Compartimos el testimonio de quien será ordenado diácono el domingo 21 de noviembre.
Este domingo 21 de noviembre, a las 17 hs, en la Parroquia Inmaculada Concepción, Paso de las Duras, seré ordenado diácono por imposición de manos del Cardenal Daniel Sturla sdb, Arzobispo de Montevideo. Al ser un día muy importante, me gustaría compartir con ustedes un poco de mi vida vocacional.
Podemos pensar que Dios nos llama en el seno de una familia perfecta, sin errores, que reza y reza durante todo el día ¡No, para nada! Dios llama en la humildad, en el silencio, y no se fija si la familia es perfecta y rezadora. Él llama y nos invita a dar una respuesta.
Este llamado vocacional inició en Ecuador, cuando tenía 14 años. Mis padres son José y Marta, siendo yo el segundo hijo. Mi hermana Monserrat fue llamada, a los 14 años, a la casa del Padre. Recuerdo que fue un momento muy duro para mi familia, ya que mis progenitores habían emigrado a Venezuela. Allí, ambos tomaron rumbos diferentes; mi padre regresó a Ecuador y mi madre se quedó en Caracas -donde vive actualmente-. Por parte de mi madre tengo dos hermanos y por el de mi padre una hermana.
En la ausencia de mis padres, mis abuelos fueron pilares fundamentales para mi vida. En la niñez recibí una formación cristiana, siendo mi abuela la que me enseñó las primeras oraciones y apoyándome en mi opción vocacional. Estudié en una escuela particular de las Hermanas Mercedarias y concluí la secundaría en un liceo público.
Fui monaguillo desde los 6 hasta los 15 años. Sentía desde pequeño el llamado de Dios, pero a los 15 años -cuando recibí la Confirmación- sentí dentro de mi corazón la invitación a seguirlo. Al inicio quería ser hermano Mercedario, ya que fui marcado por este carisma por las hermanas Mercedarias. No sabía de los Oblatos de San Francisco de Sales -OSFS-, hasta que conocí a la Hna. Ana Gonzaga, una Oblata que me habló de ellos. La Hna Ana me llevó a conocer a los OSFS en la ciudad de Manta, Ecuador -en la parroquia Niño Jesús-. Conocí a los padres Roque y Lorenzo -éste último misionero en Montevideo-, quienes me hicieron conocer el carisma de la congregación.
Pasé un buen tiempo de discernimiento y finalmente ingresé al aspirantado cuando tenía 18 años. Así dio inicio la formación a la vida religiosa oblata y filosófica como estudiante externo en el seminario Arquidiocesano. Ese tiempo fue oportuno en oración, estudio, vida comunitaria y pastoral, para ir madurando el llamado realizado por el Señor. Es evidente que las dudas e incertidumbres de un joven siempre estaban. Sin embargo, mi ardor vocacional iba creciendo día a día, diciéndole sí a Dios en cada paso que daba.
Fui enviado a Brasil para iniciar el Noviciado y al finalizar esta etapa de profundización del carisma OSFS hice la primera profesión religiosa de pobreza, castidad y obediencia. En este tiempo no aspiraba a ser cura, sino únicamente hermano. Seguidamente, con votos temporarios, continúe los estudios teológicos. Después de este largo tiempo de preparación hice los votos perpetuos para ser hermano, el 13 de noviembre de 2010. Creía que mi proceso de formación inicial como OSFS había terminado e inicié mi apostolado como hermano.
Como hermano oblato realicé diferentes servicios pastorales y sociales, colaborando en algunas parroquias y centros de promoción humana, en los que tenemos nuestra presencia como OSFS. Actividades pastorales como visitas a las familias y a los enfermos, catequesis y animación vocacional, coordinación de grupos de la Vida Consagrada y celebraciones de la Palabra en diversas comunidades en Ecuador.
Vivía en Brasil y realizaba mi apostolado con alegría. Sin embargo, en diálogo con mi superior, fui enviado a Ecuador a colaborar en la Parroquia Niño Jesús en Manta, Ecuador. Todo iba bien en mi vida. Pero en Manabí, provincia en Ecuador donde estaba trabajando, en abril de 2016 se experimentó un terremoto, con una magnitud de 7,8 grados. Fue un hecho horrible, donde presencié el dolor humano al acompañar a familiares y amigos que lloraban por sus seres queridos, que habían perdido la vida en este movimiento telúrico. Edificios, casas y puentes se desplomaron en 45 segundos y todo fue tan rápido que no podíamos creer lo que presenciábamos.
En la Parroquia Niño Jesús, en Manta, antes del terremoto coordinaba los comedores populares en diversos lugares. Luego del sismo aprovechamos los comedores para ayudar a las familias damnificadas y al mismo tiempo a los rescatistas, que buscaban sobrevivientes en los escombros. Con un equipo de jóvenes, todos voluntarios, servimos aproximadamente unos cuatro mil platos diarios. Fueron más de cinco días en este servicio.
El terremoto también generó un terremoto en mi interior. Esta experiencia me confrontó de nuevo con mi vocación. Ser hermano ha sido un tiempo de bendiciones, pero el movimiento de la tierra me hizo mover mi corazón y sentí un llamado mucho más profundo a partir de la realidad del terremoto. Las personas acudían a mí pensando que yo era sacerdote. Mi ayuda era limitada, no podía ayudar a los pedidos de hermanos y hermanas que solicitaban un sacerdote. Me di cuenta que no podía ayudarles al cien por ciento.
A partir de allí, durante una año y medio vine rezando y discerniendo más seriamente el ser ordenado sacerdote. Escribí a mi superior provincial y a su consejo, solicitando ser admitido al orden sacerdotal. Recibí inmediatamente la confirmación de mi pedido y me solicitaron concluir algunas materias en la Teología que aún no había concluido y las estoy cursando en la Facultad de Teología Mariano Soler. Actualmente, vivo en Montevideo sirviendo en la Parroquia Inmaculada Concepción, de Paso de las Duranas, y en Colegio y Liceo Mariano.
Estoy pisando los 40 años de edad y no me arrepiento de haber dejado todo para seguir las huellas de Jesucristo, sintiéndome realizado como bautizado, como consagrado y verdaderamente agradecido a este buen Dios que no quiere nada a medias, sino que lo quiere todo.
La transmisión de la ordenación se podrá seguir, en vivo, a través del canal ICMtv de Youtube