En el mes del medio ambiente dedicamos este espacio para algunas experiencias de trabajo, en nuestra Iglesia, basadas en la encíclica del Papa Francisco "Laudato si'"
Muchas organizaciones a nivel mundial se basan en las palabras de este documento para trabajar con personas en situación de vulnerabilidad. En nuestra ciudad también existen instituciones que trabajan en este aspecto, y entre ellas hay dos que además trabajan con jóvenes en consumo problemático de drogas: la Fazenda de la Esperanza y El Achique.
Tarea de todos
Cuando la encíclica Laudato si’ se publicó, corría el tercer año del pontificado de Francisco; y este documento supuso una relectura del Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís. El texto profundiza en el cuidado de la casa común, el planeta Tierra y el cambio climático; su mensaje central hace referencia a la necesidad de cambiar el sistema social, económico y político por el que se mueve el mundo. Muchas son las organizaciones, instituciones y personas que tratan este tema teniendo como referencia ineludible las reflexiones y sugerencias del actual pontífice.
Clara Villalba es una de estas personas, que en nuestra Iglesia montevideana, a través de la pastoral social, trabaja esta temática en territorio y busca llevar el mensaje de Cristo.
Villalba se graduó como ingeniera agrónoma y cuenta con posgrados en desarrollo sostenible y ética. Desarrolla su tarea integrando sus conocimientos con las necesidades de muchos jóvenes en distintos centros, entre ellos El Achique y la Fazenda de la Esperanza ‘Monte Carmelo’.
El Achique es un centro de referencia diurna para personas con consumo problemático de sustancias. Está ubicado en el barrio Las Acacias y atiende a unos 100 usuarios por año. Las personas con consumo problemático de pasta base y cocaína que atiende la organización son en su mayoría varones de entre 18 y 35 años en situación de exclusión social; que viven en la Cuenca de Casavalle y barrios aledaños.
Por su parte, la Fazenda de la Esperanza ‘Monte Carmelo’ es una comunidad terapéutica, ubicada en el ex monasterio de las Carmelitas en la zona del barrio Punta de Rieles. La experiencia de las fazendas nació en Brasil, en el año 1983, y está presente en más de 20 países del mundo, con más de 150 centros. Tiene tres pilares fundamentales: trabajo, convivencia y espiritualidad. Además de la de Montevideo —la última en inaugurarse, en el año 2020, para varones— existen dos fazendas más: una en Cerro Chato —también para hombres— y otra en Melo —destinada a mujeres—.
Hasta el pasado 10 de mayo residían 18 jóvenes en la Fazenda de Montevideo—de distintos puntos del país—, de los cuales 6 egresaron al terminar satisfactoriamente su proceso.
El trabajo y el encuentro
Clara Villalba nos comenta cómo empezó su trabajo en los dos centros: “integro varios grupos, hice el curso de animadora Laudato si’ dictado en el Movimiento de Católicos Mundial por el Clima y también formo parte de ese equipo. Además trabajo con personas vinculadas a otras temáticas religiosas”.
“El objetivo es generar un ámbito saludable en el que el usuario disminuya la exposición al consumo. Acceden a abordajes terapéuticos y a actividades formativas como talleres de cocina, arte y educación corporal; además reciben tratamiento psicoterapéutico individual”, afirma la agrónoma.
Clara comenzó su vínculo con la Fazenda el año pasado. “El objetivo es lograr la humildad suficiente para sentirse uno más y llegar a ser generoso y solidario como hermanos porque así entendemos la buena noticia de Jesús”, cuenta Villalba.
En la Fazenda el trabajo consta de oración antes de iniciar y luego de terminar la tarea en la huerta. Clara es la referente y encargada de ese sector, acompaña a los chicos una vez por semana.
“En medio de los trabajos propios de la huerta: dando vuelta la tierra, sembrando, podando, trasplantando, cosechando, en todos ellos se refleja nuestra vida, fracasos y alegrías”, resalta la agrónoma.
Mientras trabajan conversan de sus pobrezas, de sus historias de vida, de lo que Dios va tejiendo en ellos y con ellos. “Lo importante es ver que lo que pasa en la naturaleza pasa también en los humanos, somos parte de un todo. No somos dueños sino hermanos de y en la creación. Como decía San Francisco: «hermano Sol, hermana Luna», sostiene.
Los talleres se llevan adelante en el patio central del monasterio, un lugar donde reina el silencio, solo el viento y el canto de los pájaros acompañan a los jóvenes en la tarea de la huerta.
César, uno de los muchachos de la Fazenda, destaca la presencia de una imagen de la Virgen María muy pequeña, que se encuentra en ese mismo patio: “Tiene una historia muy linda, estaba acá en el terreno enterrada, la arreglaron y ahora nos acompaña desde su ermita”.
Pilares y crecimiento
Uno de los encargados de la Fazenda de Montevideo es Afonso, psicólogo, nacido en Brasil, hace nueve meses que acompaña a los jóvenes. Hace 17 años que integra la Familia de la Esperanza. La Iglesia Católica, los voluntarios y amigos colaboran con el centro.
“Los chicos llegan con heridas de relacionamiento, les enseñamos a relacionarse; a través de la gentileza, del aprender a perdonar. Hacen un proceso, se encuentran con ellos mismos y descubren la belleza del otro por medio de la convivencia”, cuenta Afonso.
Las enseñanzas de Laudato si’ acompañan a los chicos en sus tareas diarias y es una forma de unir dos aspectos que trata la encíclica. “En realidad es una excusa para tratar temas espirituales y para entrar en la contemplación de la naturaleza.”, comenta Clara.
La referente de la huerta asegura que no todas las personas están en la sintonía de trabajar la tierra y que realmente lo puedan hacer; agrega que necesitan de una base espiritual y luego todo fluye. “La calle y la pobreza te proponen una inercia, son círculos complicados, cuando logran salir de eso se dan cuenta que pueden planificar un futuro”.
Villalba reafirma la importancia de los tres pilares de la Fazenda y hace referencia a su complementariedad: “La convivencia te enseña que el otro no es un enemigo, sino que comparte sus vivencias y te ayuda a procesar las tuyas. La espiritualidad te ayuda a darle el sentido de trascendencia del pasado, del futuro y del trabajo”.
Un camino de fe
Hace un año que Clara comparte sus conocimientos con los jóvenes, y asegura con alegría que este trabajo implica dar, pero también recibir. “El año pasado pasé por una situación compleja en lo personal, pero cuando venía acá me sentía totalmente alineada, en paz”.
Una persona no puede separar sus vivencias personales con las laborales, es un todo; Villalba entiende que nada es casualidad: “estar en el mismo camino de fe que otros te da un sentido y un significado; nada es porque sí”.
En la Fazenda la celebración diaria de la Eucaristía —al caer el sol— es acompañada por cantos y cada uno de los jóvenes y educadores presentan sus necesidades y agradecimientos en la capilla. Los que desean reciben el Sacramento de la Reconciliación y muchos de ellos se preparan para recibir la Primera Comunión. Sacerdotes de distintas parroquias se acercan para compartir este momento de oración que es considerado por los internos de fortalecimiento y alabanza.
No solo encuentran a Dios en la huerta, sino también en las tareas de la panadería. Elaboran su propio pan para el consumo diario y los sábados la masa para la pizza.
Clara relaciona las tareas que llevan adelante con la Palabra: «Jesús utiliza en el Evangelio muchos ejemplos tomados de los procesos naturales, de la relación del hombre con la tierra, con el vino, con el pan. A nosotros, los humanos, nos pasa igual que en la huerta, sembramos palabras, gestos”.
“Durante las labores diarias se plantean muchas preguntas para la reflexión: ¿qué tipo de tierra somos?, ¿qué semillas abonamos?, ¿qué podamos en nosotros?, ¿cómo ser tierra fértil?”, concluye.
Clara Villalba Clavijo – Referente de huerta
Nació en Salto del Penitente, Minas, Lavalleja y es ingeniera agrónoma. egresada de la Facultad de la República.
Docente egresada del INET de Tecnologías Agrarias.
Es integrante de Pastoral Social del Movimiento Católico Mundial y animadora Laudato si’.
1 Comment
Que llndo es ver que la Iglesia hace estas tareas silenciosas de Caridad. Que Dios los bendiga!