La institución comenzó con dos colegios católicos y hoy está integrada por 24 centros de todo el país
Al llegar a la Catedral el pasado lunes 2 de setiembre ya se veía que la Misa sería diferente. Entre el pueblo predominaban los niños, con sus equipos deportivos azules que decían nombres de colegios en la espalda. Se leían varios diferentes, y de diversas zonas del país. Pero en el pantalón, también azul, todos tenían un mismo título: Fundación Sophia.
Los niños, con sus padres, educadores y colaboradores, se reunieron para dar gracias a Dios en torno al altar por los cinco años de vida de la institución. Sophia -que en griego significa sabiduría- surgió en 2014 con el objetivo de evitar el cierre de los colegios católicos, proponiéndoles no solo la supervivencia económica sino también la excelencia académica y la profundidad pastoral. Comenzó con dos instituciones de Montevideo y hoy está integrada por 24, tanto de la capital como del interior del país. En general se ubican en zonas periféricas y estaban -o están, en algunos casos- en manos de congregaciones religiosas. Separadamente eran colegios chicos y por lo tanto con poca viabilidad económica. Hoy, todos juntos, constituyen un mundo de 4.306 alumnos y 750 funcionarios, además de miles de padres y amigos.
Por el pasillo central de la Catedral ingresaron, precediendo a los sacerdotes, unos niños que representaban a todos los colegios de la obra. En parejas, llevaban las banderas con los escudos de cada una de las instituciones.
Presidió la ceremonia el Card. Daniel Sturla. En el presbiterio había una buena decena de sacerdotes que acompañan a los colegios de Sophia en su día a día. Al lado del Arzobispo estaba el Padre Julio Fernández Techera, jesuita. En 2014 el primero le había planteado al segundo su “sueño”, con el encargo de que lo hiciera realidad y con la aclaración de que no había “un peso”.
En la homilía, el celebrante principal se refirió a la diferencia entre la ilusión y la esperanza. Definió a esta última como el estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. “La Fundación Sophia es una apuesta a la esperanza, porque vemos posible lo que deseamos: que los colegios católicos -especialmente los de barrios populares o el interior del país- sean católicos; y lo académico y lo pastoral estén en el más alto nivel. Educación y Evangelio se dan la mano para dar vida abundante a los alumnos”, indicó.
Vinculó la tarea de la Fundación Sophia con lo que se había leído poco antes en el Evangelio, que “todos en la sinagoga tenían los ojos puestos en Él”, Jesús. Precisó que toda tarea educativa puede ser un anuncio salvador, ocasión de enfrentar a los demás con el Maestro. Y agregó algo sobre la identidad de los colegios: “No estamos buscando valores para ver qué identidad le damos a nuestros colegios. Lo tenemos claros, es la identidad que brota del Evangelio tal como la fe católica lo sugiere”.
Eclesialidad y providencia
Tanto el Cardenal como el vicepresidente ejecutivo de la Fundación (el P. Fernández Techera) coinciden en dos conceptos muy presentes en la trayectoria de la institución. Estos son la eclesialidad y la providencia. El sacerdote jesuita lo describió cuando hizo uso de la palabra en un brindis, que tuvo lugar después de la Misa en el Club Uruguay. Allí explicó que en el equipo directivo hay cinco o seis carismas y trayectorias diferentes. Y además, cada colegio de Sophia tiene el suyo. “Esto fue un regalo de Dios”, resumió, pues en las nuevas relaciones se dieron intercambios muy enriquecedores. Agregó: “No hay un carisma propio, valoramos los carismas que ya están en Uruguay”.
La providencia también ha sido imprescindible. Porque todo comenzó sin un peso y porque hoy es una realidad. En su discurso el P. Fernández Techera mencionó a Olga, una señora que donó una suma importante de dinero que permitió a Sophia transcurrir sus primeros dos años de vida. La señora nunca quiso que se supiera su nombre, pero falleció en 2017 y los directivos consideran que es justo mencionar su ejemplo generoso.
A este nombre se suman otros tantos de personas que han dado su dinero o su tiempo. Y se agregan los de empresas, colegios, organizaciones y fundaciones que han asistido de las más diversas formas.
Cinco años es camino avanzado, pero no faltan ante la vista los horizontes. Para esta nueva etapa, la Fundación Sophia se propone crecer hacia adentro y fortalecerse, compartir su experiencia para que otros puedan aprovecharla, y seguir mejorando con el apoyo de todos. En el centro están los niños y los adolescentes.