La política, la familia, la fe... un recorrido por la vida y la historia del Dr. Ignacio de Posadas.
El pasado 15 de noviembre, el Estudio Posadas, Posadas & Vecino le realizó un homenaje, en el Auditorio “Adela Reta”, al Dr. Ignacio de Posadas Montero, quien durante muchos años estuvo al frente de la firma. Parecía un momento propicio para conversar con él sobre su familia, su carrera, su paso por la actividad política y, por supuesto, su camino de fe. Compartimos con ustedes parte del diálogo que sostuvimos en las oficinas del estudio.
Ya han pasado unos días del evento, ¿cómo vivió el homenaje que se le realizó?
Fue un momento estupendo. Una iniciativa de los muchachos que trabajan en el estudio, y de la cual no tenía la menor idea del contenido. La verdad viví un momento lindísimo, porque fue como un caleidoscopio de recuerdos, de personas; no solo del estudio ―que ha sido, sin dudas, muy importante en mi vida―, sino de todos los ámbitos.
Yo me retiré hace un tiempo del estudio, ya les había avisado a todos, porque creo que hay que dejar espacios, no hay que estar taponeando. Aunque siempre uno se queda con preocupación, porque hay algunos valores que uno quiere que continúen. Creo que en eso puedo estar tranquilo porque veo que efectivamente continúan.
De todas las actividades que ha realizado con el paso de los años, ¿con cuál se siente más identificado?
Es difícil esa pregunta; creo que en todas ellas. Hay gente que se identifica con una vocación determinada. En mi caso no tengo una especie de destino manifiesto en ninguna actividad, con lo cual he tratado de revolverme en la profesión y en la política. En la vida empresarial ―tal vez un poco menos―, también en la docencia y la actividad social. En fin, tratando de hacer pie y ayudar en lo que se pueda.
Y ahora asesorando a la Curia en materia económica…
Sí. Fue un pedido del cardenal Daniel Sturla, y creo que va por dar algún consejo y tratar de ayudar en lo que se pueda.
Creo que el Card. Sturla ha sido un regalo para la Iglesia uruguaya, sin dudas, pero también para la sociedad toda. En un país tan férreamente laico, creo que ha sido un fenómeno muy positivo. Es alguien que comprende la realidad de nuestro país y le habla directamente a la gente, que le llega a los jóvenes y que no tiene ese temor de expresarse, que a veces a la gente de Iglesia le cuesta.
En casa se hablaba mucho de política pero no de forma fanática.
En esto obviamente pesó el compromiso de fe, ¿de dónde nace su fe católica?
Sin dudas viene de mis padres. Tanto mi padre ―Gervasio de Posadas Belgrano― como mi madre ―María Luisa Montero― eran católicos practicantes; con estilos distintos, pero con una fe muy firme.
Mi padre estuvo vinculado a las organizaciones de su época: Club Católico, Banco la Caja Obrera, Unión Atlética ―donde jugó al básquetbol―. Y además, estuvo muy vinculado a la Catedral, a la Archicofradía del Santísimo Sacramento. Después, cuando comenzó la movida para fundar la Universidad Católica, le volvieron a pedir ayuda y yo también colaboré. Recuerdo de esa época al P. Manuel Gutiérrez Semprún (NR: nombre que lleva el nuevo edificio de la UCU Business).
Mi madre era una mujer de una fe muy profunda, muy sólida. Un estilo como el de la Iglesia de esa época, muy espartano, y también muy activa.
Nosotros vivíamos en lo que hoy es el Parque Posadas (NR: que debe ese nombre a su familia), y mi madre trabajaba mucho en la zona del Cerrito de la Victoria, en varias obras.
Si bien era una familia creyente, eso no garantiza nada, sino más bien son las decisiones que uno toma en la vida lo que lo acerca o aleja de la fe. En la vida también uno tiene sus momentos de crisis, pero tratando de no hacer las cosas demasiado mal, creo que la voy llevando.
¿Hubo en algún momento un cuestionamiento vocacional?
Hice cinco años, hasta la Filosofía, con los jesuitas. No me arrepiento de haber entrado a la Compañía, ni de haber salido. Le debo mucho a la Compañía, fue una experiencia formidable y muy formativa. Justamente, ingresé en un momento de gran sacudida tanto para los jesuitas como para la Iglesia en general: el Concilio Vaticano II.
La espiritualidad de san Ignacio me atrae, me resulta muy afín y aplicable a la vida diaria. En un momento éramos cinco primos comenzando un camino de discernimiento vocacional (NR: uno de ellos es el obispo emérito de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti).
Otro aspecto que destacó en el homenaje fue la familia, ¿cómo está compuesta?
Con mi esposa, María Magdalena Secco, el próximo 16 de diciembre estamos cumpliendo cincuenta años de casados. Cuando nos casamos no imaginaba mucho cómo iba a ser el futuro, pero la verdad que es una mujer bárbara. Tenemos cuatro hijos: dos mujeres ―Magdalena y Pilar― y dos varones ―Juan Martín y Francisco Javier―. Son, para usar el lenguaje de ahora, buena gente los cuatro. Han seguido caminos muy distintos, cada uno el propio. Y tengo siete nietos, que en enero serán ocho.
Le debo mucho a la Compañía de Jesús, fue una experiencia formidable y muy formativa.
Públicamente muchos lo conocen por su actividad política, ¿qué lugar ocupó en su vida?
El tema de la política estaba muy presente en mi casa. Mi padre había sido senador y ministro, y estaba muy vinculado al Partido Nacional ―del que había sido integrante del directorio―, y también había sido candidato al Consejo de Gobierno.
Entonces, se hablaba mucho de política pero no de forma fanática. Y creo que eso lo repetimos los hijos, que hicimos política pero no nos absorbió totalmente. Éramos cinco hermanos varones, y por lo menos tres hicimos política bastante intensamente.
El mayor fue diputado e integró el consejo de gobierno y después fue diplomático; y Juan Martín fue muy activo en la época de la dictadura y después senador.
Pero de alguna manera no nos absorbió, y cuando vimos que el tema no daba para más nos hicimos a un lado, sin dramas.
¿Qué lo impulsó a estar en política?
Había una concepción, que creo que se ha debilitado mucho en nuestro país, de que la política era una suerte de responsabilidad o de obligación. Era aquello de «al que mucho recibió, mucho se le va a exigir». En definitiva, se trataba de ser un servidor público.
¿Qué significó estar en un equipo de gobierno?
Para mí fue una experiencia durísima, y en el Ministerio de Economía aún más, porque la situación económica y social, al comenzar la presidencia de Luis Alberto Lacalle Herrera, no pasaba su mejor momento. Había algunos enfrentamientos políticos muy complicados y el panorama no era muy prometedor. Hay que tener en cuenta que el sistema electoral de ese tiempo daba el gobierno al partido más votado, sin necesidad de tener la mayoría absoluta. No existía el ballotage. Esto tornaba aún más frágil la situación de quien gobernara.
Por ejemplo, el Partido Nacional estaba dividido en tres sectores (Herrerismo, Wilsonismo y el Movimiento Nacional de Rocha). Había que negociar internamente. A su vez el Partido Colorado estaba dividido en cuatro y la relación era diferente con cada uno de esos sectores, algunos apoyaban y otros no. Y además el Frente Amplio, que no apoyó nada.
Fueron años muy duros, pero al mismo tiempo de una experiencia bárbara, de poder hacer cosas. Después, en el Senado no pude hacer mucho y luego de un tiempo renuncié a la banca.
Más adelante, Lacalle me pidió que yo fuese el candidato por el sector para la elección siguiente a su presidencia. Si bien lo medité profundamente no acepté y creo que tomé la decisión correcta. Las candidaturas y las campañas no eran mucho lo mío, además no tenía intención de eternizarme en la política.
Después de esa experiencia, ¿se planteó la posibilidad de volver?
Sí, cuando Lacalle Herrera volvió, arranqué las internas con un grupo que se llamaba «Concordia Nacional».
Lacalle perdió esa elección con José Mujica. Ya desde ahí decidí dejar totalmente mi actividad política.
Perfil de Ignacio de Posadas
Está casado con María Magdalena Secco hace 50 años. Tienen 4 hijos y, desde enero, 8 nietos.
Fue ministro de Economía y Finanzas entre 1992 y 1995.
Actualmente asesora a la curia en temas económicos.