Entre la intersección de las calles Michigan y la Avenida Rivera se encuentra la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, símbolo de Malvín.
Muchos aspectos destacan a la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, también conocida como la parroquia de Malvín. Su origen —incluso antes de que el barrio fuese lo que es—, su vínculo cercano a la comunidad y su constante actividad dentro de la zona, son parte de su sello.
Pero un aspecto que nadie podría pasar por alto es una particular torre-ábside, ubicada detrás de la parroquia. Esta estructura, que destaca por su altura y apariencia, consiste en una obra visiblemente inconclusa realizada por el ingeniero Eladio Dieste. Una de las tantas historias que guarda el templo.
El comienzo de la historia
Parecería exageradamente lejana la idea de que, antes de erigirse la iglesia, la comunidad de la localidad de Malvín —en aquel entonces en las afueras de Montevideo— celebrara sus bautismos, misas y casamientos en una carpa.
Por su reducida población, la perspectiva de un cambio era remota, pero Mons. Juan Francisco Aragone (por aquel tiempo arzobispo de Montevideo) decidió impulsar la construcción de una capilla.
Para la realización de la obra resultó fundamental el rol de los pobladores. En primera instancia, se recibió una importante donación de parte de Ángela Lozada de Rivera, que se sumó a diversos aportes realizados por los distintos vecinos. El predio donde se emplaza también fue una donación, en ese caso de parte de Zoilo Rosas y Rudecinda de Rosas.
La idea del templo, que empezó a surgir en la década del 20, se materializó el 5 de noviembre de 1932, fecha en la que comenzó la construcción de la capilla. La obra culminó el 2 de febrero de 1934, quince meses después. Ese mismo día, Mons. Aragone firmó un decreto para erigir la nueva parroquia, bautizada como Nuestra Señora de Lourdes.
La huella de Dieste
Cuando transcurría la década del 60, aparece la figura del ingeniero Eladio Dieste, mismo autor que diseñó la icónica iglesia de Cristo Obrero, en Atlántida. Precisamente, Dieste confeccionó un proyecto para modernizar y ampliar la parroquia, dejando de lado su estilo colonial. Los vecinos volvieron a demostrar que la fe mueve montañas e hicieron llegar sus aportes y colaboraciones, para intentar materializar el anhelo de Dieste.
La nueva parroquia de Malvín se comenzó a construir, tomando algunos recaudos. Para no afectar la realización de las misas, se decidió empezar por el ábside de la nueva iglesia, que se ubicaría detrás de lo que sería el altar. El legado del ingeniero se limitó justamente a dicha torre-ábside y a la casa parroquial. El resto de la obra jamás se realizó.
Décadas después, la vegetación comenzó a decir presente. El color terracota del noble ladrillo se empezó a mezclar con el incipiente verde. La estructura de veintisiete metros quedó detenida en el tiempo por falta de recursos.
Tampoco se pudo construir el nuevo templo, que se proyectaba por fuera del actual, para no interrumpir las distintas celebraciones y actividades cotidianas.
Mucho tiempo después, en 2008, y en conmemoración del sesquicentenario de la aparición de María en Lourdes, se confeccionó un proyecto para modificar la estructura de la parroquia. En concreto, el ingeniero Juan Carlos Zorrilla, junto al arquitecto Carlos Cortazzo, elaboraron un plan para realizar un emplazamiento, cuyo eje central es una imagen de la Virgen María situada en dicha torre.
15 fueron los meses que tardó la construcción del templo, entre los años 1932 y 1934.
153 vecinos matriculados para los talleres antes de la pandemia, pero se suspendieron por su seguridad sanitaria.
Abierto a la comunidad
De la mano del P. Antonio Bonzani, la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, trabaja para poder brindar una formación cristiana e integral, con una gran variedad de propuestas que tienen por objetivo ayudar a la comunidad y darle vida al templo. Junto con él se encuentra el diácono Martín Sucías, que tiene un fuerte arraigo con la parroquia: “Llegamos a la comunidad hace cuarenta años. Desde siempre hemos estado integrados en diferentes actividades, grupos de reflexión, charlas pre bautismales y pre matrimoniales, catequesis para adultos o para llevar la comunión a los enfermos”.
Si bien cada 11 de mes concurre la mayor cantidad de fieles para dedicarle la celebración a la Virgen de Lourdes, durante la semana también se convoca a una gran cantidad de vecinos. De esta manera, la experiencia del P. Bonzani (que tiene setenta y siete años, es doctor en teología y docente), se nutre con diversas actividades que trascienden específicamente con la fe. Dentro de este panorama, el destaque de la comunidad lo tienen las actividades como los Talleres Arcoiris, elogiados por el Card. Daniel Sturla durante su reciente visita pastoral hacia el templo.
“Una de las fortalezas son estos talleres, que brindan un espacio de integración, sobre todo para las personas de la tercera edad. La realidad de la parroquia ha ido cambiando con el correr de los años, y la pandemia no ayudó. Por ejemplo, actualmente hay muy pocos jóvenes y creo que se han perdido algunos espacios de encuentro e intercambio fuera del ámbito sacramental. El mayor desafío que tiene la comunidad, hoy en día, es el de retomar la comunicación con la gente del barrio y crear espacios de convocatoria e integración, para formar nuevos grupos para profundización de la fe”, afirma el Diác. Susías.
Estos talleres comenzaron en 1990, y fueron creciendo con el paso de los años. En sus comienzos se trató de una serie de talleres de artesanía. Actualmente, se reúnen cada martes y jueves, un promedio de dos a tres grupos diferentes, de manera simultánea. Asimismo, cada taller tiene un encuentro semanal. La propuesta es amplia, y abarca clases de pintura, turismo, idiomas como inglés e italiano, o clases de gimnasia para mayores. Antes de la pandemia había más de cien inscriptos para participar.

Existen varios grupos dentro de la parroquia, para fomentar el crecimiento integral de toda su comunidad. Fuente: R. Fernández.
Diversidad de propuestas
“Buscaba desde hace tiempo poder estudiar italiano, y una amiga me recomendó este grupo. Lo agradezco mucho, porque es una muy linda comunidad”, cuenta Alicia Sandri, alumna del taller de italiano, a Entre Todos. Alicia está acompañada por una docena de compañeros, guiados por las instrucciones de Giuseppe, su profesor.
De acuerdo con sus testimonios, en la mayoría de los casos, lo que los impulsó a participar fue una recomendación previa de algún familiar o amigo. En algunos de sus integrantes se percibe la misma diversidad que mantiene cada taller entre sí.
“Me encanta el italiano, pero lo más importante es que como venezolana que soy, me quería reintegrar a la sociedad uruguaya y en este grupo encontré la posibilidad de sentirme aceptada y querida”, reconoce Magdalena Simeone. En este sentido, María Michelli afirma al quincenario que “en estas dos horas que tenemos todas las semanas, no solo aprendemos italiano, sino que aprendemos a estar y convivir dentro de un grupo maravilloso”.
De manera simultánea y en otro rincón de la parroquia, seis vecinas alrededor de una mesa incorporan los conocimientos de Carlos García, profesor del taller de turismo. “Soy como un guía turístico, les digo los sitios más atractivos y luego de compartirlos se les cuenta algunas curiosidades del país. Estoy encantado de ellos, aprendiendo y deseando ser mayor para vivir como ellos viven”, le expresa a Entre Todos.
Una de sus alumnas, Alma Pagliuca, plantea que “es una hermosa puerta para que la gente aprenda. Es una gran oportunidad, hay muchos grupos y es bueno sobre todo para las personas mayores que no tenemos a dónde ir”.

Existe una amplia diversidad de grupos, que permiten desde aprender técnicas artísticas, hasta conocimientos de turismo o de idiomas. Fuente: R. Fernández.