Durante el mes vocacional compartimos el testimonio de María Victoria, joven hermana de las Carmelitas Descalzas.
En el Prado de Montevideo, a pocos metros de la Rural, se encuentra el Monasterio de las Hermanas Carmelitas Descalzas, popularmente conocidas como las Carmelitas del Prado. Allí residen siete hermanas de entre treinta y ochenta años: tres uruguayas, tres paraguayas y una brasileña.
Jesús escribe la historia
Al llegar, a través del celular nos escribe María Victoria, quien nos invita a entrar por la puerta contigua a la capilla. Allí, detrás de la reja y con sus hábitos marrones y blancos, nos esperaban ella misma y Margarita, la abadesa.
María Victoria Nova es la segunda hermana más joven de la comunidad, nació en el barrio Cordón de Montevideo y es carmelita desde hace diecinueve años. Se crió en una familia católica de misa dominical e integró grupos parroquiales. Es la menor de tres hermanos. Además, es profesora de inglés y estudió Derecho; nunca se había planteado ser monja. “Estaba remetida con la facultad, me gustaba mucho lo que estudiaba”, asegura.
A sus cuatro años, la familia se mudó a Malvín Norte y desde ese momento integró la comunidad de Jesús Misericordioso (Belén), donde recibió la primera comunión. A los dieciocho años pasó a integrar la parroquia Santa Bernardita, y luego la parroquia de San Pedro, en el barrio Buceo.
“Recuerdo con mucho cariño a las hermanas del colegio de las Teresas, donde cursé primaria. Ellas me marcaron mucho en lo religioso, las admiraba, eran muy cariñosas, todas vestían hábito”, cuenta.
Cursó enseñanza secundaria en el liceo Los Pilares. Mantiene sus amigas de esa etapa y destaca que su juventud fue común y corriente: “Salíamos a bailar, a los quince años nos colábamos en las fiestas para grandes, trucando cédulas” [risas].
“Empecé a sentir que el Señor me pedía más. Era una inquietud; sentía que faltaba algo más. Comencé a acercarme más a la parroquia, pero eso seguía y no se calmaba, duró varios meses”, cuenta María Victoria de Jesús.

Margarita, la abadesa del monasterio, junto a María Victoria./ Fuente: F. Gutiérrez
¿Monja yo?
Su madre, que se acompañaba con un sacerdote salesiano, el padre Walter Fuidio, le aconsejó que fuera a conversar con él. “Acompañé a mi mamá a la misa y me confesé. Le comenté al padre la inquietud que tenía y me preguntó si no había pensado ser monja; eso me cayó como un escopetazo, me enojé muchísimo y le dije que no. Llegué a mi casa y dije que no iba nunca más a hablar con él” [risas].
La monja recuerda que ese enojo continuó por varios días. Eso le llevó a pensar que había algo más. Como es mujer de no escaparle a las situaciones que la vida le plantea, decidió volver a conversar con el salesiano. “Padre, puede ser que haya algo, porque me enojé demasiado. Como penitencia, me dijo que le dijera a Jesús que lo quería mucho, tres veces”, recuerda emocionada.
Cuenta que ese momento fue muy extraño porque, con veinte años, se sintió como una niña. Arrodillada, delante del sagrario, percibió que su voz se quebró y en el tercer “te quiero mucho” se largó a llorar. “En ese momento, tuve una sensación de intimidad con Jesús. Mi relación con Jesús comenzó desde el amor. Un genio el padre Fuidio”.
La búsqueda
Después de vivir esa etapa comenzó a buscar la congregación adonde Jesús la llamaba, acompañada por el salesiano, pero le dejó en claro de que no entraría en una orden de religiosas anticuadas, ni con hábito. “El padre Fuidio hizo unos folletos donde se destacaba la figura de Jesús sonriente, con el pelo al viento. Entonces pensé: ese Jesús es el que necesito, quedé fascinada”, asegura María Victoria. Esa imagen le transmitió felicidad y la seguridad de seguirlo.
En el 2000, año del Jubileo, viajó a Florida junto a la comunidad parroquial de San Pedro y visitó a las Hermanas Carmelitas Descalzas. Al entrar al locutorio vio la misma imagen de Jesús pintada en una baldosa blanca, detrás de la reja. “Me causó un impacto tremendo. Me salió el tiro por la culata. Sentí que Jesús me confirmaba que la felicidad que yo anhelaba estaba ahí”, cuenta.
Sin dudas que ha vivido crisis, dudas, sufrimientos, pero asegura que la felicidad y la certeza del amor de Jesús nunca le faltó. “Me doy cuenta de que esto no es algo mío, con mis propias fuerzas no hubiese llegado lejos. Jesús es el motor de mi vida”, sostiene.
“Le escribí a una amiga y le dije que esto es lo mejor que me pasó en la vida”
El proceso continúa
La hermana María Victoria asegura que entró a la congregación por Jesús y sigue estando por él, y confirma que su perseverancia es gracias a sus hermanas. “Realmente entré en una comunidad hermosa, siento que mis hermanas me sostienen en mi pobreza; hay mucha cosa para integrar desde la historia”.
Lee su biografía y afirma que tiene que seguir soltando cosas para poder seguir caminando con más libertad. En los procesos hay cuestiones que mueren, como por ejemplo ideas preconcebidas, sobre todo al momento de la convivencia. “El problema nunca está afuera. El ámbito de lucha es de cada una. Ese es el desafío más grande”.
Sentada a su lado, la abadesa Margarita del Inmaculado Corazón de María, con sus ochenta y ocho años, la mira con cariño y admiración. Desde que la joven ingresó al monasterio del Prado, ella la acompañó y la considera una madre.
7 Comments
La admiro,fue valiente,yo vivo hasta hoy con las dudas si fui llamada o no cuando contaba con 18 años.Pero se suçedieron muchas negativas familiares y aquí estoy casada como Dios manda y sirviendo al Señor desde este Sacramento.Pero siempre me asalta esa inquietud….
Que maravilla! Estuve muy vinculada al monasterio cuando vivía en Montevideo! Cuánto me alegra que sigan tan vivas en sus vocaciones y que haya una vocación uruguaya. Dios las bendiga!
muy bueno tu testimonio-de monja carmelita sigue diciéndole a JESúS que lo quieres–muchas veces al día—
y adelante–es lo mejor que le pasa a las mujeres–buscar a JESUCRISTO__
Siempre admiré la vocación de las carmelitas descalzas y cumpliendo la regla en Montevideo pasare lo que pasare. Mi primer contacto fue con la Hermana Magdalena Villegas que hacía las veces de superiora y la Hermana Guadalupe por la devoción a Edith Stein transmitida por mi padre también judío converso al catolicismo.
También recuerdo con mucho respeto y cariño a Fray Julio Félix Barco OCD muy erudito, sencillo y piadoso y un experto en Edith Stein aunque decía que no…..
Un gran saludo a todas del Dr. Pablo Hübner Varela.
Estoy sola y me siento muy mal,tengo 50 años y desearía ingresar a un convento,por favor,ayudenme,esta vida no es para mi
Yo sentí ese llamado a mis 30 años pero no fui valiente y acá estoy, en el mundo, ahogada, arrepentida de no haber dado ese paso. Soltera y sin hijos, ejerciendo mi profesión y acompañando a mi papá enfermo. Sirviendo al Señor lo más q puedo y anhelando su segunda venida.
Conozco el Monasterio de Florida desde esa edad y también a la Hnas Victoria. Lo he visitado acompañando a la Hna.Ana Maria desde q ingreso
Hace un largo tiempo…que SIENTO que sería el lugar IDEAL…,Para mí.tengo 59 años..y necesito Solamente PAZ. Mi misión….mundana está Cumplida…3 hijos ya mayores…con sus vidas..y un matrimonio Conflictivo.. Gracias