Una mirada a la novela 1984 desde la perspectiva cristiana.
Aunque escribió seis novelas de ficción, tres largos reportajes y varios ensayos, George Orwell es conocido por sus dos famosas críticas políticas: Rebelión en la granja y 1984. Incluso hoy, a más de setenta años de la publicación de esta última, el adjetivo ‘orwelliano’ sigue utilizándose para describir sistemas políticos y culturales que pretenden controlar el pensamiento a partir de eslóganes.
1984 es una novela sobre la psicología de un estado totalitario, contada con tal maestría que su historia queda grabada en la memoria del lector, capturando nuestros más profundos miedos de ser privados de nuestra libertad y nuestra misma esencia humana. Es la novela más conocida del género distópico, una utopía negativa que refleja con profética visión los peores escenarios de la deshumanización de los tiempos actuales. El control ideológico, respaldado por la propaganda y la amenaza de consecuencias por desafiarlo, nos dice Orwell, puede tener resultados más devastadores que los apreciables a simple vista. Porque no solo es el camino para que sus víctimas acepten la mentira como verdad de la boca para afuera, sino que incluso puede llevarlas a perder la capacidad de discernir esa verdad.
La narrativa es y siempre ha sido un medio poderoso para representar un momento histórico y cultural determinado, pero el subgénero de la novela distópica tiene la cualidad única de comunicar con agudeza verdades que preferimos ignorar. Contándonos historias inventadas sobre universos que nunca existieron, nos revela verdades sobre nosotros mismos y nuestro mundo de las que no éramos conscientes. Mostrándonos un mundo imaginario exagerado que, a primera vista, parece muy diferente del real que habitamos, hace que bajemos la guardia y seamos capaces de percibir el nuestro por primera vez con claridad.
El protagonista de 1984, Winston Smith, es un empleado en las provincias de Oceanía, la nación regida por el Partido. Se trata de un régimen totalitario cuyos lemas son “La Guerra es Paz”, “La Esclavitud es Libertad”, y “La Ignorancia es Fuerza”. Desde posters y pantallas, en lugares públicos y en la privacidad de cada hogar, la cabeza del Partido, “Gran Hermano”, controla a cada individuo para asegurarse de su absoluta fidelidad al régimen. Hay oficinas de gobierno en Oceanía, como el Ministerio de la Verdad, donde trabaja Winston, que se ocupan de que cualquier información inconveniente sobre el pasado, se borre y se reescriba en todas las publicaciones. Los individuos que se rebelan contra el Partido, también desaparecen y son borrados de la historia.
Tres clases de personas integran la sociedad de Oceanía: el Partido Interior, el Partido Exterior, y los comunes o ‘proles’, esto es, las masas trabajadoras, que no pertenecen al Partido. Los primeros son la élite, los que hacen las reglas y disfrutan de lujos. Winston no es uno de ellos, ni es un ‘prole’: pertenece al Partido Exterior. Es un eslabón de la cadena que controla a los ‘proles’… lo cual no es particularmente difícil. Todo lo que se necesita a los efectos es un sostenido suministro de vicios, y en particular, de pornografía. De hecho, hay un ministerio que se dedica a producir entretenimiento masivo para ellos. La pornografía, Orwell lo deja claro, no es una expresión de la libertad sexual, sino algo producido en masa por un régimen tiránico que pretende controlar la vida de sus destinatarios. Aunque no lo diga en forma expresa, está implícita en esta visión del autor una enseñanza elemental de la iglesia católica: destruir la moralidad de las personas equivale a destruir su voluntad. El que es esclavo de sus pasiones, termina inevitablemente siendo esclavo de algún tirano. Así, mientras los miembros del Partido viven en un puritanismo fanático marcado por el ateísmo impuesto, entre los ‘proles’ florecen el vicio, la delincuencia y una religiosidad supersticiosa. Los altos índices de criminalidad son el flagelo cotidiano en la vida de los ‘proles’, pero ni la policía se ocupa de reprimir esos delitos.
En la trama, el héroe de la novela comienza a plantearse dudas, y a rebelarse sutilmente. Este camino lo lleva a cruzarse con Julia y O’Brien, dos personas que transformarán su vida. La tensión dramática en 1984 está marcada por cómo Winston es traicionado por uno de ellos y traiciona al otro.
Cualquier lector de la historia, cuando asiste a las terribles torturas psicológicas y físicas a las cuales el Partido somete a Winston para convencerlo de que la realidad existe solo dentro de su mente, abrigará en su interior la esperanza de que ese sufrimiento por la verdad pueda liberarlo. Pero al “Gran Hermano” no lo satisfará nada que no sea la rendición absoluta del propio ser. La “victoria sobre uno mismo”, en tal contexto, equivale a la sumisión al Partido. Si no existe una realidad objetiva, entonces quien detenta el poder puede decidir qué es lo ‘real’. La cordura se define en función de la corrección política. La realidad solo es accesible a través de los ojos del Partido.
¿La sombría historia que nos cuenta el autor aquí, tiene la capacidad de arrojar luz en la oscuridad? Sin lugar a dudas; y a pesar del proclamado ateísmo de Orwell, la tiene desde una cosmovisión cristiana. Orwell anhelaba un mundo donde la bondad, la hermandad, la belleza y la verdad triunfaran. Como Chesterton, un católico cuyo pensamiento admiró, confiaba en el sentido común y el amor a la humanidad. A pesar de la sombra oscura del régimen tiránico de Oceanía, en 1984 resplandece por contraste y a modo de advertencia esta visión de una sociedad integrada por individuos cuya razón y voluntad se fortalecen en la verdadera libertad.
Frente a nosotros, a partir de la historia de Winston, al igual que en el poema de Robert Frost, se abren dos caminos. ¿Vamos a elegir el más transitado, el menos desafiante, a quedarnos en nuestro confort, en lo predecible? ¿O vamos a aceptar el riesgo y el desafío del amor?
Hay un hilo conductor común entre el pensamiento cristiano y el del universo de 1984, una visión similar de la relación entre la virtud y la libertad humana en sentido positivo. En el momento actual, la novela de Orwell resuena con claridad; sus advertencias son más pertinentes y calan hondo. Porque más terrible que la violencia y la fuerza de la represión, es la pérdida de nosotros mismos. El martirio no es una vía en el mundo de Winston. Al disidente no se le concede el dominio de su libre albedrío, sino que al contrario, se lo doblega y se le roba su misma esencia como persona. Esa es la más aterrorizante denuncia que nos deja Orwell: que pueden robarnos nuestras opiniones, nuestra capacidad de pensar libremente.
Vivimos en un mundo donde la corrupción y las mentiras de a ratos parecen prevalecer. Donde las dictaduras culturales traspasan las fronteras y buscan imponer sus normas. Donde ideologías que coliden con la verdad objetiva por momentos parece que han conseguido silenciar cualquier tipo de oposición. Un escenario no muy diferente del que nos muestra 1984. Por ello la moraleja detrás de la historia resulta válida.
Los esfuerzos de resistencia de Winston son aplicables hoy: animarnos a decir la Verdad en el mundo de la posverdad; jugarnos por el amor a pesar de los riesgos; seguir pensando por nosotros mismos a pesar de las imposiciones culturales. Solo armados con el escudo de la fe, seremos realmente libres.
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DÓNDE SE PUEDE COMPRAR ESTE LIBRO?
AGRADEZCO VUESTRA AMABLE RESPUESTA.
SALUDO FRATERNAL