El Achique es un centro diurno para personas con uso problemático de sustancias que surgió en 2014 en Casavalle.
La coordinadora de El Achique, Elba Núñez, habló sobre el trabajo diario que allí se realiza. Se trata de una asociación ubicada en Casavalle, que ofrece apoyo y contención de manera diaria a personas con problemática de dependencia de sustancias. Explicó que el sentido principal de esta obra es brindar una escucha, ya que gran parte de quienes acuden se encuentran en situación de calle, y ven sus propios derechos en una posición de “altísima vulnerabilidad”.
¿Cómo surge y a qué se dedica la asociación?
Se creó desde la comunidad de la parroquia de Possolo, para gestionar un proyecto que ya existía en la Capilla de la Luz. Achique Casavalle es un centro diurno para personas con uso problemático de sustancias, y surgió aproximadamente en el 2014. Empezó a funcionar en la Policlínica Padre Cacho, por San Martín y Bertani. Al no tener un local donde operar, Richard Arce, el párroco de ese momento de la parroquia de Possolo, ofreció generosamente la capilla, y es así que empezamos a funcionar aquí.

Elba Núñez en la entrada de El Achique, Casavalle. Fuente: Romina Fernández
¿Por qué decidieron centrarse concretamente en un público masculino?
Este centro ya funcionaba especialmente con hombres, primero porque el espacio edilicio tiene un solo baño y por ende era bastante complejo funcionar con ambos sexos. Pero además, el público masculino con problemas de adicción es más o menos un 70%. Por otro lado, la mujer en términos de consumo está mucho más invisibilizada y más condenada. Es difícil que se haga pública su situación. El varón accede más a los dispositivos de tratamiento que las mujeres.
¿Se ha observado desde el trabajo en la asociación un aumento de población con dependencia de sustancias y problemáticas de este tipo?
Lo que visualizamos es desde hace unos diez años para acá, quizás, y es un aumento de la población en situación de calle, que es directamente asociable a una problemática de consumo. Que haya aumentado el consumo, no lo sabría decir, pero sí es cierto que hay más estudios sobre el tema, y más gente contabilizada con esta problemática. Pero sí hay un aumento de personas en altísima vulnerabilidad, lo que las vuelve más permeables a esto.
¿Su trabajo se centra en Casavalle por considerar que su situación es la más comprometida a nivel de adicciones, o existen otros puntos geográficos más preocupantes?
Trabajamos en este territorio, porque la organización de vecinos y vecinas entendió que había una problemática a la que responder en la zona, pero la realidad es que recibimos personas de todo Montevideo. Acá viene gente de Colón, gente del Centro, gente incluso de fuera de Montevideo, no solamente de la zona.
¿Cuáles son las actividades que se realizan en la asociación?
Somos una asociación civil y gestionamos solamente este proyecto. Este funciona en coordinación, trabajamos cogestionado con la Secretaría Nacional de Drogas. Somos un centro diurno que funciona de lunes a viernes de 9 a 15 horas. Acá las personas vienen de 9 a 10, tenemos un desayuno en el que intentamos reflexionar con ellas sobre las preocupaciones que traen. Después hay tareas compartidas. Este lugar funciona porque las personas que lo habitan colaboran, ya sea en la cocina, en hacer el desayuno, o la limpieza. También pueden lavar su ropa, se bañan, se cortan el pelo… todo lo que necesita una persona para satisfacer sus necesidades básicas, aquí lo va a encontrar. Además, los miércoles y los viernes tenemos talleres que organiza este equipo. En general, tratamos de trabajar con temas que a las personas que vienen les puedan interesar. Primero hacemos una investigación de cuáles son sus intereses y después trabajamos sobre esas temáticas. También salimos a hacer paseos, intentamos que sea una vez al mes, porque creemos que las personas tienen el derecho a habitar esta ciudad como ciudadanos que son, y a veces la habitan desde el lugar más invisible, que es el que tienen las personas en situación de calle. En general tienen el derecho impedido de acceder a determinados lugares públicos, de acceso a la cultura, al deporte, a la recreación, al ocio, y lo que intentamos hacer desde el dispositivo, es garantizar el acceso a través de contactos con diferentes instituciones a las que pueden ir, ya sea un museo, un parque, o cualquier otra institución, para que puedan acceder como cualquier otro ciudadano a los servicios y recursos que tiene la sociedad.

Elba Núñez junto con usuarios del centro. Fuente: Romina Fernández
¿Cuántos hombres acuden actualmente en busca de apoyo?
Nosotros somos un centro de tratamiento de bajo umbral. Esto significa que las personas pueden hacer uso una vez, dos, las que necesiten de este espacio. Tenemos en lista aproximadamente cuarenta hombres de los que habitan generalmente entre veinte y veinticinco de forma diaria, pero no es una obligatoriedad que vengan todos los días. Hay personas que vienen solo cuando lo necesitan.
¿Hay algún planteo filosófico, existencial, que perciben se repite en lo que expresan las personas que acuden en busca de apoyo?
Lo que nosotros vemos como patrón en la mayoría de las personas que recibimos, es que se trata de personas que están excluidas. Están en altísima vulnerabilidad, habitan en la calle, a la intemperie muchas veces. Pocas de ellas habitan en una casa y algunas acceden a un refugio del Sistema de Protección Social del Ministerio de Desarrollo Social. Lo que vemos que se repite es un estado de despersonalización, es decir, las personas acá se sienten cómodas porque se las llama por su nombre, porque se las saluda; porque son consideradas personas con nombre, apellido, historia, trayectoria y posibilidad de proyectarse. Hay una gran falta de reconocimiento de quién soy yo, del aquí y ahora que habito, de adónde quiero ir o qué es lo que puedo, cómo puedo proyectarme a futuro, qué proyecto de vida puedo generar que sea viable y posible.
«Hay una gran falta de reconocimiento de quién soy yo, del aquí y ahora que habito…»
¿Cuál es la principal inspiración hacia la que miran para encontrar la motivación de seguir adelante con su misión?
A mí me inspira el respeto por el otro, ese diferente que muchas veces tiene sus derechos vulnerados, y entonces trabajar en pos de garantizar o de aportar para la restitución de estos mismos, es una fuente de motivación. Especialmente entender que desde el amor estas cosas suceden, y esto también es una fuente de inspiración. También reconocer que nosotros por estar en una posición de privilegio en esta sociedad, no es que tengamos un saber sobre las personas con las que trabajamos, sino que tenemos la posibilidad de habilitar la palabra y la escucha al saber que una persona tiene una problemática. Entender qué es lo que padece, qué es lo que sufre, qué es lo que necesita, y tratar de acompañar ese proceso buscando que las necesidades se puedan cubrir en términos de salud, de cultura, educación. En un proceso más largo quizás el tema laboral, la capacitación, pero sobre todo sus derechos.
Por: Catalina Zabala
Especial para Entre Todos