Escribe Carolina Bellocq.
Anunciaron que era Jorge Mario Bergoglio y me agarré la cabeza con las dos manos. Estábamos en la redacción de El Observador, yo cubría Internacionales. “¡Noo, el argentino!”, me salió sin darme cuenta. Leo Pereyra me lo hizo notar después, cuando esa noche ―nos quedamos tipeando hasta tardísimo― me preguntó por qué había reaccionado así. “Porque es medio polémico, va a haber lío”, le dije.
Meses más tarde, lo vi por primera vez en Río de Janeiro. Llenó Copacabana ―recuerdo la discusión con el jefe de redacción, que cuestionaba que un “veterano vestido de blanco” fuera a convocar más gente que los Rolling Stones, y al final cedió y le dio la foto de tapa― y por primera vez escuché a un papa hablar en mi idioma, hablarme a mí. “Vayan para adelante”, “no balconeen la vida”, “no licúen la fe”. Y fue explícito, dijo que quería lío, nos lo pidió.
Y lo empezó él mismo con gestos más o menos mínimos. Páginas y páginas sobre sus zapatos negros, el maletín, su ida a pagar la cuenta en la residencia donde se había quedado en el cónclave, la decisión de usar un auto más sencillo, de vivir en Santa Marta. Sus llamadas a conocidos, sus mensajes llenos de sentido común, sus gestos de acogida.
Francisco nos regaló el año de la Misericordia, siguiendo el legado de Juan Pablo II. La JMJ de 2016, en Cracovia, fue redonda. Nos enseñó a acoger a todos y a no quedarnos en el sofá. En 2019, nueva reunión con los jóvenes en Panamá. Que sigamos a María, la verdadera influencer de Dios. En 2020 cargó al mundo en sus hombros ―una vez más― con esa oración por la pandemia en una plaza vacía.
Más gestos y más relajo
Cuando en 2020 Francisco volvió a recibir los miércoles, éramos unos pocos los que llegábamos al Cortile San Dámaso para escucharlo. Quien quería saludarlo lo hacía, y ¡cuántos momentos especiales podemos atesorar! Yo tengo en mi habitación la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres, regalo de Daniel Sturla, que Francisco me firmó con una sonrisa en la boca.
Cuando volvió de uno de sus viajes, fuimos a Santa María la Mayor y le dimos unas flores para que le llevara a la Virgen. Las dejó junto al sagrario y rezó un rato. Al volver, nos miró con cara pícara: “Me dijo que les diga que se porten bien!” Lo intentamos, santo padre.
La JMJ de Portugal fue un viaje especial. Tenía una agenda hiper apretada ―porque él mismo aceptaba todo y no lograba decir que no―. Por mi trabajo, lo seguí de cerca en el cortejo escoltado, y quedé lengua afuera. Y él con su edad, se daba y se daba y se daba. El último día lo saludé, le dije que era de Uruguay, me preguntó cómo no había llevado el mate. Le dije que venía de misa, pero que le daría uno cuando viniera a nuestro país. Ahora se lo está tomando, seguro, conversando con Dios y con su gente. “Todos, todos, todos”, fueron sus palabras que más resonaron esos días.
Este enero tuve la suerte de estar en el Jubileo de los comunicadores. Teníamos audiencia y no leyó el discurso de nueve páginas que había preparado, porque estaba cansado. Pero, igual cansado, estuvo como cuarenta y cinco minutos saludando a unos y otros. Gestos y más gestos.
Y fue polémico, sí. Se empecinó en limpiar la curia, en purificar la Iglesia. Llegó hasta las periferias, se abrió al mundo. Viajó a países que muchos ni registrábamos en el mapa. Se embanderó con los migrantes, el medio ambiente y los pobres. Se saltó los protocolos, enloqueció a los más prolijos, confundió a los previsores. Puso a las personas en el centro y nos mostró un estilo diferente de pastoreo. Hizo lío.
Incluso ayer, pocas horas antes de morir, recorrió la plaza de San Pedro y saludó a miles de peregrinos. Otra vez, dándose a todos, todos, todos. Como en el principio, y hasta el final.
2 Comments
La función principal de un Papa no es hacer lío sino confirmar a sus hermanos en la fe. ¿El Papa Francisco logró esto último o más bien sembró dudas en materia de fe? Es una cuestión abierta. De ahí que debamos rezar mucho por Francisco y no simplemente dar por supuesto que ahora está en el Cielo, como se dice aquí. Al fin y al cabo, ¿quiénes somos nosotros para hacer ese juicio definitivo, que corresponde sólo a Dios?
Gracias por hacer que lo conozcamos mas