Distintos expertos y autoridades participaron de un conversatorio para discutir el impacto que generaría la explotación de hidrocarburos, en el marco de las actividades por el Tiempo de la Creación.
El desafío de un modelo sostenible
En tercer lugar, hizo uso de la palabra Paula Cobas, coordinadora del programa REIF de Naciones Unidas en Uruguay. Al iniciar su intervención, manifestó su intención de ocuparse de la perspectiva económica dentro de la dicotomía entre un Uruguay petrolero y sostenible. “Cuando hablamos de sostenible, lo solemos asociar a lo ambiental, pero el concepto de sostenibilidad es muy amplio: satisfacer las necesidades actuales de la población presente, sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras. Ese concepto implica tres dimensiones que están sumamente entrelazadas, que son la dimensión económica, ambiental y social”, resumió.
La economista precisó que “cuando nos planteamos que Uruguay tenga una explotación petrolera, y lo miramos desde el punto de vista económico, lo que podemos pensar es ‘bueno, se solucionaron todos los problemas de la economía’, pero no es tan simple”. Al ahondar en la complejidad del impacto entorno a las prácticas petroleras, afirmó que hace poco se realizó un trabajo con el CINVE (Centro de Investigaciones Económicas), sobre la repercusión económica de dicha actividad. “Ahí nos dieron algunos números y estimaciones para trabajar sobre cuáles eran los recursos petroleros que el país podía llegar a tener. Y eso implicaba, en una estimación muy conservadora, un incremento entre el 1 y el 3% del PBI en términos de exportaciones. Eso es muchísimo, es sumamente relevante”, aseveró. No obstante, también detalló que sería “solo el primer impacto, porque la industria se puede desarrollar, además de que hay importaciones que se dejarían de realizar. Pero no solo eso, porque si pensamos que tenemos una industria petrolera, tenemos que considerar que esa área va a tener inversores, que va a necesitar servicios e insumos. Esa industria, a nivel doméstico, también va a generar un montón de derrames, como se les llama en la economía. Se desarrolla un área que va a ir generando desarrollo en otras industrias, como la metalmecánica, la metalúrgica, la construcción, servicios asociados, y todo eso es crecimiento económico adicional que lo debemos considerar si evaluamos qué implica esta actividad en términos de la economía”.
Luego de establecer una mirada general sobre los aspectos positivos de la incursión petrolera, Cobas pasó a mencionar algunos casos económicos que derivarían en resultados adversos. “La posibilidad de tener una industria que, de golpe, implique tanto crecimiento de exportaciones y de entrada de capitales al país, tiene muchos riesgos”, indicó, para posteriormente explicar algunos de estos aspectos: “Todos esos capitales pueden afectar las relaciones de precios relativos del país con el exterior, que se mide a través del tipo de cambio real, que básicamente mide qué tan caro somos con respecto al resto del mundo. Si nosotros afectamos esa relación de precios, puede suceder lo que en economía se llama La enfermedad holandesa, que es un caso real. Esa entrada de capital generó desequilibrios en la economía que, en caso de no ser atendidos con políticas específicas, pueden generar más impactos negativos que positivos”.
En concreto, advirtió el riesgo de generar una economía de dependencia entorno a un recurso tan volátil en su mercado, como lo es el petróleo, sobre todo cuando otros sectores, naturalmente, vayan perdiendo su respectiva competitividad. “Lo de la enfermedad holandesa, ¿sucede siempre? La respuesta es que no. Hay evidencia empírica positiva y negativa, pero es un aspecto a tener en cuenta”, mencionó.
«Si hablamos de crisis climática, no es una crisis de Estado, es una crisis de especie»
Felipe Dall´Orsoletta
Cuidar las áreas marítimas
En cuarta instancia, expuso su visión Marisa Hutton Puentes, que es oceanógrafa en el Ministerio de Ambiente. Ella se desempeña en el área de evaluación del impacto ambiental, por lo que aportó su mirada entorno a los requisitos que deberá tener la actividad para poder ser realizada.
En concreto, la herramienta con la que cuentan es el reglamento de evaluación de impacto ambiental: “Tiene varias etapas, una de ellas es la clasificación de los proyectos, en los que se evalúan los impactos que pueda tener y en función de ellos, los estudios que se solicitarán. Si un proyecto es clasificado como B o C, sin entrar en muchos detalles, se tiene que elaborar un estudio de impacto en el que se aborden varios aspectos, ya sean sus derivaciones ambientales como las condiciones del medio en el que se va a desarrollar, para ver qué interacciones habrá”.
La oceanógrafa aclaró que existe un compromiso desde el ministerio y hacia 2030, a definir áreas marítimas protegidas. “Eso lo que implica es que haya que tener un mayor conocimiento de la zona, para poder definir mejor dónde es que están esos elementos que queremos conservar, y aquellos que queremos gestionar. No es que las áreas marítimas protegidas impliquen la prohibición de acciones, que es lo que pueden interpretar muchas personas, sino que es conocer bien qué es lo que queremos proteger, saber cuáles son los procesos que se dan en esa zona y, en función de ello, gestionar qué actividades se van a poder hacer y cómo se deberían realizar”.
Consultada por declaraciones previas desde el Ministerio de Ambiente, en las que se hizo pública la voluntad de no realizar tareas de exploración de hidrocarburos, la especialista contestó que no podría responder por ellos, pero puntualizó: “El marco legal que tenemos es el de aprobar proyectos que tengan un impacto ambiental negativo admisible. Si después de hacer todo su estudio arroja que es inadmisible, tenemos marco legal como para rechazar el proyecto. Primero hacemos un informe técnico haciendo esa evaluación del impacto ambiental, se establecen medidas de mitigación y correctivas, para que el impacto sí sea admisible”.
Medioambiente, responsabilidad de todos
El quinto en dirigirse hacia los asistentes fue Felipe Dall´Orsoletta, integrante del programa de Naciones Unidas para el medioambiente. Desde su percepción, el científico empezó por señalar que “más allá de todo lo que hablamos aquí, mantenemos un problema gigante en el mundo, como seres humanos; no como uruguayos, argentinos, chinos o europeos. Tenemos un problema como homo sapiens, y lo debemos resolver. Personalmente no vería impedimento de cualquier naturaleza, ni económica, ni social, ni financiera, ni gubernamental, para no tratar el desafío más importante de nuestra generación, que generará pérdidas y mermas para ustedes, sus hijos y sus nietos. Nosotros lo sufriremos poco, pero los impactos serán fuertes”, advirtió.
El experto sostuvo que es en el contexto ambiental donde “tenemos el mayor reto y el desafío más importante. Ya estamos viendo lo que está pasando: olas de calor en Europa, la sequía del Gran Chaco que Uruguay también la sufre, las temperaturas récord en California o la situación en Pakistán, con un tercio de su territorio bajo agua. Ya estamos sintiendo todo lo que las ciencias nos decían en los 90 y en el inicio del siglo XXI. Está pasando, y a niveles máximos de confianza de predicción de pronóstico”.
Adentrándose en la temática del conversatorio, Dall´Orsoletta realizó una valoración coyuntural: “Hay una gran transición energética que el mundo ya está caminando. No es al ritmo que se debería, pero ya existe esa transición. Las inversiones en energías renovables crecen mucho más que aquellas en energías convencionales. Por primera vez en nuestra historia, la energía limpia ya genera más empleos que la que no lo es. Energías como eólica, solar, de mar, pero también me refiero a las cadenas de producción de vehículos eléctricos, producción de baterías, y la cadena de almacenamiento de lo que es hidrógeno verde. Todo eso ya genera más empleo, y eso se vuelve una oportunidad. Los gobiernos deben tener el ojo abierto para aprovecharla, en lugar de seguir el camino que seguíamos antes. Hoy tenemos un problema para resolver, y ya tenemos alternativas”.
Al concluir su alocución, reparó en la posición del país con respecto a algunos acuerdos internacionales. “Las acciones de los gobiernos post acuerdo de París, señalan que vamos hacia un crecimiento de 2.7 grados en la temperatura global, para el año 2100. Uno podría responder ‘bueno, es un estimativo, no sabemos si está bien’, pero creo que la ciencia ya no está más bajo cuestionamiento en lo que refiere a crisis climática, por lo que estamos viviendo. Entonces, si no es 2.7 y es 2.5 o 2, hoy ya estamos un grado por encima del promedio normal, antes de la revolución industrial, y estamos viendo lo que pasa. Si vamos a 2 grados, no es que el efecto se duplicará, sino que puede crecer más, porque los impactos son en progresión geométrica y no aritmética”, aclaró.

Alejandro Stipanicic, presidente de Ancap, fue uno de los más consultados por los asistentes. Fuente: R. Ferández
Trilema energético: un dilema moral
En sexto y último lugar, tuvo su participación Alejandro Stipanicic, presidente de Ancap. El ingeniero industrial comenzó su planteo realizando una mención histórica: “La exploración petrolera en Uruguay empezó con las termas del Arapey. Y más adelante en el mar, siguió con dos pozos en la década del 70 y 80. Las rondas más recientes, la ronda 1 en 2009 y la ronda 2 en 2010 y 2012, tienen impactos que no son reversibles y en lo que sugiere a sísmica, en tecnología 2D y 3D, la buena noticia es que el 90% del trabajo ya está hecho. Lo que queda por hacer en sísmica es ver, más allá de las 200 millas, cosas muy puntuales que tengan que ver con un prospecto geológico puntual, pero el relevamiento sísmico ya fue realizado. Tenemos un registro 3D de un tercio del mar uruguayo, y 45 mil kilómetros de líneas sísmicas 2D. Nuestro mar está más que cubierto, y lo que puede cubrir de acá a 10 años es que en algún lugar muy lejos de la costa, en aguas muy profundas, hubiera que hacer algún trabajo puntual, específico, que va a ser en coordinación con todos los que estén involucrados”.
Al abocarse a la pregunta disparadora del encuentro, Stipanicic puntualizó que “la transformación energética que tuvo Uruguay ocurrió en el sector eléctrico, y esa es solo una parte de la energía que consumen los países. En nuestro país, la matriz energética primaria tiene una contribución del 17% de la energía eléctrica, y es esa la que ya sufrió una enorme transformación. Pero del total de la matriz energética, un 42% proviene del petróleo, sus derivados y gas natural. Para que tengan una idea, no estamos mal en la región, porque en Chile es arriba del 50%, en Brasil los fósiles contribuyen en un 60% y en Argentina es el 80%. En el mundo, 70 u 80% de la energía proviene de fuentes fósiles. En este momento, mientras nosotros hablamos de la transición energética, existen usinas a carbón en Europa que, luego de años sin uso, se volvieron a usar”.
El jerarca planteó que, en realidad, el tema de fondo y el dilema moral que se debe enfrentar es el trilema energético. “La energia tiene que ser accesible, debe ser confiable y estar disponible para todos, y además ser amigable con el medioambiente, tiene que ser sustentable. Son tres patas que van juntas”, precisó. Posteriormente, indicó que “desde Ancap acuñamos una expresión que es una especie de leitmotiv: Ancap tiene que ser referente hacia una transición energética responsable. Ahí hay dos palabras importantes, que son transición (que es un proceso, no es instantáneo y llevará muchos años), y responsable (porque tenemos que hacer mejor lo que ya se hace hoy, pero además hay que cambiar por cosas nuevas).
Tras ser consultado hasta dónde somos éticos si, en un contexto internacional que va hacia la transición, Uruguay se embarcara en explorar petróleo, Stipanicic aclaró que no era un tema ético y que las organizaciones gubernamentales involucradas tenían un perfil responsable, serio y profesional para controlar toda la actividad que se desarrollaría. Posteriormente, realizó un cuestionamiento general: “¿Es ético que haya pobres en el mundo? ¿Es ético que haya desempleo? ¿Es ético que, teniendo la posibilidad de producir gas natural, que es combustible para la transición, aceptemos que en otros países se queme carbón? La transición es la palabra clave. Si el 42% de la energía que usamos proviene de fuentes fósiles, ¿qué vamos a poner? ¿Camiones eléctricos? ¿Barcos eléctricos? ¿Industrias eléctricas? La electrificación ya hizo su transformación, ahora lo difícil es todo aquello que no es electrificable».