicidan son hombres, ¿por qué se da esta realidad?
Hay un tema de género claro: la mujer habla más de sus problemas que el hombre. Por lo general cuando se encuentra con sus amigas, o si tiene una buena relación con su madre, con una abuela, o un referente, tiene mucha más facilidad para expresar lo que le pasa. Habla, y mientras habla con la otra persona va solucionando, o, por lo menos, entendiendo su problema.
El hombre, por su estructura, habla de los temas cuando los tiene solucionados. Le cuesta porque todavía está aquello de “los hombres no lloran”, “si llorás sos débil”. Y también existe el problema del bullying, que es mucho más agresivo hacia el hombre que hacia la mujer.
Todo ese combo de no hablar cuando te pasa algo, hablar solo cuando está solucionado, o como decimos “hacerse el fenómeno”, es muy complicado…, es inevitable que no surjan problemas y en ocasiones nos enteramos cuando ya es tarde. Todos tenemos que trabajar para que eso cambie, y es desde pequeños que hay que hacerlo.
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Excelente, muy clara explicación. En general no se visualiza que sea tan grande el problema, te abre los ojos para poder estar cerca y escuchar al que busca ayuda.
Gracias.