Reportaje publicado en el quincenario Entre Todos el 7 de setiembre de 2024.
Una hora y veinte le llevaba a Vanessa y sus dos hijos —Lautaro y Delfina—, viajar desde Paso de la Arena hasta el Colegio Cristo Divino Obrero, a pocos pasos de la Gruta de Lourdes. Los tiempos no alcanzaban para prepararse, todos los días les tocaba desayunar durante el camino.
Luego de subir a dos ómnibus, Vanessa los deja en el colegio y se va a trabajar. A la vuelta, ocurría el recorrido inverso.
Esta historia de sacrificio y superación contó, al igual que en tantas otras, con el apoyo de la Fundación Sophia. “Ellos me ayudaron un montón y el colegio también. Sabían de nuestro esfuerzo y sacrificio, porque nosotros no teníamos recursos económicos. Como el colegio ofrece un horario extenso, me permitía trabajar en ese rato. Nunca nos complicaban si llegábamos tarde. En esas pequeñas cosas ves otro trato que te hace elegir llevar a tus hijos ahí. Estoy muy agradecida por el acompañamiento y por la ayuda”.
Cuando Lautaro estaba en el colegio, Delfina iba a un CAIF próximo a la institución. En aquel momento, Vanessa pagaba la cuota de Lautaro, pero no podía hacer lo mismo con su hermana. La Fundación Sophia les ofreció una beca de padrinazgo, en la que cubrirían el cincuenta por ciento de su cuota mensual. Posteriormente, también ayudarían a Lautaro en su formación liceal.
“Desde mi parte, solamente me resta agradecerles por la colaboración que me brindaron y que todavía me entregan. De una u otra forma, la fundación me sigue apoyando, y estoy muy agradecida porque se trata del futuro de mis hijos. Desde mi lugar veo su preocupación, su responsabilidad y cómo buscan soluciones para ayudarnos generosamente. Cada tanto hasta me llaman para ver cómo siguen ellos. Como mamá me considero pesada, porque estoy detrás de todo y siempre pregunto cómo puedo ayudar, pero desde la otra parte veo las respuestas de la fundación. Espero que otras familias puedan recibir también la ayuda que tuvimos nosotros”.
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“Ser parte de una red que nos contiene. Ser parte de las manos bien tendidas, abiertas para dar y recibir. Ser parte es también ser diferentes, unidos con el gran valor de amar”.
Las voces de sesenta y tres chicos de distintos colegios de nuestro país resuenan en el interior del Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerrito de la Victoria. Sus remeras de distintos colores —verdes, amarillas, naranjas, rojas, azules, violetas y rosadas— captan fácilmente la atención de todos.

El Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús lució colmado para el festejo del décimo aniversario de la fundación. Fuente: R. Fernández
Acaba de terminar la santa misa, pero nadie se mueve de sus lugares, ni siquiera quienes están parados en el fondo del templo. Todos miran con atención cómo las escaleras del presbiterio se transforman en el escenario improvisado de los niños y adolescentes que conforman el Elenco Sophia. Incluso varios de los presentes se animan a ocupar la nave central, mientras registran las distintas melodías con sus celulares. Sin ninguna duda, se trata de una celebración diferente.
Es que, en la fría mañana de este domingo 1.º de setiembre, la Fundación Sophia celebra su primera década de existencia, ocasión ideal para compartir la eucaristía y agradecer por todos sus frutos.
El valor del evangelio
Esta red solidaria académica y de evangelización surgió en 2014, por iniciativa del arzobispo de Montevideo, cardenal Daniel Sturla. El punto de partida de la fundación fue administrar dos colegios, pero hoy ya son treinta y cuatro instituciones educativas de todo el país que reciben su apoyo, con la clara búsqueda de la excelencia pedagógica y del anuncio de la Buena Noticia para todos.
Precisamente, el Card. Sturla presidió la celebración en el Santuario del Cerrito de la Victoria, —en compañía de su párroco, el padre Juan Silvera, y del vicario de la educación, padre Alejandro Korahais—, y dedicó gran parte de su homilía a la fundación.
“La idea surgió para responder a una dificultad que la Iglesia católica enfrentaba, que era el cierre de algunas instituciones educativas católicas de nuestro país. En estos diez años, desde los tímidos comienzos con dos colegios —el Colegio Santa María de La Ayuda en el Cerro y el Don Bosco—, se creció hasta llegar a los treinta y cuatro colegios actuales, y además con clubes del niño, que han abierto y han dado tantas posibilidades. Se ha trabajado mucho y se ha realizado mucho”, recordó el arzobispo, al inicio de su prédica. Recordó también a distintas personas que fueron fundamentales en el comienzo y en el desarrollo de la fundación, como el padre Julio Fernández Techera y el director ejecutivo anterior, Federico Reyes.
“La Fundación Sophia se entiende como una institución desde la fe en Jesucristo. Los valores que propone son los del evangelio, la propuesta de la fundación quiere ayudar a acercar a Dios y a nuestro Señor, Jesús, que es quien le da sentido a la vida, quien consuela el dolor y fortalece las luchas de cada día. No podemos dejar de recordar a quienes son nuestros patronos en la fundación: a la Virgen santísima, madre de Dios y madre nuestra, a la que nos encomendamos un año otra vez; y a san José, a quien hemos propuesto como patrono, aquel que supo custodiar a Jesús y procurar lo necesario para la vida de su sagrada familia. Que María y José intercedan ante Dios y que nos concedan la gracia de poder continuar sirviendo a los niños y jóvenes de nuestra patria”, concluyó.
Una propuesta de calidad
En la misa estuvieron presentes distintas autoridades de la Fundación Sophia, así como educadores, funcionarios y muchas familias que la componen, ocupando la totalidad de los lugares del santuario.
“¡Para nosotros es una alegría enorme! Como decía Sturla en la homilía, no somos simplemente una red de colegios, sino que tratamos de llevar a Jesucristo en esto que hacemos. Y para un niño, el colegio puede ser la única forma de vivirlo en el día a día. Haber llegado a estos diez años, con una pandemia en el medio, con tantos colegios con dificultades, es una gran satisfacción para todos en la fundación”, expresó la actual directora de la fundación, Marcela Carrasco, sin ocultar su satisfacción. La directora posteriormente precisó: “Seguimos con la misma misión, que es enorme, porque es esto de, en la educación, no solamente llevar a Cristo sino generar oportunidades en el contexto de una buena formación. Intentamos que no sea un lujo tener una educación de calidad y católica”.

La santa misa fue presidida por el cardenal Daniel Sturla, en compañía del párroco del santuario —el padre Juan Silvera— y del vicario de la educación —padre Alejandro Korahais—. Fuente: R. Fernández. Fuente: R. Fernández
Álvaro Martínez, director de gestión educativa de la fundación, fue el encargado de dar un mensaje de agradecimiento en representación de la institución, antes de que el arzobispo de Montevideo diera a los presentes la bendición final. Una vez finalizadas las actividades, destacó haber alcanzado estos primeros diez años: No ha sido fácil, tuvimos desafíos muy grandes (…) Quedan grandes objetivos por delante, capaz que estamos en un momento de refundación, de madurez de la fundación. Hasta ahora ha sido todo crecimiento, ahora capaz nos toca reflexionar hacia dónde y de qué manera queremos seguir caminando”.
Augusto Avero, director pedagógico de Fundación Sophia, también se animó a reflexionar sobre cómo serán los próximos años: “El camino seguirá siendo educar a los chiquilines para que puedan afrontar la vida con todas las herramientas posibles, para que puedan encontrar a Dios, que es el cuore de nuestra fundación. Acá lo pastoral y lo pedagógico van íntimamente ligados. Es un poco a lo que apuntamos, y venimos claramente mejorando día a día en ello. Hay mucho camino por hacer, pero entiendo que vamos muy bien”.
En la voz de:
Marcela Carrasco, directora ejecutiva de Fundación Sophia
¡Para nosotros es una alegría enorme! Como decía Sturla en la homilía, no somos simplemente una red de colegios, sino que tratamos de llevar a Jesucristo en esto que hacemos. Y para un niño, el colegio puede ser la única forma de vivirlo en el día a día. Haber llegado a estos diez años, con una pandemia en el medio, con tantos colegios con dificultades, es una gran satisfacción para todos en la fundación. Seguimos con la misma misión, que es enorme, porque es esto de, en la educación, no solamente llevar a Cristo sino generar oportunidades en el contexto de una buena formación. Intentamos que no sea un lujo tener una educación de calidad y católica.
Álvaro Martínez, director de gestión educativa de Fundación Sophia
Realmente un agradecimiento enorme por estos diez años que hemos transcurrido. Obviamente no han sido diez años fáciles, tuvimos desafíos muy grandes e incluso hubo que asumir algunas decisiones temerarias que nos llevan a tratar de seguir dando lo mejor de nosotros para que esté presente dentro de los colegios, la evangelización y la calidad educativa. ¡Es un gran reto! Quedan grandes objetivos por delante, capaz que estamos en un momento de refundación, de madurez de la fundación. Hasta ahora ha sido todo crecimiento, ahora capaz nos toca reflexionar hacia dónde y de qué manera queremos seguir caminando.
Augusto Avero, director pedagógico de Fundación Sophia
Lo primero que se nos viene al corazón es el agradecimiento por toda la gente que desde el primer minuto estuvo aportando a esta gran obra de la Iglesia, en la que muchos de ellos seguimos hasta el día de hoy y otros ya no están porque siguieron otros caminos, pero siempre permanecieron cerca. Hoy fue un momento muy lindo, de reencuentro con muchos de ellos, y otros que nos acompañaron a la distancia. La verdad que estoy muy agradecido y feliz de formar parte de esta obra y confiados en que va a seguir por mucho tiempo más.Creo que agradecer es lo que sintetiza la fiesta de hoy.
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos