Los comienzos de la ganadería en nuestro país
A través de toda la geografía de nuestro país se pueden observar construcciones denominadas corrales y cercos de piedras. Este método sirvió, hasta la introducción del alambre, para la contención de ganado en nuestro territorio. En este número de Entre Todos buscamos conocer un poco más de este tipo de construcción —que data de la época de las misiones jesuíticas—, y para esto pedimos al Dr. Ricardo Sienra Cock, quien se ha dedicado a investigar y publicar sobre esta temática.
La introducción de ganado en la Banda Oriental
A principios del siglo XVII, Hernando Arias de Saavedra ―»Hernandarias»―, primer gobernador criollo del Paraguay, tuvo la visión para captar el potencial de los campos de la antigua Banda Oriental del Uruguay e introdujo los primeros bovinos. Lo hizo en dos partidas: la primera fue en el año 1611; y en 1617 transportó una segunda. Los primeros ganados fueron desembarcados en las islas de Lobos y del Vizcaíno, ubicadas en la desembocadura del Río Negro, en el actual departamento del mismo nombre.
También hubo una segunda vía de entrada de ganado hacia el territorio oriental: los pueblos de las misiones jesuíticas. “La llamada Provincia Jesuítica del Paraguay constituyó un conjunto de reducción indígena que estableció la Compañía de Jesús entre los años 1607 y 1767. (…) En su época de auge los treinta pueblos de las misiones guaraníes alcanzaron una población superior a los 150.000 habitantes, lo cual permite apreciar la magnitud de la obra”, cuenta el Ing. Ricardo Sierra en su trabajo Antiguos corrales y cercos de piedra: un patrimonio rural del Uruguay.
En el año 1634 los jesuitas introdujeron entre 1.500 y 3.000 cabezas de ganado bovino en el norte de la Banda Oriental, actual estado de Río Grande do Sul, destinado a poblar sus pueblos de la zona.
Señala el Dr. Sienra en su trabajo: “A partir de estas introducciones de ganado la Banda Oriental se fue poblando con una enorme cantidad de bovinos. La calidad de las pasturas, el clima templado y la ausencia de predadores, permitió su rápida multiplicación. El ganado manso original, con el correr de los años y en ausencia del hombre, se volvió ‘salvaje, montaraz o cimarrón’, vagando libremente por la zona para concentrarse en las áreas templadas de mejores pastizales y abundantes en agua.
Es en ese entonces que nace la llamada «Vaquería del Mar», que constituyó un área con una gran cantidad de ganado cimarrón localizada en la cuenca de los ríos Cebollatí y Tacuarí —no obstante la existencia abundante en otras áreas del actual territorio uruguayo—. “Con el correr del tiempo se estima que su número llegó a superar las cinco millones de cabezas y su existencia permaneció desconocida salvo por pequeños grupos de indígenas”, apunta el investigador.
La contención del ganado cimarrón se realizaba, en las primeras épocas, en base a obstáculos geográficos como las llamadas «rinconadas», conformadas por la confluencia de ríos y arroyos, hacia dónde se arreaban los animales. “Pero para lograr una explotación racional se requería en primer lugar «amansar» los animales, y conseguir luego que los mismos se mantuvieran dentro de áreas limitadas para realizar con ellos un manejo más racional”, comenta Sienra.
“Las rinconadas entonces eran insuficientes para asegurar la retención, indispensable para un adecuado manejo del ganado, por lo que se debió recurrir a la instalación de barreras artificiales que aseguraran el cierre de las propiedades”, agrega.
Los corrales, mangueras y cercos de piedra
Ricardo Sienra recuerda que el empleo de la piedra en la construcción viene de tiempos remotos, en variadas regiones del planeta. Y habla de la técnica de “piedra seca” cuando “se basa en el empleo exclusivo de piedra, sin ningún otro material o producto de fijación”. Recalca que “es mucho más que un simple ‘acumulo o amontonamiento’ de piedras, se trata de un complejo arte que consiste en yuxtaponerlas en una especie de rompecabezas, para que la distribución de las mismas genere presiones que se traduzcan en una estructura de alta estabilidad”.
El investigador remarca siete características de este tipo de arquitectura: el uso exclusivo de piedra como material constructivo sin ningún tipo de argamasa de unión, ni yeso, ni cal, ni cemento, ni arcilla, las piedras se sostienen por su propio peso; están totalmente integradas en el entorno natural, el paisaje y las construcciones formando un todo, al que se llama paisaje humanizado; es una arquitectura local, utiliza la piedra del entorno, que suele ser muy abundante; suele emplearse piedra poco trabajada, como se encuentra en el lugar y otras veces tallada ligeramente; utiliza piedras de tamaño y peso relativamente pequeños, generalmente un solo hombre es capaz de manejarlas; utiliza pocas herramientas, algunas para la extracción, transporte y trabajo de la piedra, pero serán la técnica y la habilidad del hombre las herramientas fundamentales; y es una obra anónima, no suele quedar para la posteridad el autor de la obra.
El Dr. Sienra acota que en general “los corrales o mangueras de piedra para ganado poseen una altura promedia de 1,65 metros, con un ancho de 1,20 en su base y 0,80 en la cúspide, aunque existen muchas variaciones al respecto”. En cuanto a la formas, también son variadas: lineal, rectangular, cuadrangular, circular o irregular. Los cercos son significativamente más bajos y angostos.
En cuanto a la construcción del muro o pared define tres tipos básicos. La primera de pared simple —con una sola fila de piedras en general de importante tamaño y peso—; hay de pared doble simple: consiste en dos paredes que se traban en algunas porciones y; pared doble con cajón: con dos paredes paralelas, entre las cuales se hace un relleno con piedras pequeñas. “Este último es el más comúnmente observado en la región”, acota. En cuanto a la extensión de estos muros podía variar de decenas de metros a varias leguas, esto dependía de la función.
Antigüedad y actualidad
“Parece evidente que los cercos tuvieron un gran desarrollo luego de la Guerra Grande, evento que se extendió desde 1839 hasta 1851. No obstante ello existen antecedentes de su existencia en la Banda Oriental desde épocas muy anteriores, tal como sucede con las mangueras de piedra”, resume Sienra.
Por este motivo, el investigador destaca dos lugares, en territorio uruguayo, que tienen que ver con la Compañía de Jesús. El primero es un casco de estancia restaurado por los jesuitas, que es reconocido como patrimonio departamental de Florida, denominado “Nuestra Señora de los Desamparados”. El segundo es un establecimiento rural, también de los padres jesuitas, dependiente en esa época de Buenos Aires, que era la estancia de «Belén» o de «Las Vacas», conocida luego de la expulsión de la Orden como «Calera de las Huérfanas». Teniendo en cuenta el año de la expulsión de la Compañía de Jesús de estas tierras, la antigüedad de ambas se remonta, por lo menos, a doscientos cincuenta años atrás.
Para Sienra, es importante seguir investigando este tipo de construcción, porque gracias a estos corrales, mangueras y cercos de piedra, la producción ganadera pudo dar sus primeros pasos hacia lo que es hoy; una de las principales motores de la economía uruguaya.
Hay un valor patrimonial e histórico que rescatar, y a esto se suma que aún hoy, en pleno siglo XXI, hay personas especializadas en este tipo de construcción, lo que le agrega un factor económico y social importante.
1 Comment
Que interesante !,Excelente el trabajo de investigación del Dr Sienra
Tendría que tener más difusión en escuelas y liceos es una parte muy importante de nuestra historío y patrimonio a rescatar.
Más como lo presenta el estudio conectando con la historia desde los comienzos de nuestra Patria !
Excelente Felicitaciones
Donde puedo conseguir el libro ?.
Gracias