En Fedro, Platón hace hablar a Sócrates para mostrar sus preferencias por el discurso oral. La escritura —entendía— descuidaría la memoria, debilitaría la creatividad, la capacidad crítica y el pensamiento, porque estos solo se podían lograr de forma plena mediante el diálogo.
Resulta por lo menos paradójico que gran parte de la humanidad haya podido acceder a las palabras de Platón —como a otra enorme cantidad de obras—, precisamente a través de la palabra escrita en diferentes soportes, que han ido apareciendo con el paso de los siglos.
Si bien han cambiado los recursos mnemotécnicos, la escritura posibilitó la acumulación y almacenamiento de información, la alfabetización y la profundización en el conocimiento y el pensamiento, que de que contar únicamente con la oralidad hubiesen sido difíciles de lograr.
Más allá de la profusión de medios y tecnologías de la información, y salvando las distancias, hay ciertas preguntas que podríamos hacernos similares a las que se planteaban en la época clásica: con los sistemas actuales de almacenamiento, difusión y análisis de la información, ¿perderemos nuestra capacidad de memoria? ¿dejaremos nuestro pensamiento y nuestra búsqueda de conocimiento en manos de la inteligencia artificial?; ante la proliferación y universalización de las redes sociales digitales, ¿qué ocurrirá con nuestra capacidad crítica ante un bombardeo incesante de información? ¿debilitarán los dispositivos electrónicos nuestra creatividad?
No intentaremos en este artículo contestar tamañas interrogantes, pero sí podemos compartir con ustedes algunas reflexiones sobre cómo se vive la irrupción de las nuevas tecnologías en los centros de estudio y cómo podemos —desde el lugar de padres, docentes, o referentes de los más jóvenes— contribuir a un uso equilibrado y con sentido de estas nuevas tecnologías.
Para esto le pedimos ayuda a Alejandra Fernández, psicóloga y directora general del Colegio y Liceo Santa María de la Ayuda, institución ubicada en el Cerro e integrante de la Fundación Sophia; y a Fabián Vitabar, que actualmente se desempeña como asesor de los colegios salesianos de Uruguay, esencialmente en asuntos de Diseño Curricular y Evaluación, y es profesor de Didáctica de la Matemática en cursos de formación de profesores para la enseñanza media. Ambos cuentan con posgrados y experiencia de varios años en su profesión.

Alejandra Fernández. Fuente: Federico Gutiérrez (archivo)
Una realidad que se impone
Tanto para Fernández como para Vitabar la pregunta de si se deben utilizar o no tecnologías de la información en los ámbitos de la educación está perimida; la respuesta afirmativa se da por descontada.
Para la psicóloga, la tecnología viene para agregar insumos a la hora de adquirir nuevos conocimientos. Entiende que desde el punto de vista docente son herramientas que pueden y deben evaluarse constantemente. “Lo importante es lograr que se trabaje el contenido o la competencia que se quiere alcanzar, el uso de la tecnología tiene más que ver con el objetivo que se persigue”, agrega.
Por su parte, el profesor afirma que la enseñanza de la tecnología y a través de ella, es la única forma de educar para un mundo real. “Lo que hay que enseñar es a tener un uso crítico, más allá de las herramientas. Preguntarnos cómo logramos que en las instituciones educativas se den instancias en que las tecnologías estén tan presentes, como en el mundo real y que el rol del docente sea el de ayudar a discernir”, argumenta.

Fabián Vitabar. Fuente: Comunicación Salesiana
No siempre, no todo
El lenguaje, tanto oral como escrito, es una de las herramientas más poderosas para dotar a las personas de sentido de la realidad y organizar su pensamiento. Uno de los temas que se plantean en el momento del uso de tecnologías es qué tan efectivas son a la hora de colaborar con la adquisición y uso del lenguaje.
Sobre este tema, Fernández plantea que si bien hay muchas investigaciones en curso, todas ellas son recientes, por tanto se necesitará más tiempo para sacar conclusiones. No obstante, advierte que “todo indica que el uso de dispositivos a temprana edad puede retrasar la adquisición y el uso del lenguaje. La falta de lectura y de práctica de la escritura —con un léxico pobre, uso de abreviaturas y sustitutos visuales para las palabras—, no solo tiene un impacto en los primeros años de vida, sino en momentos posteriores”.
Vitabar considera que “hay muy poca cosa que una pantalla le pueda aportar a un niño hasta los seis o siete años, lo más importante para esa edad es el pensamiento lógico matemático —los números, el contar, el clasificar—, y por otro lado lo lingüístico”. “Sin dudas, la socialización, el contacto, el juego y la interacción con los pares son fundamentales, y para ninguna de estas cosas son necesarias las cuestiones tecnológicas”, añade.
Pero no solo en la primera infancia es importante evitar el uso de dispositivos. También para los niños, adolescentes y jóvenes hay que propiciar el autocontrol en este tema. Como directora de un colegio, Fernández nos cuenta que hace seis años no está permitido en la institución el uso de celulares, salvo para uso académico. “Cuando sacamos el celular empezaron a entrar en juego la creatividad, la interacción, la imaginación y hasta el aburrimiento que puede motivar. Aparecieron la pelota, el ping-pong, el futbolito, el ajedrez, las conversaciones, la música y la risa. Aparecieron cosas que tienen que ver con lo vincular y lo creativo”, relata.

El aula, un lugar para adquirir nuevos conocimientos. Fuente: Federico Gutiérrez (archivo)
Acompañando en el camino
Todo nuevo aprendizaje se basa en un conocimiento preexistente. Por lo tanto, para que las tecnologías de la información sean una buena herramienta para aprender, el chico debe tener conocimientos y competencias previas que le permitan saber lo que busca, cómo buscarlo y por qué buscarlo.
Para Fernández, esta realidad ha provocado un cambio en la tarea del docente. “Antes el maestro o el profesor era la fuente de conocimiento. Ahora ya no. Y cuesta reconocerlo. Nosotros somos los que los ayudamos, acompañamos o supervisamos en ese proceso de conocimiento, de cómo sopesar la información, lo que sirve, lo que es verdadero, lo que nutre. De lo otro están a solo un click, una película o un video de youtube”, explica. Es el adulto, en definitiva, el que ayuda a entrar en la etapa de discernimiento. “Una cosa importante: no es lo mismo información que conocimiento; y otra cosa diferente a estas dos es tener una competencia”, advierte la psicóloga.
En tanto, Vitabar asevera que un tema muy importante es la incertidumbre. “Si no tenemos una idea de lo que nos espera en veinte años, ¿cómo preparamos a los jóvenes de hoy, si es que el mandato para las escuelas es el de prepararlos para el futuro?”, se pregunta. Y ensaya una respuesta: “Tal vez la transmisión de información ya no sea lo más importante —que los chicos la pueden encontrar en la web—, sino como discernir esta información, ver cómo se relaciona con otra, pensar en cosas más complejas y reales”. Entiende que este es uno de los desafíos más grandes tanto para docentes como para padres, o personas que tienen niños, adolescentes y jóvenes a cargo.

Las nuevas tecnologías estimulan el aprendizaje en los centros educativos. Fuente: Federico Gutiérrez (archivo)
Ir más allá
El desafío está sobre la mesa y seguramente surgen más preguntas que respuestas. Prometemos seguir abordando este tema en próximas ediciones del quincenario. Lo que sí es seguro es que no podemos rendirnos como padres, docentes o educadores ante la tentación de decir que las generaciones posteriores a las nuestras están perdidas. Como cristianos debemos tener otro foco y saber que más allá de cambios tecnológicos, la educación en todo tiempo y lugar, debe tender a lo verdadero, a lo bueno, a lo bello. En definitiva, que nuestros hijos tengan el deseo de buscar la huella de Dios que vive en cada uno de ellos.
Por: Camilo Genta
Redacción Entre Todos