La comunidad Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo es una de las presencias parroquiales de los frailes dominicos en Uruguay.
El terreno donde está ubicada hoy la parroquia Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo era antiguamente un oratorio de la parroquia María Auxiliadora. Fue consagrada el 6 de enero de 1947 y establecida como parroquia el 18 de mayo de 1958. Se considera que es el único templo construido con un estilo neomudéjar en todo Uruguay. También cuenta con una torre de ladrillos.
La parroquia pertenece a la Orden de Santo Domingo de Guzmán. El carisma se distingue porque propone unir la fe con la vida cotidiana y cómo llevar lo que una persona contempla a su día a día. La espiritualidad se vive a través del acompañamiento en los distintos grupos. Algo que es muy propio de la Orden es el cuidado de la liturgia y de la predicación.
Otro de los pilares esenciales de los dominicos es la armonía de la vida religiosa con el ministerio académico y el ministerio pastoral. Para los religiosos vivir el voto de pobreza a través del trabajo es importante. Para ello dictan clases en varios centros educativos.
Una presencia activa
El actual párroco es fray Ruben Lucero, quien es argentino y llegó a Uruguay en 2017. Un año después asumió como párroco: “Es una comunidad muy viva y con un laicado muy comprometido en distintos ámbitos: formación, catequesis y agentes pastorales”.
“Nosotros tenemos gente muy capaz y con un liderazgo muy definido. El desafío es cómo integrar lo comunitario para trabajar y dialogar juntos para tomar decisiones”, agrega fray Lucero.
La parroquia se caracteriza por llevar adelante una pastoral social y favorecer espacios para la formación teológica de adultos a través del Centro Dominicano de Reflexión, la formación catequística en sus diferentes etapas.

Fray Ruben Lucero, actual párroco de Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo. Fuente: Romina Fernández.
La pastoral social se lleva adelante en tres campos: la academia parroquial, el ropero y los talleres de Promoción humana. La academia parroquial funciona hace más de treinta años y ofrece varios cursos como bordado, tejido, pintura, literatura e idiomas. Al terminar el año se realiza una exposición con todos los trabajos realizados.
Por otra parte, existe la iniciativa del ropero, que se sostiene por la donación de ropa. La vestimenta se junta, se clasifica y se entrega a parroquias que tienen necesidades.
En el último tiempo, se impulsaron los talleres de promoción humana para mujeres que son jefas de hogar, que reciben una canasta con alimentos. Estos encuentros se realizan una vez al mes y son organizados por una psicopedagoga y una asistente social. En estos espacios se tratan cuestiones de ciudadanía, ética y el rol de la mujer.
Hasta el 2020 funcionó la Casa San Martín de Porres, un lugar de acogida para mujeres y niños con tratamiento oncológico ubicado por la calle Rivera, al lado del colegio Santo Domingo. Este servicio dejó de existir debido a que hay otros centros que ofrecen esta ayuda.
Trabajo codo a codo
La otra presencia parroquial de los dominicos es la Casa de la Santísima Trinidad, que está ubicada por Camino Maldonado. Se trata de que las dos comunidades dominicas vivan en comunión y compartan la espiritualidad al pertenecer a la misma congregación. A pesar de las distancias “el hermanamiento tiende a ser dinámico”, cuenta fray Lucero. Ambas parroquias se reúnen para celebrar las fiestas patronales y los eventos comunitarios, así como también para colaborar en merenderos y otras iniciativas solidarias.
Son los adultos quienes integran la mayoría de las actividades. No obstante “hay jóvenes que participan de la liturgia, que vienen a rezar y a confesarse, pero que participan a nivel pastoral en otros movimientos y comunidades parroquiales”, dice el párroco. En el último tiempo se conformó una pequeña comunidad de jóvenes que va haciendo un camino de fe y encuentro.

El coro dominical. Fuente: Romina Fernández.
Una propuesta que sigue vigente y un sacerdote que dejó huella
El grupo MOVAL —Movimiento al Aire Libre— sigue formando parte de la parroquia. Se reúne una vez al mes para planificar el campamento anual que se realiza en enero. Esto fue una iniciativa de fray Lucas del Valle, un fraile español que llegó a Uruguay en 1981. Fue párroco de Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo y superior de la comunidad.
“Era una gran persona, un gran sacerdote. muy buen sacerdote. La característica que tenía era que ayudaba a mucha gente con su problema de adicciones”, dice Marisa, quien integra la parroquia desde hace sesenta años. Fray del Valle abrió las puertas de la comunidad y dio lugar al primer grupo de Narcóticos Anónimos.
Cecilia Campiotti colabora en este grupo y acompaña a los adictos que quieren rehabilitarse. «Es una experiencia muy linda y muy desafiante», dice. A los usuarios se les ofrece otro espacio si quieren acercarse a la fe. “Ellos tienen inquietudes. Quieren acercarse, quieren ver si ese Jesús es tan acogedor como empiezan a descubrirlo de alguna manera en su recuperación”, comenta Campiotti.
Hubo otros sacerdotes que trabajaron incansablemente por la comunidad y son recordados con cariño y afecto como Carlos Bernal, Jaime Boada y Edgardo Quintana.
Un lugar para todos
Hay dos grupos dedicados a la lectura orante de la Palabra. Uno de ellos surgió debido a la pandemia en modalidad virtual. Hasta hoy se sigue realizando en este formato porque algunos viven en el interior, otros están en residenciales y otros no pueden movilizarse. “Me impresiona mucho cómo gente de edad se ha animado a no quedarse y a entrar en la dinámica de la red. Se ha creado un espacio de comunidad muy significativo entre ellos”, destaca fray Lucero. El otro grupo se realiza de forma presencial y reúne cada semana a seis personas.
Actualmente hay dos ministros de la eucaristía que llevan la comunión a hogares de ancianos, a hospitales y a personas que no pueden moverse de sus casas. “El enfermo es esencial porque es el que recibe el sacramento, pero lo importante también es conversar con la familia y crear un vínculo”, señala fray Lucero.

Fray Lucero en la salida del templo, despidiendo a los feligreses al concluir la celebración. Fuente: Romina Fernández.
También se reúnen dos grupos de espiritualidad: la Legión de María y una Comunidad de oración y vida nacida de los talleres de espiritualidad del padre Ignacio Larrañaga. La parroquia también es sede de las Fraternidades Laicales de la Orden, en las cuales se profundiza en la vida, misión y carisma dominicanos.
El consejo pastoral ya se propuso cuatro objetivos de cara al 2023. El primero es acercar a más jóvenes a la comunidad. El segundo es colaborar en el cuidado de las personas mayores y el tercero es volver a darle un sentido al antiguo baptisterio para acompañar la muerte en clave cristiana. La última propuesta consiste en centrar la lectura de la Palabra de Dios y relacionarla con la vida cotidiana.
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