«En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor…”, se comienza a escuchar en una de las salas de la parroquia San Vicente Palloti, ubicada en el barrio Sayago, próximo a Conciliación.
Son las tres y treinta y un minutos de la tarde del viernes 19 de julio. Quien lleva la voz cantante es Carmen, una de las integrantes del equipo. Después de rezar la oración de invocación al Espíritu Santo, el Padrenuestro y hacia la Virgen, Carmen leyó el acta anterior para introducir a los presentes.
El motivo de la reunión es desarrollar un nuevo encuentro de una de las ocho conferencias de Montevideo de la Sociedad San Vicente de Paúl. También existen varias de ellas distribuidas por todo el territorio nacional.
La Sociedad de San Vicente de Paúl es una organización internacional con sede en Francia, formada por laicos católicos, que tienen como principal vocación seguir a Cristo a través del servicio a las personas más vulnerables.
Aquel ya lejano 23 de abril de 1833 fue la recordada primera reunión, y la sociedad se organiza mediante distintas “conferencias”, que son básicamente distintas comunidades de oración y de servicio, sobre la base de un vínculo fraterno y espiritual que sirva de motor para ayudar a quienes más lo necesitan.
Este espíritu de amor hacia el prójimo posibilitó que, hoy en día y bajo el legado de su fundador, Frédéric Ozanam, la Sociedad de San Vicente de Paúl cuente con unos ochocientos mil integrantes distribuidos en más de ciento cincuenta países, incluido Uruguay.
Una tradición de servicio
Corría noviembre de 1856 cuando arribó al puerto de Montevideo un capitán de la armada francesa, de nombre Julio Andrés Fouet, muy familiarizado con la obra vicentina en aquel país. En tierras uruguayas, Fouet promovió la aparición de la primera conferencia de la organización, gestión que se coronaría el 13 de junio de 1859.
La aparición de la organización también propició la creación de distintas actividades solidarias, como el Hogar San Vicente que albergaba a personas durante la noche (ubicado en la calle Daniel Fernández Crespo). También hubo un albergue para personas en situación de calle, en convenio con el MIDES, destinado para aquellos liberados que, tras su permanencia en prisión, buscaban reinsertarse en la sociedad.
Como sucede con diferentes eventos, hay iniciativas que cumplen una etapa y se reconvierten en nuevas propuestas, como ocurrió en este caso.
«El objetivo es que todos tengan acceso a una vida más digna y de mejores oportunidades»
Nélida, presidente de la conferencia
En la actualidad, la Sociedad San Vicente de Paúl tiene como iniciativas un hogar para adultos mayores en Las Piedras, en el que conviven cuarenta y dos residentes, todas mujeres, utilizan sus servicios. La cuota para su uso se ajusta teniendo en cuenta las respectivas situaciones. También hay un hogar en Paysandú, aunque es mixto y tiene capacidad para cincuenta y una personas.
Por su parte, en Tacuarembó está la casa refugio “Federico Ozanam”, con atención a hombres y mujeres con tratamiento oncológico en el hospital local, que no tienen familiares en la ciudad ni cuentan con recursos para pagar una pensión. También es utilizado por usuarios de otros departamentos, como Artigas, Rivera o Melo, así como hogares para estudiantes de nivel terciario del interior.
Adicionalmente, también cuentan con la Casa de Hospitalidad, propiedad cedida por UTE que permite la residencia de familiares de personas internadas en el CTI del hospital de Tacuarembó.
En Montevideo, por su parte, se organizan en distintas conferencias vicentinas, que trabajan en barrios carenciados de la capital y entregan un mensaje de fe y esperanza.
La necesidad de ayudar
“Repasando nuestras actividades, tuvimos semanas de mucho trabajo. Por ejemplo, estuvimos con la entrega de canastas, realizamos un pequeño compartir con nuestros asistidos y recibimos muchas personas que nos pidieron ayuda. Lamentablemente tuvimos que dar de baja a algunos que asistíamos y por diferentes motivos ya no continúan, pero eso también nos permite sumar a más necesitados. Recibimos cinco integrantes a quienes les haremos seguimiento, tanto para evaluar su situación como para ver cómo cambia su panorama. En algunos casos se colabora con material o electrodomésticos. En otros, la ayuda es económica para tener un terreno para construir su hogar”, explica Carmen, en el desarrollo de la reunión.
Del encuentro no participaron Lilián y Elvira, la primera por trabajo y la segunda por salud, pero estuvo el resto del equipo: Nélida, Solange, Teresita, Rita y Carmen. Todas ellas coinciden en que sienten la necesidad de ofrecer el brazo tendido para quien más lo precisa.
“Es imposible quedarse de brazos cruzados. A uno le nace la voluntad de ayudarlos para que salgan adelante. A veces uno visita los lugares y queda sorprendido por las condiciones en las que viven. Pero nosotros sabemos que en la ayuda al otro encontramos el rostro de Dios”, confiesa Nélida, quien no solo integra la conferencia, sino que preside el consejo nacional.
Construyendo comunidad
Nélida participaba de las actividades incluso estando embarazada de Solange, quien también integra la conferencia. “Fue como una herencia”, comenta Nélida, entre risas. Hoy Solange ya está más grande, pero comparte con su madre el cariño por la obra de la sociedad: “Cuando no puedo participar porque estoy en el consejo o con otras cosas, ella me ayuda, y así se fue vinculando y enamorándose de la obra. Hoy es una integrante más del equipo, y es una situación que se repite en cada integrante. Somos como una familia, entonces nuestros familiares también se integran”.
Carmen no es la excepción. En ocasiones, participa con su esposo y con sus hijos. “Hace tantas décadas que venimos a las misas de la comunidad, que también lo fui vinculando a mi marido, pero él es más del servicio y de la ayuda, no tanto de las reuniones o de estas actividades. Ya llevo cuarenta años aquí, tengo tres hijos y también venía con ellos. Es inevitable no involucrarse cuando uno realmente valora lo que Dios nos da, y al mismo tiempo ves sufrir o pasar necesidad a otros. Yo estoy muy limitada por mi salud, pero lo que está a mi alcance, lo hago. Me gusta que todos trabajemos a la par y que nos une las ganas de servir. Todo lo hacemos con amor, porque queremos ayudarlos”, explica.
Cifra: 165
años tiene la Sociedad San Vicente de Paúl en Uruguay, desde su llegada en junio de 1859.
“Es lindo ver cómo progresan. Uno ayuda con mucho sacrificio, pero encontrarlos cinco o diez años después y verlos mejor, estudiando, trabajando, progresando, te llena el alma. Si bien hacemos hincapié en el amor al prójimo, siempre los sacerdotes recuerdan que el prójimo es el próximo, es el desconocido que nos necesita. Eso es lo que nos mueve y la clave de este servicio”, afirma Teresita durante la asamblea de la conferencia, en medio de distintas anécdotas del servicio.
¿Cómo ayudar?
Las necesidades a las que se enfrenta la Sociedad de San Vicente de Paúl son muy diversas. Las soluciones que proponen también son creativas. Por ejemplo, el ingreso que se recibe a partir del hogar en Las Piedras cubre parte del gasto de la casa refugio en Tacuarembó.
En caso de querer colaborar con dicha conferencia, pueden contactarse mediante correo electrónico (solmarocco@gmail.com) o por celular (094375694). También se puede apoyar la obra de la Sociedad de San Vicente de Paúl, presente en todo el territorio nacional.

Nélida y Solange, madre e hija, trabajan codo a codo dentro de la conferencia ubicada en la parroquia San Vicente Palloti. Fuente: R. Fernández
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos