Apuntes sobre la pastoral y las personas sin techo en Uruguay. Escribe el diácono Juan de Marsilio.
Este artículo se escribe en la tarde/noche del domingo 13 de julio, decimoquinto del Tiempo Ordinario. Quien haya asistido hoy a misa, ha oído proclamar, en el Evangelio según san Lucas, la parábola del buen samaritano. Quien haya oído los informativos del último mes, sabrá que varios ciudadanos murieron de frío en la calle, que la oposición, como era su deber, hizo reclamos y que el gobierno, también cumpliendo su deber, tomó medidas, cuya eficacia no puede todavía evaluarse. Es de temer que, como tantos otros temas de fondo, este de la situación de calle pierda la atención de los medios cuando pasen los fríos y otros asuntos sean novedad. Pero es un problema con miles de caras, nombres y apellidos, que requiere un abordaje profundo y sostenido en el tiempo. Para ayudar a la reflexión sobre ese abordaje, se ha consultado, por una parte a los diáconos Mauricio Calleo y Daniel González, del equipo arquidiocesano de pastoral social, y por otro a la magíster Mercedes Clara, directora nacional de Gestión Territorial del Mides, y al Prof. Gonzalo Civila, ministro de Desarrollo Social.
Parábola y realidad
¿Puede vincularse el problema de la gente en situación de calle con el Evangelio proclamado hoy?
Daniel -Sin duda. El papel del judío, al que los ladrones dejaron medio muerto, lo hace cada persona en situación de calle. A nosotros nos toca decidir si, lo mismo que el sacerdote y el levita, elegimos no contaminarnos con el problema o, como hizo el samaritano, ponemos de lo nuestro y ayudamos. Esto es lo que debemos hacer, y es difícil, porque lo mismo que el samaritano tenía buenas razones para que el judío no le cayera bien, nosotros tenemos que superar muchos obstáculos para acercarnos a quien está en calle: sus adicciones, sus actitudes, su falta de higiene. Pero acercarnos es lo que Dios manda, y cuando manda una tarea, ayuda. No hay que olvidarse, además, que hoy o mañana uno mismo puede quedar en la calle.
¿De cuántas personas estamos hablando?
Mauricio –Con datos de 2023, unas dos mil ochocientos. Según lo que hemos hablado con personas que salen por la noche a repartir comida caliente a estas personas, no es descabellado afirmar que a estas alturas son más de tres mil y el número crece. Hay personas que declaran estar en calle desde hace décadas, y otras, desde hace meses. Hay solitarios, parejas y algunas familias. A veces es gente que terminó en la calle por la droga, y en otros casos la calle los llevó a consumir. Algunos tienen todavía el empuje de buscar alguna changa, pero la calle va desgastando esa actitud. Unos cuantos han salido de nuestras cárceles, sin trabajo ni redes familiares a las que volver. En no pocos casos, un fallecimiento en la familia —en general muerte de padres o de hijos— ha quebrado a alguna de estas personas, y terminan en la calle. Si me permitís, quiero añadir que con ser grave en lo cuantitativo, hay algunos aspectos cualitativos de esta población que deben tenerse en cuenta al intentar ayudarla. Está bien que haya refugios, pero muchas de estas personas no quieren ir, porque temen al día siguiente no encontrar sus posesiones, que otro les quite las pocas cosas que tienen.

¿Qué está haciendo la Iglesia?
Daniel –Hay varias parroquias que tienen ollas y salen una o dos veces por semana a repartir comida caliente, cosa que hacen también varios movimientos. En algunas parroquias hay merenderos, y mucha de la población que concurre está en calle. En las parroquias que reparten canastas a familias en situación vulnerable, es cada vez mayor el número de personas en situación de calle que se acerca a pedir alimentos, y los equipos de trabajo están empezando a armar paquetes para ellos, con alimentos que se puedan comer sin necesidad de cocinar. Estamos hablando, solo para calle, del orden de unas cinco mil quinientas porciones de comida al mes. Pero hay algo más importante que eso: el trato humano, el conocer al otro por su nombre, preguntarle cómo va con sus problemas de salud, rezar con él, son cosas que la gente agradece más que el alimento que recibe. Últimamente, algunas comunidades están colaborando con el Mides en el programa Puertas Abiertas – Comunidad a la Calle, para recibir a las personas que luego van a refugios.
¿Cómo pueden ayudar los lectores de esta nota?
Mauricio –Hay muchos modos. Arrimarse como voluntarios a los servicios que atienden a esta población, sería muy buena cosa. Es un campo en el que se cumple aquello de que uno va a misionar y vuelve misionado, porque muchas veces Dios habla por la boca de estos hermanos que están en la miseria. En cuanto a los recursos, ayudar con la campaña “Yo sumo un plato” [a través del sitio web: colectate.com.uy/YoSumoUnPlatoICM] es importante, pues los fondos que recaudamos por esta vía nos permiten comprar alimentos al por mayor con unos precios que, por separado, las parroquias y otros servicios que trabajan dándoles de comer a personas en calle, no pueden alcanzar.
Desde el Gobierno.
Por los cargos que ocupan, su preocupación debe ser planificar y llevar adelante políticas de gobierno y, en lo posible, de Estado. No obstante, quisiera preguntarles qué podría hacer en esta circunstancia concreta la Iglesia, los cristianos de a pie y las personas de buena voluntad para ayudar al prójimo en situación de calle.
Mercedes Clara –El problema de las personas que viven en la calle es una herida que lastima a toda la sociedad. Nos deshumaniza a todos que haya personas viviendo así, es un espejo de lo que somos, donde duele mirarnos. Una situación que exige respuestas de todo tipo. Del Estado sin duda, todas las instituciones del Estado tenemos la responsabilidad de involucrarnos con acciones concretas y políticas integrales que aborden en profundidad esta realidad. Pero el Estado solo no puede. Necesita de las organizaciones sociales, colectivos barriales, grupos parroquiales, voluntarios y voluntarias, muchas manos, muchas sensibilidades creando puentes y reconstruyendo este lazo social que está roto para tantas personas, y nos rompe como comunidad. En ese marco las iglesias juegan un rol muy importante. Existen muchas iniciativas religiosas que se comprometen con esta realidad, como parte de su vocación cristiana, y eso hace la diferencia para muchas vidas y para la propia Iglesia, que recobra su sentido. El ejercicio de la solidaridad aporta humanidad, nos hace mejores, da sentido a la vida y nos permite cuidarnos unos a otros. Creo que en la Iglesia católica hay un riquísimo acervo de experiencias solidarias, que tienen mucho para decir y aportar al gobierno en la búsqueda de caminos para fortalecer las políticas sociales. Desde el Mides se valora y se apuesta por ese aporte. Al día de hoy muchos de nuestros dispositivos Puertas Abiertas para personas en situación de calle son llevados adelante por equipos con vocación cristiana que imprimen un carisma especial a la tarea desde la escucha, la creación de vínculos desde el afecto y la empatía. Tenemos al mejor maestro en el arte del encuentro; Jesús nos enseña una forma de mirar al otro, de relacionarnos, de humanizarnos, de aprender de los demás, de sacar lo mejor de cada uno y cada una en el encuentro… y nos desafía cada día a vivirlo y a crecer en comunidad.

Gonzalo Civila –El compromiso de la comunidad es fundamental para encontrar caminos que nos permitan transformar esta dura realidad que lastima la dignidad de tantas personas y la de la sociedad como cuerpo. Muchas comunidades cristianas se han comprometido desde siempre en el acompañamiento de las personas que viven en la calle y, de hecho, como decía Mercedes, una de las experiencias más exitosas que venimos desarrollando en esta administración, llamada Puertas Abiertas – Comunidad a la Calle, se ha apoyado en la presencia barrial de comunidades que han sido capaces de incorporar a otros vecinos y referentes para salir a la búsqueda de las personas y recibirlas en un espacio cálido, donde la asistencia y la promoción social se dan la mano. Conocer a las personas por su nombre, preguntarles sobre su trayectoria, sus deseos, sus potencialidades y necesidades, generar espacios de encuentro donde las personas se sientan recibidas y aceptadas, articular con otras organizaciones y con los servicios del Estado, es clave para prevenir, acompañar y encontrar caminos de salida. La apuesta a la dignidad humana, el ver a las personas y a los colectivos desde la potencialidad que tienen y no solamente desde una carencia que hay que auxiliar o cubrir de forma circunstancial, es un aporte específico que vale mucho, hacerlo con perspectiva barrial, comunitaria, de integración y no de segregación es, seguro, lo que más puede transformar la mirada y los abordajes. Frente a la fragmentación y a la ruptura de vínculos, el gran desafío es generar entramados y vincularnos, en la convicción de que nadie se salva solo sino en relación. Vamos camino a un gran proceso participativo para definir una estrategia de mediano plazo para la prevención de la situación de calle, la atención y la salida. El aporte de las comunidades cristianas también será ahí fundamental. Se trata de batallar contra la cultura de la indiferencia y promover la cultura del encuentro, donde la dignidad humana es el centro y marca el rumbo.
El tema, lamentablemente, dará para mucho más, porque no se resuelve en dos días, dos meses, dos años ni dos gobiernos (en términos absolutos, solo ha de resolverse con la plenitud del reino). Cada cristiano podrá estar a favor o en contra de las políticas sobre situación de calle de este gobierno, los anteriores o los que vendrán. Al mismo tiempo, todos y cada uno de los cristianos estamos llamados a conmovernos ante esos prójimos que hallamos en la calle, vapuleados por la vida, y a los que se les ha robado ni más ni menos que la dignidad humana. Conmovernos de veras implica, sí o sí, hacer lo que hizo el buen samaritano.
Todos podemos colaborar
¡Yo sumo un plato!
La Pastoral Social de la arquidiócesis comenzó una campaña para colaborar con las más de tres mil personas en situación de calle en Montevideo.
Para colaborar con ellos, se presentó la iniciativa Yo sumo un plato, por el cual se puede donar un plato (valor del ticket: $150).
¡Entrá en colectate.com.uy/YoSumoUnPlatoICM y hacé tu aporte!
1 Comment
Muy buen enfoque, del grave problema de las personas en la calle.
La primera vez que leo algo tan claro.